Armando Salazar.26 de Junio. Tomado de Contra Punto.
SAN SALVADOR-Hemos escuchado y visto a ciudadanos y funcionarios
preguntarse a sí mismos ¿De dónde viene esto? ¿Cómo es posible que se encierre e incendie a personas dentro de un bus? ¿Cómo explicarse estos hechos? No somos aún capaces de racionalizar hechos como estos. Y salta la indignación social y el oportunismo político, que pronto podrá caer en indiferencia e insensibilidad.
Los ejecutantes de este crimen en Mejicanos son deshechos sociales, escorias de
un sistema y un modelo económico que ya dio su fecha de caducidad social.
Las clases dominantes y dirigentes de El Salvador, siempre han visto con desprecio a gran parte de la sociedad constituida por pobres y trabajadores, y decidieron siempre mantenerlos excluirlos de los beneficios que produce este país. En este sentido tienen un grave grado de responsabilidad.
El capital gime por la inseguridad y la delincuencia. El reclamo no es por su
seguridad como personas (¡¡cuando están armados hasta los dientes!!) sino
por la estabilidad y alta rentabilidad de sus empresas. Mientras tanto, la gente
de a pié, desde el amanecer, arriesga todos los días su pellejo y su familia.
Ojala los gremios empresariales y sus voceros políticos tuvieran el valor suficiente
y pudieran realmente aportar al combate del delito, desde sus oscuras raíces
generadoras hasta sus dorados usufructos con los muchos han hecho grandes
fortunas ilícitas y rápidas, fuera y dentro, con y a la par de los gobiernos de este país.
El dinero fácil, la acumulación de dinero como fin en sí mismo, los corruptores de la sociedad y las instituciones, son los ejemplos, nunca castigados, que muchos de estos criminales de pandillas y maras han obtenido por décadas.
Es realmente difícil proponer soluciones y mucho más ejecutar acciones y obtener resultados con esta pandemia que azota a los sectores populares y medios de la sociedad. ¿Qué clase de cultura y de relaciones sociales seguimos reproduciendo en este país para que tengamos que asistir o ser víctimas de estos crímenes?
Hay que castigar el delito, el crimen y es preciso abrir caminos “civilizados”,
culturalmente integrados, productivos y de identificación nacional a millares de
jóvenes, que son fácil presa de estos circuitos de desprecio humano y crimen
organizado.
El gobierno tiene que tomar una decisión firme, sostenida y muy costosa para
capturar a estas manadas de animales, no solo a los “tatuados”, sino también a los que suelen andar de cuellos blancos y bien presentables, que son esencialmente los elegantes productores y reproductores de esta descomposición social. Ojala la fiscalía y el sistema judicial hagan el trabajo al que están obligados a hacer y que, conste, sigue siendo pagado con los impuestos de la sociedad.
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