EDH-Editorial-La primavera árabe que conmociona al mundo

 En Europa se habla de "la primavera árabe" recordando el movimiento libertario de Checoslovaquia contra la ocupación y la dictadura soviéticas

29 de Marzo.Tomado de El Diario de Hoy.

 

Assad, el déspota corrupto de Siria, ha cogido a balazos a las manifestaciones en su contra, como lo viene haciendo Gadafi desde el inicio de las revueltas en Libia.

Assad es el "segundo de la dinastía" fundada a sangre y fuego por su padre, entre cuyas proezas se cuenta el haber bombardeado una ciudad siria a un costo de más de treinta mil muertos para sofocar una rebelión.

Las dictaduras árabes, sean monárquicas, militares, de jeques o sultanes, declaran que si ellas caen la anarquía les sucederá, lo que en parte es cierto: esos desafortunados pueblos no han podido formar instituciones, por lo que dependen de la voluntad de un dictador y de su argolla desde la más remota Antigüedad.

Por lo mismo en Europa se habla de "la primavera árabe" recordando el movimiento libertario de Checoslovaquia contra la ocupación y la dictadura soviéticas.

En 1968 los checos se levantaron contra un régimen opresivo apuntalado por el ejército ruso, gesta liderada por Alexander Dubceck, la intelectualidad checa, estudiantes y obreros, las clases sociales en cuyo nombre regía la dictadura de Antonín Novotny.

El movimiento no levantó vuelo, pero a diferencia de la carnicería perpetrada por los rusos en Hungría doce años antes, hubo entendimientos, estrangularon a pocos y las condiciones de los checos mejoraron. Dubceck resurgió más tarde al derrumbarse el glorioso "bloque socialista de naciones", un colapso causado por la podredumbre moral e institucional que sufría.

Lo mismo, como bien saben nuestros lectores, está sucediendo actualmente en el mundo árabe desde la expulsión de Ben Alí, el saqueador de Túnez. A Túnez le siguió Egipto, luego Baréin, después Yemen, más tarde Libia y, desde hace pocos días, Siria.

En Egipto, como en Túnez, hubo relativamente poca mortandad, pues el ejército rápidamente tomó control de la situación. Lo que resta por saber es si los pueblos que vayan liberándose podrán establecer regímenes democráticos y cuán grande es el peligro de que los fundamentalistas, en nombre de "dios", impongan teocracias al estilo de la iraní o la de los talibanes.

A esto se suma otro factor: la liberación de la mujer, que hasta hoy es como un ser de segunda clase, despojada de derechos y libertades usuales en Occidente. La pauta la establecerá Egipto, pues con todos los fanatismos que imperan es donde las mujeres están menos oprimidas, en parte por el alto porcentaje de cristianos coptos que tiene la población.

No hay nuevas justicias por inventar

Las revueltas han sacado a luz lo que muchos sabían y otros imaginaban: lo descomunal del saqueo infligido por los corruptos sobre sus pueblos, al punto que se calcula en decenas de billones de dólares las fortunas amasadas por ellos, sus familias y sus secuaces. El harén de Gadafi es un ejemplo, mujeres que además están entrenadas para servir como una especie de guardia personal lista para matar.

Como lo hemos reiterado, "no hay nuevas justicias por inventar" y es inválida la pretensión de que existan esquemas humanos, racionales y fundamentados en la moral, que se diferencien en sus rasgos esenciales de lo que prevalece en Occidente. Por ello en China, Japón y Corea del Sur, como en la Península Malaya y la Indochina, lo que se ha ido imponiendo es el orden jurídico de Occidente.

No hay justificación para ametrallar mezquitas o bombardear ciudades, ni menos imponer regímenes de terror.

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