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2010/10/14

LPG-Editorial-Evitar que la atmósfera política se siga enturbiando

 Nuestro proceso democrático ha venido desenvolviéndose con suficiente consistencia como para no temer regresiones de signo desastroso para el sistema.

Escrito por Editorial.14 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

Como ya prácticamente se ha iniciado la carrera partidaria hacia las elecciones de 2012, se están dando en el ambiente una serie de gesticulaciones que enrarecen y contaminan aún más la atmósfera política del país, justamente cuando más se necesitan las señales de normalidad que pudieran contribuir a generar la confianza básica para que el proceso nacional continúe desenvolviéndose de manera espontánea y progresiva, conforme a la sana lógica democrática. Temas como la posibilidad de un golpe de Estado o la disolución de la Fuerza Armada no sólo son incongruentes con el fenómeno real que se vive en el país, sino que responden a percepciones obsoletas y provocativas que no tienen ningún asidero en el entorno actual.

Es hora de distinguir de manera precisa e inequívoca lo que son las imágenes partidarias aferradas al pasado de lo que pueden ser las posibilidades realizables del presente. Algunas de las señales que están circulando, como las antes señaladas, anuncian lo que se ve venir como atmósfera preelectoral y electoral en 2012 y sobre todo en 2014. Las fuerzas políticas están empezando a crisparse de nuevo: en el caso de la derecha por la ansiedad de recuperar terreno en medio de múltiples fisuras y fracturas, y en el caso de la izquierda por la compulsión de mantener una especie de triunfalismo revestido de retórica revolucionaria cuando enfrenta tantos problemas para hacer coherente su primera gestión gubernamental.

Pero hay que decir en forma clara que, pese a que la problemática nacional es tan compleja y en muchos sentidos tan apremiante, nuestro proceso democrático ha venido desenvolviéndose con suficiente consistencia como para no temer regresiones de signo desastroso para el sistema. Nuestro proceso es bastante más sólido que los que se dan en los países del entorno inmediato y que muchos de la región latinoamericana, y eso es lo que tenemos que cuidar como un bien histórico que nos ha costado a los salvadoreños tanto empeño y tanto sacrificio.

En tales condiciones, la responsabilidad de las fuerzas políticas y en general de todas las fuerzas nacionales se intensifica, en función de preservar la normalidad democrática y de asegurar que las pruebas sucesivas del proceso vayan teniendo desenlaces naturales. El Gobierno, para el caso, tiene que administrar con especial tino y efectividad las distintas demandas ciudadanas, sobre todo porque la retórica de izquierda tiende a alimentar sin control las tendencias reivindicativas.

Con la anticipación oportuna hay que hacer conciencia ciudadana en el sentido de que lo que más nos conviene a todos, independientemente de las visiones y posiciones ideológicas, políticas, económicas y sociales, es crear y mantener un ambiente de convivencia y de competitividad respetuosas. La democracia no es ni debe ser en ningún sentido una guerra constante: lo que tiene que ser es una competencia pacífica generadora de progreso real y cada vez más equitativo. Y esto no es un ideal, sino una necesidad perfectamente convertible en los hechos.

Es de esperar –y así hay que exigírselo a todas las fuerzas que se mueven en el tinglado nacional– que se comporten con la más absoluta seriedad en el desempeño de sus propias tareas y de cara al país. La naturaleza y la dimensión de los desafíos que enfrentamos como sociedad y como nación no admiten otro tipo de comportamiento. Hay que sustituir de inmediato la retórica irresponsable por la acción consecuente.

Evitar que la atmósfera política se siga enturbiando

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