Alirio Montoya.30 de Marzo.Tomado de Diario Co Latino.
Cuando se estudia marxismo con la debida puntualidad, se corre el riesgo latente de embarcarse en un escenario de bifurcaciones producto de un litigio interno del ser, engendrado por esa delicada lectura del marxismo; lo cual puede conducir a varios lectores hacia una crisis de valores, tanto en cuanto, por no ser consecuente con lo que se dice y con lo que hace, conlleva a un descalabro ideológico, moral y ético, que desemboca muchas veces en la renuncia de la lucha por las transformaciones sociales y deciden plegarse cómodamente al orden establecido. Por eso, para leer marxismo hay que asegurarse de tener los pies bien afincados en la tierra para saber sobre qué terreno es en el que pretendemos adentrarnos. Solamente al percatarnos de esa realidad podremos aventurarnos a continuar ese sinuoso pero humanístico camino. La moral marxista y su ética requieren de una entrega sin ambigüedades a la lucha por las transformaciones sociales.
Hay que aclarar que el marxismo no necesariamente siempre conduce a una dispersión, pero la moral marxista inmersa en el mismo de manera implícita hace tortuoso el camino hacia él. De ahí que, como lo señala Alan Woods, hay marxistas de todo tipo; existen unos que no abandonan el sillón y las pantuflas, otros que se quedan anclados en un marxismo economicista e historicista a la vez; pero otros conciben el marxismo apegado a la idea calvinista de la predeterminación de las cosas. Existen algunos intelectuales de elite que estudiaron marxismo y se volvieron revisionistas, otros que critican el marxismo sin saber a qué se refiere –aun siendo intelectuales-, pero también existen los marxistas que sí son consecuentes con lo que dicen y con lo que hacen. Por último, el marxismo conduce al anarquismo, anarcosindicalismo, comunismo libertario o al socialismo libertario.
No pretendo desglosar todas esas ramificaciones del marxismo por cuestiones de espacio y tiempo. Mejor, de manera aleatoria, escogeré hablar sobre el Socialismo Libertario, porque ha sido una corriente filosófica-política muy mal interpretada, bien adrede o por ignorancia plena. Muchos anarquistas son contemporáneos de Marx. Eso debe quedar bien claro. El problema que los anarquistas vieron en Marx y en los marxistas, es que el planteamiento marxiano nos indica que necesariamente hay que establecer la dictadura del proletariado; pero los anarquistas pensaron y piensan todavía que eso conlleva a un inminente riesgo, lo cual ha sido comprobado más allá de toda duda. China, la URSS, el bloque socialista de Europa del Este, incluso Corea del Norte y Vietnam son ejemplos bien ilustrativos del problema que venían venir los anarquistas.
Decían los anarquistas que no se iba a instaurar la dictadura del proletariado, sino, la dictadura del partido; en donde su clase direccional o gobernante, iba a desplazar a los burgueses y oligarcas, del mismo modo como los burgueses del siglo XIX desplazaron a los señores feudales. Por esa razón el maestro Noam Chomsky señala que –en el caso particular de la democracia representativa norteamericana-“la crítica de un anarquista radica en dos razones. Primero, porque se ejerce un monopolio del poder centralizado en el Estado y, segundo, -críticamente hablando-, porque la democracia representativa está limitada a la esfera política sin extender de un modo consecuente su carácter al terreno económico”. Y Chomsky hace el siguiente enlace, “Es decir, que mientras haya ciudadanos que estén obligados a alquilarse en el mercado de mano de obra a quienes interese emplearlos para sus negocios, mientras la función del productor esté limitada a ser utensilio subordinado, habrán elementos coercitivos y de opresión francamente escandalosos que no invitan ni mucho menos a hablar en tales condiciones de democracia, si es que tiene sentido hacerlo todavía”.
Pero, el anarquismo no debe entenderse como el desaparecimiento total y radical del Estado. Lo más probable –dice Chomsky-, “es que los defensores de la anarquía o del anarquismo sean partidarios de que no haya policía, pero no de que deba prescindiese de las normas del tráfico. Yo querría empezar diciendo que el término anarquismo abarca una gran cantidad de ideas políticas y que yo prefiero entenderlo como la izquierda de todo movimiento libertario. Desde estas posiciones podríamos concebir el anarquismo como una especie de socialismo voluntario, es decir: como un socialismo libertario, o como un anarcosindicalismo, o como un comunismo libertario o anarquismo comunista, según la tradición de Bakunin, Kropotkin y otros. Estos dos grandes pensadores proponían una forma de sociedad altamente organizada, aunque organizada sobre la base de unidades orgánicas o de comunidades orgánicas”.
El planteamiento aquí descrito estriba justamente en que el poder se debe ejercer de abajo hacia arriba, porque las cúpulas gobernantes no representan los intereses de la clase trabajadora; por tanto, es preciso crear los consejos obreros. Esto para muchos intelectuales de izquierda y de derecha les parece que es algo utópico. Por supuesto, cuando se ven amenazados sus intereses mezquinos no les queda otra alternativa que tratar de desfigurar la idea planteada por Bakunin que, dicho sea de paso, también estudió a Marx. Por ello es que Adolf Fischer decía que «todo anarquista es socialista, pero no todo socialista es necesariamente anarquista.» Es decir, que el socialismo científico fue fundado por Carlos Marx y Federico Engels; de ahí surgen los que enarbolan las banderas del anarquismo, por los mismos vacíos que le veían a la teoría marxista, crean el Socialismo Libertario.
Finaliza diciéndonos el maestro Noam Chomsky algo que merece mucha reflexión en esta coyuntura política: “el anarquista consecuente debe ser socialista, pero socialista de una clase particular. No sólo se opondrá al trabajo alienado y especializado y aspirará a la apropiación del capital por parte del conjunto de los trabajadores, sino que insistirá, además, en que dicha apropiación sea directa y no ejercida por una elite que actúe en nombre del proletariado. Se opondrá, en suma, a la organización del trabajo por los gobernantes. Eso significa socialismo de Estado, el gobierno de los funcionarios del Estado sobre la producción y el gobierno de los científicos, directivos y funcionarios sobre el comercio (...) El objetivo de la clase trabajadora es su liberación de la explotación. Este objetivo no se alcanza ni puede ser alcanzado por una nueva clase dirigente que se coloque a sí misma en el lugar que antes ocupaba la burguesía. Únicamente lo harán realidad los trabajadores, haciéndose cargo ellos mismos de la producción”.
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