Por Manuel García. 30 de Junio. Tomado de Salvadoreños en el Mundo.
Si en sus manos estuviese castigar a los actores materiales e intelectuales del mayor acto terrorista que hemos sufrido los salvadoreños, ¿Qué haría? Quizá la respuesta sería ojo por ojo, diente por diente. Si ellos quemaron vivos a personas inocentes que viajaban en un autobús, entonces, merecen la pena de muerte. Merecen ser fusilados en la plaza, merecen ser ahorcados. Si el Estado no es capaz de proteger a los ciudadanos honrados, entonces, la gente le gustaría tomarse la justicia por sus propias manos. Este es el sentir de la mayoría de salvadoreños que se sienten impotentes, inseguros, con miedo de decir en voz alta lo que en verdad piensan.
Si, fusilar o ahorcar a los culpables sería lo más fácil. Inclusive, algunos proponen utilizar métodos cuestionables para terminar con el problema de las pandillas. Pero, utilizar métodos fuera de la ley no hará de El Salvador un país más seguro. Ahora bien, ¿Qué podemos decirles a los familiares de la victimas?Las pandillas y el crimen organizado están convirtiendo a El Salvador en un infierno. El salvajismo, crueldad y maldad que estamos viendo contra personas inocentes, incluyendo niños y ancianos, está rebalsando la paciencia de los salvadoreños.
Todo tiene un límite. El número exacto de pandilleros que están en guerra contra el pueblo salvadoreño va en aumento. Están armados hasta los dientes. Extorsionan y trafican con armas, drogas, y han infiltrados los cuerpos de seguridad del Estado. En las actuales circunstancias de guerra contra gente inocente, este es nuestro enemigo visible, pero el peor enemigo que podemos tener es resignarnos a vivir bajo la sombra del cinismo de que el país nunca volverá a ser un lugar seguro para nuestros niños.
El Presidente Mauricio Funes ha hecho un llamado para no politizar el acto terrorista dónde han muerto quemadas 16 personas, incluyendo niños. Yo estoy de acuerdo que jamás se debe hacer política en nombre de las victimas. Pero habrá que reconocer que la espiral de violencia sigue en aumento. Las pandillas no solamente queman a sus victimas, sino que disparan a quema ropa contra cualquier persona. El Gobierno no es capaz de proteger a la población civil.
Algunos políticos están exigiendo que se aplique la pena de muerte. La lógica detrás de tal propuesta, más allá de la ley bíblica de ojo por ojo y diente por diente, es que tal medida será disuasiva para prevenir futuros actos violentos. Sin embargo, en otros países, como es el caso de Estados Unidos, dónde la pena capital existe, no hay ninguna correlación que tal medida haya reducido el crimen violento. Pongo el caso de Estados Unidos, por citar un país democrático como el nuestro, que sigue aplicando la pena de muerte a pesar de que no exista ninguna evidencia que esto reduce los actos violentos. Citar a China, Corea del Norte, o Irán, países que aplican la pena capital, no vale la pena porque esos países no son países democráticos como El Salvador.
En otras ocasiones he argumentado que si las instituciones jurídicas y policiales no se refuerzan, El Salvador puede llegar a ser un Somalia, un Estado fracasado dónde el Gobierno central no existe, dónde la ley del más fuerte, del más salvaje, del más cruel, es la que se impone en las calles. La violencia en El Salvador no solamente afecta a los más pobres. Si los pandilleros disparan contra cualquier persona, entonces, no importa si usted vive en la colonia más lujosa y conduzca el coche más lujoso. Nadie está seguro en El Salvador. Esto nos debería unir a todos los salvadoreños honrados.
Proponer la pena de muerte es lo más fácil del mundo. Es fácil decirle a la gente lo que quiere escuchar. Pero eso no resuelve los problemas. Si en verdad queremos resolver el problema de la delincuencia, tenemos que empezar a exigir más a los políticos. Propuestas como mejorar la inteligencia policial, depurar y castigar fuertemente a policías corruptos, y sanear nuestras instituciones jurídicas debería ser una prioridad urgente. Incrementar las penas e introducir el trabajo forzoso para todos los convictos violentos tiene que ser parte de una estrategia de política de seguridad. Sin embargo, todo esto debe ser parte de una forma nueva de hacer política: El Presidente Mauricio Funes debe reconocer que, aunque ARENA haya sido un fracaso en el tema de la seguridad pública, en última instancia, el electorado le votó para que reduzca el alto índice de violencia. No puede poner como excusa los 20 años de gobierno de ARENA para cubrir la incapacidad de hacer mella contra la delincuencia. Si sus ministros y colaboradores no están a la altura para resolver el problema de la delincuencia, entonces, el Presidente Funes debería disponer de sus cargos, y nombrar gente capaz, sin tinte idiologico ni partidario. Aquí se trata de poner al frente gente capaz, que gane la guerra, y garantice la paz a los salvadoreños. Solo así lograremos poner fin a la violencia.
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