Comentarios mas recientes

2010/06/28

LPG-Realidad nacional: ecuanimidad y compromiso (III)

 Escrito por Juan Héctor Vidal.28 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.

Cuando las opciones se agotan. La delincuencia desbordada, como la delicada situación económica, constituye un enorme desafío nacional. Los acontecimientos de los últimos días demuestran la barbarie de la criminalidad que azota al país, sin duda alimentada por fuerzas extrañas, una institucionalidad en decadencia y la presencia de fenómenos económico-sociales que se han venido acumulando por años. Su gravedad pudo haberse moderado con acciones oportunas y sobre todo, con una mayor sinceridad entre nosotros mismos.

Infortunadamente, la dinámica política complica la situación. De hecho, la ideología hace de la economía y la delincuencia el punto de desencuentro que impide una respuesta de país, a problemas que claramente se retroalimentan. En este sentido, me parece un ejercicio poco edificante tratar de identificar responsables a partir de inclinaciones políticas, por muy respetables que estas sean. En el margen, esto lleva a algunos a trazar una línea divisoria entre la pobreza y delincuencia y a otros, a buscar una relación causa-efecto que igualmente desemboca en conclusiones desafortunadas. Nada más pernicioso para enfrentar los problemas que nos abaten.

Si actuáramos con menos fanatismo, sería más fácil entender que la delincuencia no es un problema que atañe solo al gobierno. El mero hecho de que las más altas autoridades que tienen la responsabilidad directa de lidiar con el problema acepten sin mayores sobresaltos que la fuerza criminal ha rebasado la capacidad del Estado para hacerle frente, ya señala que se requiere del concurso de todos los sectores. Rechazar esta responsabilidad es poner en riesgo nuestra viabilidad como país.

Bajo estas circunstancias, la decisión del Ejecutivo de prolongar la permanencia del ejército en las calles y de otorgarle funciones de vigilancia en los penales, aunque controversial, pareciera inevitable, lo mismo que la nueva normativa anunciada por el presidente de la república para dotar a las instancias de aplicar la ley de una mayor fuerza coercitiva. Habrá que ver cómo responden nuestros dirigentes políticos, la empresa privada, la iglesia y en general, los sectores organizados, que son instancias en que el gobierno debe apoyarse para iniciar una cruzada nacional para enfrentar con eficacia el fenómeno delincuencial en sus diferentes manifestaciones.

Aceptada la prevención como una tarea que no hay que descuidar, lo anterior implica aceptar implícitamente que como sociedad nos estamos jugando las últimas cartas, particularmente en materia de vigilancia y castigo. De hecho, estos componentes de la seguridad se combinan para constituir otro binomio sumamente complejo que desafía toda imaginación, porque si por algo prospera y se sofistica la delincuencia es por su capacidad de ir delante de las instituciones y las leyes.

Es de esperar que con la presencia del ejército en los alrededores y al interior de los penales se logre reducir el sicariato, el tráfico de drogas, los asesinatos entre la población reclusa y los motines internos, pero si el ingenio maligno ya está enquistado en los mismos recintos carcelarios, particularmente por la presencia del crimen organizado, no hay que descartar otras opciones.

Y si parte gran parte de la respuesta está en la vigilancia y el castigo, hay que agotar todos los recursos. Deberíamos incluso hacer acopio de esquemas novedosos para su tiempo, como el sistema carcelario ideado hace doscientos años por Jeremy Bentham, el filósofo ingles –y uno precursores del utilitarismo– al menos para atraer el respaldo de quienes dicen, hipócritamente, favorecer el bien común.

Así las cosas, se trataría de un “Panóptico” ampliado para que la vigilancia de los reclusos desde una torre central se entienda a todas las instituciones del Estado, los sectores de poder, grupos organizados y en general a toda la sociedad. Así, todos y cada uno de nosotros podríamos ejercer una vigilancia colectiva, para expiar nuestros propios pecados y dejar de endosárselos a los demás.

Realidad nacional: ecuanimidad y compromiso (III)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.