San Salvador es ahora en verdad lo que se llama el Gran San Salvador, con varias ciudades unidas a lo que fue la capital original. Y el desorden se ha venido apoderando de casi todo, hasta límites inconcebibles.
Escrito por Editorial.16 de Marzo. Tomado de La Prensa Gráfica.
A partir del pasado domingo 13, comenzó a operar el plan de reacomodo de las vías de recorrido de las unidades del transporte público por una zona importante del centro histórico de nuestra ciudad capital. Aunque la iniciativa es buena como tal y así se reconoce en forma bastante generalizada, hay la percepción, también generalizada, de que muchas de las dificultades e inconvenientes que se han presentado hasta la fecha provienen del apresuramiento en su implementación. El arrebato parece ser ya una especie de conducta recurrente en el área de las decisiones gubernamentales, y ello, lejos de ayudar a que las buenas iniciativas prosperen, les dificulta innecesariamente el despliegue, con los malestares y quejas resultantes.
Valoramos el hecho de que una medida como ésta ya esté en el terreno; y si, de aquí en adelante, se logra no sólo ayudarle efectivamente a la población a que le sea más llevadera la nueva disposición, sino que se toman las providencias de ordenamiento y control en otras áreas, como decir las ventas de calle y la seguridad de las personas, este puede ser un aporte muy valioso para lo que se llama el rescate del centro histórico capitalino, en función de tener una ciudad que supere lo que ahora vive y padece: una desintegración de espacios con la consiguiente pérdida de identidad y el progresivo deterioro de las condiciones de convivencia ciudadana.
En realidad, el problema básico es uno: la necesidad de poner un orden elemental en las distintas actividades que se realizan en el ámbito de la ciudad, a partir de su núcleo histórico, actualmente en estado crítico de abandono, pero sin descuidar las distintas periferias del mismo. San Salvador es ahora en verdad lo que se llama el Gran San Salvador, con varias ciudades unidas a lo que fue la capital original. Y el desorden se ha venido apoderando casi de todo, hasta límites inconcebibles. Por eso, el ordenamiento del centro debe ser parte de un proyecto mucho más amplio, pues de no ser así lo que se estaría propiciando es que el desorden, con todas sus consecuencias, simplemente vaya cambiando de lugar. Es lo que pasa con el tratamiento localizado de las “maras”: cuando en un sitio se les va haciendo la vida imposible, sencillamente se desplazan a otro, y así es la de nunca acabar, con los efectos depresivos que se perciben en el vivir cotidiano.
Es muy importante, pues, que las autoridades, de cualquier nivel y signo que sean, asuman su responsabilidad compartida; para empezar, en dos aspectos fundamentales: la aceptación seria y efectiva de trabajar en común y la disposición a poner todo lo que cada uno puede y debe aportar para que las cosas vayan saliendo como se desea y como se requiere. En este caso, la colaboración entre las autoridades del Gobierno Central y las distintas comunas del Gran San Salvador es indispensable e insoslayable; y para la situación específica del ordenamiento del transporte público que comentamos, debe asegurarse una dinámica interactiva sin prejuicios ni reservas entre el Gobierno Central y el Gobierno Local capitalino.
El punto clave está en que todos los que tienen que colaborar colaboren, y no diciéndolo sino haciéndolo. La problemática del transporte público es agobiante, y también lo es el estado de desorden que se ha apoderado desde hace tanto tiempo de nuestra capital. Enfrentar adecuada y efectivamente esta compleja cuestión demanda bastante más seriedad y responsabilidad que las que hasta ahora se han puesto en juego. Ese es el verdadero desafío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.