La visita de Obama es una señal mucho más que un proyecto. Ahora tendría que venir la lectura comprensiva de esa señal, que hay que hacer mutuamente entre El Salvador y Estados Unidos...
Escrito por Editorial.25 de Marzo. Tomado de La Prensa Gráfica.
Cuando se da un hecho de la trascendencia de éste, se crean, como decíamos aquí mismo el pasado martes, expectativas y expectaciones. Al concluir la visita, luego de un día de presencia de la familia Obama en nuestro país, surgen las valoraciones, que, como es natural, son de diversos tipos. Y en todo este dinamismo hay mezcladas muchas cosas, como las percepciones que se tienen sobre el Gobierno salvadoreño actual, los desencantos porque la visita no trajo anuncios espectaculares, los distintos enfoques sobre la misma y las reservas encubiertas frente a la relación El Salvador-Estados Unidos. En realidad, como dijimos también el pasado martes, en toda esta gira de tres países hay un simbolismo regional, y lo que nos compete es descifrar cuáles son las piezas de ese simbolismo en lo que a El Salvador se refiere.
Específicamente, de seguro lo más importante para nosotros es que se ha reafirmado la idea de una alianza estratégica, que si bien tiene como cara más visible el tema candente de la seguridad subregional, implica también aspectos de viabilidad económica, de fortalecimiento de las instituciones y de sostenibilidad de la racionalidad política. El hecho de que los constructores del itinerario de la gira escogieran a El Salvador en el área latinoamericana que va desde Perú hasta México tiene desde luego un sentido: destacar un lugar en el que se viene dando una transición política muy sólida, en el que hay condiciones para construir más y mejor institucionalidad y en el que esas dos cosas básicas pueden sostener un desarrollo social y económico más seguro.
La visita de Obama es una señal mucho más que un proyecto. Ahora tendría que venir la lectura comprensiva de esa señal, que hay que hacer mutuamente entre El Salvador y Estados Unidos, para darle vida al proyecto que tiene, por supuesto, muchas ramificaciones posibles. Al hacer un análisis intensivo de primera mano sobre los resultados de la visita, el Presidente Funes habla de que nuestro país debe prepararse para ser contraparte en la alianza aludida, que si bien es entre desiguales no es de dependencia al estilo tradicional. Y, según sus propias palabras, la contrapartida debe darse en tres órdenes: el político, el institucional y el económico.
Hay un dato que se ha mencionado poco como aporte colateral pero importantísimo de esta visita: la reacción positiva del FMLN frente a la misma. Uno de los factores más generadores de inquietud y desconfianza en el ambiente es la ambigüedad en que el FMLN ha parecido refugiarse ante el tipo de alternancia que le toca sobrellevar. En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, esta visita ha servido para esclarecer bastante las cosas, en el presente y con miras al futuro. Porque, aunque es decisivo para el ahora, no basta con que el Gobierno le apueste decididamente a fortalecer dicha relación en todo lo que representa: hay que contar con ciertas seguridades de futuro, más allá del 31 de mayo de 2014, e independientemente de quién asuma al día siguiente.
Hay temas nacionales de alta intensidad que siguen palpitando, como el del tan llevado y traído “pacto fiscal”. Habría que manejarlo con menos retórica del dime que te diré y con más sensibilidad práctica. Es un punto vital, por supuesto, y por eso no tendría que tratarse como una cohetería momentánea, sino como un desafío al que hay que aplicarle la inteligencia estratégica indispensable. En todo sentido, este es momento para la serenidad activa y proactiva, que es sin duda una de las lecciones principales del Presidente Obama desde que estuvo en campaña.
Necesarias reflexiones después de la visita del Presidente Obama
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