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2011/03/29

Contra Punto-Libia frente al imperialismo humanitario - Noticias de El Salvador - ContraPunto - Noticias de El Salvador - ContraPunto

 Entrevista a Jean Bricmont, físico y filósofo belga, miembro del Tribunal de Bruselas

Por Grégoire Lalieu.29 de Marzo.Tomado de Contra Punto. 

BRUSELAS - Kosovo, Irak, Afganistán: los partidarios de una intervención en Libia ¿no han aprendido la lección? 

Jean Bricmont es profesor de física en la Universidad de Louvain la Neuve, Bélgica. En su último libro, “Imperialismo Humanitario”, nos explica porqué el derecho de injerencia es incompatible con la paz en el mundo y perjudica a las causas humanitarias. A menos, evidentemente, que dichas causa no sean más que pretextos…

Es sobre todo conocido en el mundo hispano por su libro –coescrito con el físico norteamericano Alan Sokal— “Imposturas intelectuales”, un brillante y demoledor alegato contra la sedicente izquierda académica relativista francesa y norteamericana, en boga en los últimos lustros del siglo pasado.

¿Puede recordarnos en qué consiste el imperialismo humanitario?

Es una ideología que pretende legitimar la injerencia militar contra países soberanos en nombre de la democracia y de los derechos del Hombre. La motivación siempre es la misma: una población es víctima de un dictador y por lo tanto hay que actuar. Entonces nos sacan las referencias a la Segunda Guerra mundial, a la guerra de España y otras. Se trata de hacer aceptable la intervención. Es lo que pasó en Kosovo, Irak o Afganistán.

Y ahora ¿es el turno de Libia?

Hay una diferencia, porque en este caso está autorizada por una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero esa resolución ha sido votada en contra de los principios mismos de la Carta de las Naciones Unidas. Efectivamente, no veo ninguna amenaza exterior en el conflicto libio. Se ha recurrido a la noción de la “responsabilidad de proteger” a la población, pero quemando un poco las etapas. Además, no hay pruebas de que Gadafi masacre a la población simplemente con el objetivo de masacrarla. Es algo más complicado: se trata más bien de una insurrección armada y no sé de ningún gobierno que no reprima este tipo de insurrección. Evidentemente, hay daños colaterales y muertos entre los civiles. Pero si los Estados Unidos saben cómo evitar tales daños, que vayan a explicarlo a los israelíes y que se lo apliquen a sí mismos en Irak y en Afganistán. Tampoco hay ninguna duda de que los bombardeos de la coalición también van a provocar pérdidas civiles. Por lo tanto, pienso que desde un punto de vista estrictamente legal, la resolución del Consejo de Seguridad es discutible. En realidad, es el resultado de años de presión para el reconocimiento del derecho de injerencia que en este caso se legitima.

Sin embargo, incluso entre las izquierdas mucha gente piensa que había que intervenir en Libia para detener la masacre. ¿Cree que es un error de juicio?

Sí, y por varias razones. En primer lugar, esta campaña establece el reino de la arbitrariedad. En efecto, el conflicto libio no tiene nada de excepcional. Hay muchos otros en el mundo, ya sea en Gaza, Bahrein o, hace algunos años, en el Congo. En este último caso estábamos ante el cuadro de una agresión exterior por parte de Rwanda y de Burundi. La aplicación del derecho internacional habría permitido salvar millones de vidas pero no se hizo. ¿Por qué? Además, si se aplican los principios de injerencia que subyacen en el ataque contra Libia, esto significa que todo e mundo puede intervenir en todas partes. Imaginemos que los rusos intervinieran en Bahrein o los chinos en Yemen: sería la guerra generalizada y permanente. Una gran característica del derecho de ingerencia es, en consecuencia, el no respetar el derecho internacional clásico. Y si hubiera que modificar el derecho internacional con nuevas reglas que legitimaran el derecho de ingerencia, ello desembocaría en la guerra de todos contra todos. Es un argumento al que los partidarios del derecho de ingerencia nunca responden. Finalmente, estas ingerencias refuerzan lo que yo llamo el “efecto barricada”: todos los países que están en el punto de mira de los Estados Unidos van a sentirse amenazados y van a intentar reforzar su armamento. Hemos visto lo que pasó con Saddam. Por cierto, Gadafi declaró a la liga árabe: “Acaban de ahorcar a un miembro de esta liga y no habéis dicho nada. Pero lo mismo puede ocurriros a vosotros, ya que, aunque todos vosotros seáis aliados de los Estados Unidos, Saddam también lo fue anteriormente”.

Actualmente se reproduce lo mismo con Gadafi y la amenaza que pende sobre muchos Estados puede relanzar la carrera armamentística. Rusia, que no es precisamente un país desarmado, ya ha anunciado que iba a reforzar sus tropas. Pero esto puede ir incluso más lejos: si Libia tuviera armamento nuclear jamás habría sido atacada. Desde luego, esta es la razón por la que no se ataca a Corea del Norte. La izquierda que apoya la intervención en Libia debería pues darse cuenta de que la consecuencia de la ingerencia humanitaria es el relanzamiento de la carrera armamentística y a largo plazo, la creación de lógicas de guerra.

Sin embargo, esta intervención militar contra Gadafi ¿no podría considerarse un mal menor?

Hay que pensar en las consecuencias. Ahora que las fuerzas occidentales están comprometidas es evidente que tendrán que llegar hasta el fin, derrocar a Gadafi e instalar a los rebeldes en el poder. ¿Qué va a pasar entonces? Libia parece dividida. Si hay resistencia en Trípoli ¿Occidente va a ocupar el país y embarcarse en una guerra sin fin como en Irak o Afganistán? Pero, imaginemos que todo va bien: la coalición se deshace de Gadafi en unos cuantos días, los rebeldes toman el poder y el pueblo libio está unido. Todo el mundo está contento ¿y después? No creo que Occidente vaya a decir: “Ya está, hemos hecho esto porque somos buenos y respetamos los derechos del Hombre. Ahora podéis hacer lo que queráis”. ¿Qué pasará si el nuevo gobierno libio parece demasiado musulmán o no limita correctamente los flujos migratorios? ¿Creéis que se les va a dejar actuar? Es evidente que después de esta intervención el nuevo gobierno libio será prisionero de los intereses occidentales.

Si la intervención militar no es la solución, entonces ¿qué  hacer?

En primer lugar habrían debido ensayarse honestamente todas las soluciones pacíficas. Quizás no habría funcionado, pero respecto ha habido una voluntad manifiesta de rechazar estas soluciones. Es desde luego una constante en las guerras humanitarias. Por lo que respecta a Kosovo había propuestas serbias muy detalladas para llegar a una solución pacífica pero fueron rechazadas. Occidente incluso impuso condiciones que hacían imposible cualquier negociación, como la ocupación de Serbia por tropas de la OTAN.

En Afganistán, los talibanes propusieron hacer juzgar a Ben Laden por un tribunal internacional si se les aportaban pruebas de su implicación en el atentado del World Trade Center. Estados Unidos lo rechazaron y bombardearon.

En Irak, Saddam había aceptado el retorno de los inspectores de la ONU así como numerosas condiciones enormemente apremiantes. Pero nunca era suficiente.

En Libia, Gadafi había aceptado un cese el fuego y había propuesto el envío de observadores internacionales. Los observadores no fueron enviados y se ha dicho que Gadafi no había aceptado el cese el fuego. Occidente también rechazó la propuesta de mediación de Chávez, que sin embargo fue aprobada por numerosos países latinos así como por la Organización para la Unidad Africana. Respecto a esto me enfurezco cuando oigo a gente de izquierda, en Europa, denunciar la horrible Alianza Bolivariana que sostiene al dictador Gadafi. ¡Esta gente no ha comprendido nada! Los dirigentes latinos son personas en el poder con importantes responsabilidades. No son izquierdistas insignificantes que parlotean en su rincón. Y el gran problema de estos dirigentes es la ingerencia de los Estados Unidos; cuanto menos puedan los Estados Unidos hacer lo que quieran en cualquier parte del mundo, mejor será para todos los países que intentan emanciparse de su tutela y para todo el mundo.

Si la injerencia humanitaria no es más que un pretexto ¿cual es el objetivo de esta guerra?

Las revoluciones árabes han sorprendido a los occidentales que no estaban suficientemente bien informados de lo que ocurría en el Magreb y en Oriente Medio. No pongo en entredicho que haya buenos especialistas de la cuestión, pero con frecuencia no son suficientemente escuchados a un cierto nivel de poder y desde luego se quejan de ello. Ahora pues, puede que los nuevos gobiernos egipcio y tunecino no se alineen con los intereses occidentales y, por consiguiente, podrían ser hostiles a Israel. Para asegurarse el control de la región y proteger a Tel-Aviv, los occidentales probablemente quieran deshacerse de los gobiernos ya hostiles a Israel y a los occidentales. Los tres principales son Irán, Siria y Libia. Puesto que este último es el más débil, se le ataca.

¿Puede funcionar eso?

Occidente soñaba con dominar el mundo, pero desde 2003, con el fiasco irakí, se ve que no es capaz de ello. Antes, los Estados Unidos podían permitirse derrocar dirigentes que ellos mismos habían llevado al poder, como Ngô Dinh Diêm en Vietnam del Sur en los años 60. Pero Washington ya no tiene la posibilidad de hacer esto hoy en día. En Kosovo, Estados Unidos deben arreglárselas con un régimen mafioso. En Afganistán todo el mundo dice que Karzaï es un corrupto, pero no tienen alternativa. En Irak también deben acomodarse con un gobierno que está lejos de convenirles totalmente. De bien seguro que el problema también se presentará en Libia. Un irakí me dijo una vez: “En esta parte del mundo no hay liberales en el sentido occidental del término, excepto algunos intelectuales bastante aislados”. Como Occidente no puede apoyarse en dirigentes que compartan sus ideas y defiendan totalmente sus intereses, intenta imponer dictaduras por la fuerza. Pero evidentemente esto crea un desfase con las aspiraciones de la base popular. Además, este procedimiento resulta un fracaso y la gente no debería engañarse acerca de lo que pasa. Occidente, que creía poder controlar al mundo árabe con marionetas como Ben Alí y Mubarak, se diría de pronto: “Todo era falso ¿vamos ahora a apoyar la democracia en Túnez, en Egipto y en Libia? “. Es tanto más absurdo teniendo en cuenta que una de las grandes reivindicaciones de las revoluciones árabes es el derecho a la soberanía. Dicho de otra forma ¡no a la injerencia! Occidente debe resignarse: el mundo árabe, lo mismo que África y el Caribe, no le pertenece. De hecho, las regiones donde Occidente interviene más son las menos desarrolladas. Si se respeta su soberanía estas regiones podrán desarrollarse, como lo ha hecho Asia y como sin duda lo hará América latina. La política de injerencia es un fracaso para todo el mundo.

¿Cuál es la alternativa entonces?

En primer lugar hay que saber que la política de injerencia necesita un presupuesto militar importante. Sin el apoyo de Estados Unidos y su presupuesto militar delirante, Francia y Gran Bretaña no se habrían comprometido. Pero todos estos medios puestos a disposición no caen del cielo. Este presupuesto se basa en préstamos de la China que conllevan déficits para Estados Unidos y todo tipo de problemas económicos. Raramente se piensa en ello. Además, se nos repite constantemente que no hay dinero para la educación, la investigación, las pensiones, etc. ¡Y de repente aparece una gran cantidad de dinero para hacer la guerra en Libia. Una cantidad ilimitada, puesto que no se sabe cuánto tiempo va a durar esta guerra! Por otra parte ya se está gastando dinero para nada en Afganistán. Hace falta, por lo tanto, otra visión política y, a mi parecer, suiza es un buen ejemplo. Este país consagra su presupuesto militar únicamente a la protección de su territorio. Los suizos tiene una política de no intervención coherente, puesto que su ejército, por principio no puede salir de su territorio. Podría decirse que Suiza deja que Gadafi masacre a los insurgentes pero, en primer lugar, ella nunca ha cometido un genocidio u otras masacres, incluso si su política puede ser criticada a otros niveles (banca o inmigración). Y, en segundo lugar, si todo el mundo hiciera como Suiza, por las razones que ya he explicado anteriormente, el mundo iría mucho mejor. Las guerras y los embargos siempre tienen consecuencias desastrosas. A mi parecer, la mejor alternativa es la cooperación con distintos países, sean cuales sean sus regímenes. A través del comercio, pero no el de armas evidentemente, las ideas circulan y las cosas pueden evolucionar, sin guerra. Se pueden discutir las modalidades: comercio justo, ecológico, etc. Pero el comercio es una alternativa mucho menos sangrienta que las sanciones y los embargos, que son la versión soft de las guerras humanitarias.

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