Lo que todavía no entendemos muy bien es la violencia sociopática de las maras, la cual, además de ser un mal terrible en sí misma, se ha vuelto cada vez más funcional en los esquemas de crimen organizado más tradicional.
Escrito por Joaquín Samayoa.30 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
Los vemos seguido en los periódicos y en la tele luego de ser capturados por la PNC o liberados por los jueces. La mayoría hombres, algunas mujeres; desaliñados todos y, por supuesto, con una gran cara de a mí qué me importa. Unos pocos, cada vez menos, pertenecen a bandas de secuestradores, robacarros o robacasas, delitos en los que las maras no suelen involucrarse; todos los demás son presuntos hechores de homicidios o extorsiones, las especialidades delictivas de los mareros.
Habitan en los barrios marginales urbanos más densamente poblados. No son los más pobres de la sociedad. No delinquen por necesidad de subsistencia, sino por dinero fácil, demostración de coraje, placer sádico o dominio territorial. La mayoría de ellos comparte el mismo estrato social de sus víctimas, de esos vecinos que salen temprano a ganarse el sustento como motoristas o cobradores del transporte público, ordenanzas, secretarias, empleadas domésticas, obreros, enfermeras y maestros. Viven a pocos pasos de las escuelas donde otros jóvenes intentan forjarse un futuro diferente. Si quisieran, podrían verse en el espejo de esos vecinos que tampoco han tenido las mejores oportunidades en la vida.
Algunos han sido literalmente forzados, de muy jóvenes, a integrarse a una mara, y luego no encuentran la salida o terminan desquiciándose a imagen y semejanza de sus mentores. Otros, en cambio, toman decisiones más libres, más calculadas. En cualquier caso, es un desafío para las ciencias del comportamiento humano entender cómo un ser humano llega a degradarse hasta el extremo de hacer de la violencia su identidad, su insensible modo de vida, su único motivo de orgullo personal.
Siempre ha sido más fácil comprender las desenfrenadas pasiones que mueven a un individuo a cometer homicidio por odio, celos o venganza, en arrebatos de ira o en estados de conciencia alterada por abuso de alcohol o drogas. Por lo general, estos crímenes constituyen hechos aislados en las vidas de personas que, por lo demás, son normales y capaces de arrepentimiento. Esos crímenes ocurren en nuestra sociedad como en cualquier otra, sin llegar a rebasar las capacidades institucionales de los sistemas de justicia penal. Es reprochable pero no es el tipo de criminalidad que más preocupa a nuestra sociedad en estos tiempos, excepto en la medida en que esa violencia pasional se vuelva recurrente en el seno de las familias, dejando en los niños un daño emocional irreversible que los predispone a formas de violencia socialmente más perniciosas.
Lo que todavía no entendemos muy bien es la violencia sociopática de las maras, la cual, además de ser un mal terrible en sí misma, se ha vuelto cada vez más funcional en los esquemas de crimen organizado más tradicional, como son el narcotráfico y el terrorismo con fines políticos. Pero la pregunta por la génesis y evolución psicosocial de dicho comportamiento sólo es relevante para el diseño de programas efectivos de prevención social de la violencia y para identificar y tratar aquellos casos en los que es posible la rehabilitación del criminal.
La prevención social es una línea de acción muy necesaria para erradicar toda forma de violencia a largo plazo. Desde esa perspectiva, es importante reforzar la cobertura y la calidad de programas formales y no formales de educación y atención psicológica para jóvenes y adultos, especialmente en zonas de alto riesgo. Es necesario encontrar las maneras más efectivas de forjar valores en subculturas que tienden a negarlos. Es necesario que la educación dé verdadera prioridad a la formación del carácter y al desarrollo de la capacidad de empatía, que es el sustrato emocional más profundo de todos los valores prosociales. Hace falta reforzar también la enseñanza vivencial del respeto a la autoridad y del apego a las normas de convivencia. Hace falta poner mucho más empeño en la creación de más y mejores oportunidades de educación y empleo para los jóvenes.
Entender quiénes son y de dónde vienen los criminales de hoy es necesario para eliminar los factores de riesgo y reforzar los factores de protección a largo plazo; pero esa línea de trabajo no sustituye lo que debe hacerse para contener en el cortísimo plazo la ola de criminalidad, para darnos ya la protección a la que tenemos pleno derecho todos los ciudadanos, para retribuir a las víctimas y castigar a los culpables.
No hay que confundir los planos y los plazos de acción. Igualmente importante pero más urgente que la prevención social es la prevención policial efectiva y la aplicación firme de una justicia ciega, sin escrúpulos ni contemplaciones.
Un fenomero de unos 15-20 años y hasta ahora nos comenzamos a preguntar quienes son? Y lo peor es que simplifican el analisis, se abstraen del pasado reciente de violencia. Yo pienso que hay que comenzr a preguntarse quienes son los que fomraron parte de los escuadrones de la muerte de los 70? Donde estan? Deese alli podriamos econtrar los origenes de la conducta de los mareros de ahora.
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