Escrito por Francisco Serrano.01 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.
La cada vez más crítica temática ambiental de El Salvador podría estar perdiendo mucha credibilidad y apoyo, en particular si esto se mide con las acciones concretas que se están tomando para confrontarla. Esto a pesar de la dimensión e implicaciones del cambio climático, la extinción de especies, el deterioro de la salud por la contaminación, las catástrofes “naturales” y muchos problemas más, que parecen estarse intensificando en nuestro país. Uno de los principales causantes de esta situación contradictoria y contraproducente podría estar radicado en una causa muy poco percibida a pesar de su creciente dimensión: el ambientalismo oportunista.
Innegablemente, mucho actuar ambientalista en El Salvador tiene valor e impacto positivo a través de mensajes y esfuerzos que buscan concienciar y sobre todo resolver problemas ambientales serios que amenazan nuestros cimientos de desarrollo social y económico. Pero está claro que mucho (¿demasiado?) ambientalismo se está convirtiendo en un modus vivendi oportunista y peligroso. Y esto desde niveles básicos de conferencistas, asesores independientes y de ONG hasta algunos “expertos” de organismos internacionales.
Entre otras cosas, un número cada vez mayor de ONG parece estar quedando atrapado en un juego de cortejo de fondos cada vez más orientados a su propia supervivencia que a la solución de problemas. Muchas de estas ONG son fáciles de identificar, pues saltan de temáticas y objetivos como colibríes de flor en flor, presentándose cada vez más como “profundos conocedores” de temas en los cuales... ¡no tienen un solo experto! Un poco de intuición, sentido común, lenguaje apropiado y lectura, una cucharadita de azúcar, y ¡zas! Aparecen expertos instantáneos en temas tan complejos como manejo de ecosistemas, energías renovables y cambio climático.
Entre los resultados más preocupantes está el planteamiento de mucha problemática distorsionada y pocas propuestas realistas de solución. Tanto el público como el Gobierno perciben esto y sus mentes, comprensiblemente, entran en “función rechazo”. Y no es muy difícil ver el amplio precio que se paga por esto y quienes lo pagamos.
En gran medida, muchos donantes son responsables de esto, al entrar con “proyectos moda” usualmente efímeras y superficiales pero con mucho dinero para “administración”. O cuando se dona dinero a ciegas sin indagar adecuadamente sobre resultados o su verdadero y preciso destino y uso. Pues con cada vez más frecuencia los fondos son utilizados para financiar burocracias (a veces sueldos administrativos muy onerosos), o exorbitantes, vagas e intuitivas campañas publicitarias, más que acciones efectivas.
Claramente puede ser un juego muy lucrativo. ONG que saltan de un proyecto a otro sin mayor continuidad o logro son claras advertencias de este síndrome. Síndrome que, sin embargo, no debe negar los beneficios de aquellos que con conciencia, efectividad, continuidad, conocimiento adecuado y esfuerzo decidido han luchado y siguen luchando tenazmente por soluciones ambientales específicas y apropiadas para nuestro país.
Se puede y se debe de mejorar mucho esta situación en el corto plazo. No conviene donar dinero alguno sin indagar minuciosamente sobre el uso exacto de los fondos y los resultados que se esperan lograr con dichas acciones, en un tiempo claramente determinado. Debe analizarse con igual cuidado las credenciales del individuo o de la ONG en la temática específica bajo consideración. Incluso, puede y debe pedirse un organigrama de la ONG y preguntar qué porcentaje de los fondos se utilizarán para gastos propios (“overhead”) y qué porcentaje para las acciones concretas. ¡Nuestro país y medio ambiente se lo agradecerán!
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