Manuel Hinds.25 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.
Durante la guerra el FMLN organizó una campaña muy efectiva para desprestigiar al país interna y externamente. La campaña continuó con fuerza al final de la guerra, con tanta fuerza que la imagen negativa del país que surgía de ella opacó el gran logro de la paz. El Salvador siguió siendo para los extranjeros el país más pobre de Latinoamérica, el que menos ha crecido desde hace muchos años, el que tiene la mayor desigualdad de ingresos, el que no tiene esperanza.
Ciertamente que el país tiene enormes problemas y que para resolverlos es necesario conocerlos. Negarlos es negativo. Pero más negativo es exagerarlos o inventarlos, como lo ha hecho el FMLN desde los años de la guerra y después de ella, hasta este mismo momento. Por supuesto, el hablar mal del país tiene un impacto muy negativo en la inversión extranjera. Tiene un impacto aún peor en la población del país, deteriora la inversión, incentiva la emigración e introduce una actitud de negativismo en la ciudadanía que desincentiva toda actividad positiva.
Por la mayor parte de este tiempo el FMLN hizo su destructiva labor como fuerza de oposición; ahora lo hace desde el gobierno. La motivación de hacerlo en la oposición era desprestigiar al partido en el gobierno para ganar votos en las elecciones; la motivación ahora que están en el gobierno es justificar su propia incompetencia en la solución de los problemas del país.
El que el gobierno se queje de que los problemas del país tienen un impacto todavía más grave en la población y en el extranjero porque, como mínimo, hace pensar a todos que el gobierno no tiene soluciones para los problemas del país. En el peor de los casos, da la impresión de impotencia que generan los gobiernos de países que van en camino de convertirse en estados fallidos. Al fin y al cabo los estados fallidos son aquellos en los que los gobiernos dejan de ser efectivos, tiran la toalla y buscan excusas en vez de soluciones. Esta desesperanza genera aún menos inversión, más desorden social, más crimen y más emigración.
La campaña de décadas de degradar al país ha sido tan exitosa que hasta un artista de cine norteamericano se refirió al "maldito El Salvador" como el peor lugar que podía ocurrírsele.
No puede permitirse que el país siga en esa caída libre. El presidente es la persona que debería de trabajar para revertir esta depresión nacional y liderar el crecimiento, recordándole al pueblo cómo El Salvador ha tenido éxitos tremendos que puede repetir en otras dimensiones, si en vez de dividirse en luchas de clases se une todo para lograr un objetivo común. Pero el presidente es el más negativo de los negativos y tiende a hablar mal del país y a provocar la lucha de clases que destruye la posibilidad del progreso. En estas circunstancias, es la ciudadanía responsable la que tiene que darse a la tarea de hacer consciencia de que aunque los problemas del país son serios, no son irresolubles en manos de una administración seria y responsable.
La gente tiene que recuperar la confianza en su capacidad de resolver sus problemas, y realizar que el hecho que una administración incompetente no puede resolverlos no quiere decir que no pueden resolverse. La gente tiene que entender también que una actitud negativa, como la que el FMLN ha inyectado en la población, sólo conduce a confrontaciones intestinas y nunca a acciones positivas para lograr el progreso. Tiene que cambiar su actitud, de "aquí no se logra nada" a una de "vamos a lograrlo", una actitud que por cierto fue en una época lejana característica de los salvadoreños.
Para realizar este cambio es necesario recuperar la verdad de nuestro país, que ha sido distorsionada grotescamente. Un par de ejemplos son suficientes para mostrar lo grotesco de las mentiras. No es verdad que El Salvador tenga un defecto estructural que le impide crecer. Como se ve en la tabla adjunta, en el largo plazo El Salvador ha tenido la cuarta tasa de crecimiento más alta de Latinoamérica (la capacidad de crecimiento estructural debe medirse en plazos largos precisamente por ser estructural). No es cierto que tengamos una de las distribuciones más bajas de ingreso en Latinoamérica; de hecho, es de las mejores. Sí es cierto que tenemos problemas serios de falta de inversión y de altísima criminalidad. Pero ambos problemas pueden resolverse con una actitud positiva y capacidad en el gobierno. El Salvador ha resuelto problemas así de graves y puede resolver estos también.
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