El Colegio Temach tiene más de una década de funcionar con una filosofía de educación inclusiva, justo como la que busca implementar el Ministerio de Educación. Sus autoridades hablan de los logros y las dificultades en el camino de la inclusión de la niñez.
Escrito por Fernando Romero.28 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
“La educación inclusiva no quiere decir jamás asistencialismo, ni mucho menos lástima. No es caridad, y no se regalan las notas o los títulos tampoco.”
Rosario Ticas de Tovar, directora del colegio Temach
Los maestros y los padres de Ana (nombre ficticio) descubrieron mediante exámenes que la niña de cuatro años padecía de sordera total. Era 1997, y los centros educativos que ofrecían atender a niños en condiciones de dificultad para el aprendizaje eran pocos —poquísimos— en El Salvador, más allá de las escuelas especiales.
La situación de Ana, sin embargo, no fue un impedimento para que el Colegio Temach, ubicado en San Salvador, la respaldara y encontrara junto a sus padres la forma de que ella continuara sus estudios. A sus cinco años de edad, Ana viajó a España para ser examinada con más rigurosidad por especialistas. A su regreso, un año después, traía una recomendación: seguir su formación “dentro del sistema regular educativo”.
En una escuela especial aprendió el lenguaje de señas y luego se incorporó de nuevo al colegio. El Temach, con su filosofía de atención a la diversidad que lo ha caracterizado durante 14 años, tuvo su primera experiencia con un tipo de educación que en la actualidad el Ministerio de Educación está en proceso de implementar: la educación inclusiva.
La directora del Colegio Temach, Rosario Ticas de Tovar, explica la educación inclusiva con todo el bagaje que le ha dado más de una década de dedicación a esta: “La educación inclusiva se basa en el respeto a los derechos de la niñez, enmarcados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, bajo la que se creó la Convención Internacional de Derechos del Niño. Es el desarrollo del aprendizaje de un niño, sin importar sus condiciones que limitan su desarrollo físico o cerebral, en los espacios educativos regulares, por lo que se protege su dignidad y sus derechos a no ser discriminado por ninguna condición”.
Por ello, el Temach tiene mucha experiencia en la modalidad de educación inclusiva, ya que entre sus estudiantes tiene a niños con autismo, parálisis cerebral, problemas de motricidad, retardo mental con limitaciones, dislexia, disminución del aprendizaje y desarrollo, y afasia (que es la pérdida de capacidad de producir o comprender el lenguaje). Todos ellos están integrados con compañeros sin discapacidades.
De Tovar detalla que la implementación de la educación inclusiva tiene sus dificultades, además de los costos que conlleva debido al molde curricular académico que debe tener preparado el centro de estudios para cada caso especial (ya que esta no significa que la metodología educativa para los procesos enseñanza-aprendizaje sea estándar para todos los casos).
Una de esas dificultades es el choque cultural entre los mismos niños. “La aceptación del otro niño como un ser humano distinto y la comprensión de que todas las personas somos distintas, pero con iguales derechos, cuesta al principio. El niño al inicio puede tener miedo del otro. Pero en la educación inclusiva solamente con la convivencia se supera esa situación, ya que desde temprana edad se inculcan los valores de la tolerancia, de la solidaridad, del respeto y de la dignidad”, afirmó la directora.
“Pero, ojo —agrega—, la educación inclusiva no quiere decir jamás asistencialismo, ni mucho menos lástima. No es caridad, y no se regalan las notas o los títulos tampoco”.
El ejemplo lo pone Danilo (nombre ficticio), quien desde sus primeros años asiste al Temach. Él tiene dificultades en sus capacidades motrices, pero con terapias y la asunción de igualdad que se inculcó en él y sus compañeros “hoy cursa el nivel básico de educación, juega al fútbol, carga su propia mochila, y es muy independiente”, dice su directora.
“A veces se cae, y siempre le preguntamos si necesita ayuda antes. Casi siempre nos dice que él puede pararse solo, y lo logra. Es un proceso largo esto de la educación inclusiva, y quizás para muchos difícil de entender”, asegura.
La directora del Colegio Temach relata que le ha costado lidiar más con los padres de familia que con los mismos niños. La nueva educación puede crear muchos temores en las antiguas generaciones, al punto incluso de considerar “malos” los componentes educativos de la nueva era, como lo es la educación inclusiva.
De Tovar comenta: “Ha habido padres que nos han juzgado mal, que nos han reclamado que por qué ponemos a la par de sus hijos a los otros niños. Nos han dicho que tienen temor de que ‘se vuelvan iguales’. Otros se los han llevado. Creo que el verdadero problema de cultura, tolerancia, solidaridad, es con los padres, no con los niños”.
El colegio continúa con su labor 14 años después sin renunciar a su filosofía de incluir y no discriminar. El Ministerio de Educación, en su búsqueda de experiencia en educación inclusiva en otros países como Italia, no se ha detenido a revisar la experiencia nacional.
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