Carlos Ponce. 30 de Junio. Tomado de El Diario de Hoy.
Los macabros incidentes recientes, en los que un grupo de presuntos pandilleros asesinó salvajemente a los pasajeros de dos autobuses en el municipio de Mejicanos, e hirió letalmente de bala a unos y calcinó a otros, representó para muchos "la última gota que derramó el vaso". Así se resume la disconformidad generalizada que existe con relación a las capacidades e intenciones demostradas por los titulares de las instituciones que componen el sistema de seguridad pública gubernamental. La barbarie evidenciada en estos hechos revela, más allá del increíble recrudecimiento de la delincuencia, que a los hechores les tienen sin cuidado las estrategias y acciones ejecutadas por el Gabinete de Seguridad.
La semana pasada, conocidos analistas discutían la tragedia en un programa radiofónico de opinión, minutos antes de que el Presidente de la República se dirigiera a la ciudadanía en una cadena nacional de radio y televisión para tratar el asunto. Los invitados al espacio noticioso señalaron que se necesita de un liderazgo fuerte al frente de la cartera de seguridad, que se gane o cuente con la confianza de la población, para que las iniciativas de trabajo antidelincuencial sean aceptadas, cuenten con la colaboración necesaria y, como resultado, sean exitosas.
El liderazgo político lo asumió el Presidente mediante su discurso y estrategia de consenso y discusión con diferentes sectores de la sociedad. Esto no es suficiente. Es imperativo contar con un robusto liderazgo operativo, que transmita a la población una sensación de confianza y seguridad, que proyecte, a través de su estilo de trabajo y mando, un incansable compromiso en la lucha contra el mal. La ciudadanía necesita ver líderes que caminen constantemente por los lugares más peligrosos, limpiando a las comunidades de delincuentes y protegiendo a los más vulnerables.
Hasta el momento, el vacío de liderazgo operativo lo ha aprovechado el Ministro de Defensa, quien echa mano de la reputación positiva de la Fuerza Armada, ganada a través del profesionalismo y efectividad demostradas en todas las misiones que le han sido encomendadas, para ganar protagonismo en la lucha contra el crimen. Sin embargo, es un secreto a voces que dicho funcionario tiene fuertes ambiciones políticas y que en la actualidad se vale de la coyuntura de seguridad para ganar adeptos entre la población y potenciales respaldos de diferentes sectores de la sociedad.
Resulta indiscutible, de ser cierto, que esto tendrá costos operativos y de opinión pública desastrosos para el Gobierno, la institución castrense e implicará la desilusión total de la ciudadanía, lo que se manifestará, posiblemente, en más hechos en los que personas comunes tomen la justicia en sus manos y que predomine aún más desconfianza en las autoridades. El Ministro de Defensa, de ser esto falso, debe de declarar de manera categórica, inequívoca y pública que no optará por ningún cargo político de elección popular en cualquiera de las próximas elecciones, de esta forma reafirmará la imparcialidad de la institución que dirige y se adelantará a cualquier consecuencia resultante de cuestionamientos públicos sobre sus verdaderas intenciones.
La población, por otro lado, necesita recobrar la confianza en las autoridades de seguridad. Es poco probable que los actuales titulares logren revertir la desfavorable opinión pública sobre sus capacidades y parcialidad partidaria, la cual coincidentemente fue revelada con claridad por un dirigente del partido oficial en un reciente programa televisivo de entrevistas, en el cual se refirió al equipo gubernamental de seguridad como "compañeros nuestros", es decir, compañeros provenientes de la estructura del instituto político que representa. En consecuencia, el Gabinete de Seguridad debe ser sustituido en su totalidad y los nuevos funcionarios deben contar con las cualidades, experiencia, carácter y trayectorias necesarias para granjearse la simpatía y confianza de la población.
elsalvador.com :.: Implicaciones del vacío de liderazgo en seguridad
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