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2011/03/26

Co Latino-Tehuacán descrito por el Dr. Darío González en 1895 | 25 de Marzo de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

Ramón D. Rivas.26 de Marzo. Tomado de Diario Co Latino.

Por la relevancia histórica y cultural que representa el sitio arqueológico de Tehuacán —para muchos desconocido— he tomado a bien compartir con ustedes, estimados lectores, un interesante artículo publicado, en junio de 1895, por el educador doctor Darío González en la revista La Universidad (Serie III, Número 6, San Salvador), que gentilmente el arqueólogo Paul Amaroly me proporcionó y que hago otra vez público, sobre todo en estos momentos en que nosotros los salvadoreños estamos tratando de poner en la palestra nuestro patrimonio cultural como importante referente identitario. Y es que Tehuacán es uno de los principales sitios arqueológicos de El Salvador, y, hasta el momento, son mínimos los esfuerzos que las administraciones anteriores han hecho para su investigación y protección. Como muy bien lo cita Paul Amaroly, “desde hace 150 años, las publicaciones de varios viajeros han registrado sus impresiones de las pirámides y otros rasgos. En 1977, la Asamblea Legislativa incluyó Tehuacán en un listado de sitios nombrados como monumentos nacionales, con lo cual se reconoció su importancia, sin tomar otras acciones”. Sin más, Tehuacán es un centro principal del período clásico tardío (600 a 900 d.C.), y probablemente fue una capital regional. Aunque esto corresponde con la época del auge de los mayas. Tehuacán pertenecía a una antigua etnia diferente, también representado en el sitio salvadoreño de Quelepa. Su centro monumental cuenta con más de 25 estructuras dentro de un área no definida de hectáreas. La Secretaría de Cultura de la Presidencia, en la actualidad está en los preparativos para iniciar con la delimitación de este importante lugar. Este sitio arqueológico, que hoy comparten los municipios de Tecoluca y San Vicente, posee una amplia zona residencial que rodea su centro monumental, dándole una extensión total ligeramente mayor de que un kilómetro cuadrado. Y es que —como muy bien lo describe Amaroly—, “la ubicación de Tehuacán es pintoresca en lo extremo, con el fondo dramático del volcán de San Vicente, por cuyas faldas se desplaza la antigua ciudad”. Pero bien, en su interesante descripción, el doctor González escribió: El sabio arqueólogo Mr. Desire Charmay —a quien tanto le debe la ciencia americana— explica las emigraciones de los toltecas después de haber descendido de la California a México, a consecuencia de la destrucción de su imperio, considerando dos ramas: una, la rama Norte, que siguió las orillas del golfo de México, fundando en su tránsito varias ciudades, hasta las de Copán y Quiriguá, en Centroamérica; y la otra rama, la Sur, que siguió las costas del Pacífico, deteniéndose en Tehuantepec para llegar a Guatemala, donde fundó los principados de Utatlán, Xelajú, Itatlán y Patinamit, encontrándose en Copán con la rama Norte . Esta rama Sur es, probablemente —en nuestro concepto— la fundadora del principado de Tehuacán, pues el mismo Mr. Charnay supone algunas líneas o indiciarios secundarios, además de los principales: “No hay para qué decir. Dice que aquí solo se comprenden las grandes líneas. Prescindiéndose de una porción de localidades podríamos citar, aparte de otras muchas de las que no tenemos noticias y que se descubrirán algún día”.  Debe ser también la misma rama Sur en cuestión la de los xuchitepeques y pipiles, que ingresaron a El Salvador procedentes de Chulután. Los tehuacanes eran terrapleneros (mound builders), como los antiguos nahoas de Ohio y de Mississippi, en los Estados Unidos de América. En tal concepto, se ve que la civilización de Tehuacán es la misma que la de otras ciudades de Centroamérica. Es una lástima que no se encuentren monolitos esculpidos, capiteles ni columnatas u otra especie de vestigios del arte arquitectónico de aquel pueblo. Por los restos que se conservan, se puede deducir que la civilización y artes de Tehuacán muy poco difieren de las de Copán y Quniguá. La localidad de Tehuacán, que ocupa casi el centro de la República, aproximándose al Pacífico, es una de las mas bellas y pintorescas de El Salvador; posee elementos y condiciones admirables para el establecimiento de una gran ciudad: aguas potables, terrenos fértiles, clima saludable no muy cálido (26º centígrados) y factibilidad de comunicaciones hacia el océano Pacífico, para el comercio extranjero. El lugar es encantador; con una vista soberbia hacia el mar, del que dista muy pocas leguas. A esto debe agregarse que es un punto militar de primer orden. Si con un esfuerzo creativo quisiéramos reconstruir la ciudad de Tehuacán, levantando de aquellas solitarias ruinas los templos de sus dioses, palacios de sus príncipes y nobles, los castillos de los guerreros y las casas y limpias cabañas de los plebeyos y macehuales, nos hallaríamos en medio de un numeroso pueblo, activo, laborioso y lleno de vida, de costumbres sencillas y valiente en la guerra. No escasearían los jardines de perfumadas flores —que los indios sabían cultivar con gusto y esmero— ni las bellas mujeres, ni las fiestas y alegres bailes a los que eran tan aficionados. Felices habitantes de aquel encantado “Edén”: no queda de vosotros más que un puñado de polvo. El tiempo todo lo destruye o transforma; y hasta mucho resulta ser el que se conserven algunos rastros humanos y vestigios de cosas en Tehuacán. Damos el nombre de objetos precolombinos, denominación ya adoptada en el lenguaje arqueológico, a todos los productos de arte indígenas antes del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Los de las ruinas de Tehuacán —que se hayan dentro de los túmulos y otros lugares— consisten en esculturas toscas de piedra, esferas, anillas de la misma materia, piedras de moler finamente trabajadas, modelos de ídolos, animales, máscara, cabezas humanas, vasijas, otros utensilios de uso doméstico. No hemos encontrado la escultura que menciona Squier, ni se sabe quién la posee a la fecha. Examinando con atención estos objetos, se confirma uno en la idea de que pertenecen a una rama de emigrantes antigua, mexicas o toltecas, pues son enteramente semejantes a los de Teotihuacán y otras ciudades primitivas de México. Relativo a las cabezas y máscaras, las hay —en la colección que poseemos— de facciones bastantes regulares, con esa severidad característica de la raza indígena. En algunas las frentes son levantadas y, en otras,  deprimidas, la nariz aplastada o aguileña, con ojos rectos u oblicuos como los de los chinos. Las mandíbulas proñatas, señaladas por Mr. Charnay en las cabezas y máscaras de Teotihuacán, también se observan en las de Tehuacán.  Las vasijas son de formas curiosas y variadas. Algunas están adornadas con dibujos de personajes o guerreros de puro estilo mexicano, que conservan sus colores, dominando el rojo. Reliquias de esta clase se encuentran esparcidas en gran cantidad por muchos lugares de la República. La voz tehuacán puede tener dos significaciones: Tetlhuacán, que se descompone en tetl = piedra; y hua = partícula, que indica posesión; y can = lugar. Sería, pues, “Lugar donde hay piedras”, las que en realidad abundan. Teotlhuacán, que se descompone en teotl = dios; y hua y can, esto es, “Ciudad donde está Dios” o “Ciudad de Dios”.

Tehuacán descrito por el Dr. Darío González en 1895 | 25 de Marzo de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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