Editorial.29 de Junio. Tomado de Raices.
A un año de la expulsión del presidente Manuel “Mel” Zelaya el modelo profundizó su crisis política, social y económica. Las violaciones de los derechos humanos han significado la muerte de miembros de la resistencia hondureña contra el golpe, así como de colegas periodistas, mientras el gobierno de Porfirio “Pepe” Lobo pide cuartillo de aceite y lo mandan a la otra esquina.
No se avizora que el gobierno heredero del rompimiento constitucional –y que sustituyó al presidente de facto, Roberto Micheletti- entre en forma en la Comunidad Internacional, ya que aún espera la anuencia de Nicaragua en la región centroamericana, así como de buen número de naciones latinoamericanas en la OEA que demandan, entre otras cosas, el regreso de Zelaya como político.
Las declaraciones de los golpistas y sus seguidores no pasan de eso, porque la situación es irregular desde el 28 de junio de 2009, incluso ha movido a gobiernos y organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a mostrar su preocupación por el irrespeto a la vida y a las libertades ciudadanas en el país centroamericano.
La corrupción y la impunidad reinan a la orden del día. Muchos dirigentes y activistas de la resistencia hondureña contra el golpe de Estado han perdido la vida en claras ejecuciones de cuerpos paramilitares. El narcotráfico y el crimen organizado van ganando cancha cada vez más con la gravedad que han sido asesinados nueve colegas periodistas en los últimos meses.
Los poderes tradicionales del Estado son muestra de ineficacia e ilegitimidad, por cuanto representan a la anti democracia. Los magistrados que persiguieron a los golpistas por violaciones a la ley fueron destituidos de sus cargos sin derecho de respuesta, a la par de una campaña mediática que desinforma e infunde temor en la ciudadanía.
El Salvador en el caso hondureño
El gobierno de Mauricio Funes se convirtió de la noche a la mañana en el gestor diplomático del gobierno de Porfirio “Pepe” Lobo. Si bien al comienzo condenó el golpe de Estado y se unió a otros países de la región en el cierre temporal de fronteras, luego dio un giro con el ascenso de Lobo a quien reconoce como comprometido con la democracia.
Son claros los motivos políticos y económicos que provocaron tal actitud, en especial las presiones de sectores políticos y empresariales de la derecha salvadoreña que mantienen alianzas con los golpistas hondureños -también políticos y empresarios conservadores. La izquierda y sectores del movimiento social son los únicos que aún condenan el golpe y piden el regreso de Zelaya en el país.
El desafío más evidente fue la llegada pomposa del ex gobernante de facto, Roberto Micheletti, a San Salvador por invitación de la antigua y derechista Cruzada Pro Paz y Trabajo, para que una semana antes del primer aniversario de la asonada militar expusiera sus razones y voluntades del golpe (aunque no lo llaman como tal) ante los salvadoreños.
Pero no conforme con eso, el alcalde de San Salvador, Norman Quijano, lo reconoció como visitante distinguido y baluarte de la democracia hondureña, a la vez que figuras públicas del partido de oposición Alianza Republicana Nacionalista (Arena) advirtieron que en El Salvador están atentos al desarrollo de la situación política y que no descartan “defender a la patria” ante cualquier amenaza.
Sinnúmeros de expresiones se han cruzado en la sociedad salvadoreña ante la visita de Micheletti, que tuvo un excelente recibimiento en los medios de comunicación tradicionales con sendas entrevistas en papel y en audiovisuales. El presidente Mauricio Funes también repudió la visita y la condecoración, aunque muchos no le perdonan su actuación de doble cara en los asuntos de Honduras.
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