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2010/10/04

LPG-Editorial-Ecuador: la exaltación populista hizo crisis

Se necesitan dirigentes en plena posesión de su equilibrio emocional básico y ajenos a ese perturbador mesianismo que ha dado en asumir idearios diz que revolucionarios.

Escrito por Editorial.04 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.

El populismo vociferante que resurgió en la región latinoamericana en años recientes ha venido a perturbar profundamente los esfuerzos de democratización pacífica y reconstructiva que comenzaron a emerger cuando se fueron agotando los conflictos revolucionarios que incendiaron muchos de nuestros países desde los años sesenta del pasado siglo. Ese populismo, que es una nueva versión del que se ha reproducido periódicamente en nuestra región, es un detonador de pasiones desbordadas, cuando lo que necesitamos para avanzar hacia el desarrollo es sensatez, realismo y creatividad visionaria.

El gravísimo incidente de insubordinación de un sector de la policía ecuatoriana, a raíz de haberse aprobado una ley que retira prestaciones a los servidores públicos, tuvo inmediata repercusión internacional, porque el Presidente Correa, dentro de los disturbios, fue agredido y luego retenido en un hospital. La Fuerza Armada lo rescató. La reacción en todas partes fue desde luego de condena a los hechos, como tenía que ser. Se empezó a hablar de golpe de Estado, cuando en realidad era evidente desde el principio que se trataba de un malestar manejado en forma violenta. Pero en todo caso, es de reconocer como un hecho muy positivo que desde todas partes se alzaron voces de repulsa contra este tipo de métodos, que transgreden evidentemente las prácticas naturales y legítimas de la democracia.

Está muy vivo aún lo sucedido en Honduras el pasado año, donde sí se dio un atentado golpista contra la institucionalidad establecida. Nadie que sea respetuoso del orden institucional y del imperio de la legalidad quiere que hechos de esa índole se produzcan dentro de nuestros procesos democráticos aún en vías de consolidación. Y en este caso, como en el de Honduras, al hacer el análisis de los hechos hay que hacer una mirada de conjunto que abarque todo el complejo fenómeno, porque también hay que decir que los gobernantes tienen la responsabilidad de actuar con el tino y la cordura debidos, a fin de garantizar el progreso pacífico y ordenado.

La democracia es un ejercicio de constante búsqueda de la armonía y por eso no puede ser una apuesta permanente a la confrontación; tal es la responsabilidad fundamental de los que ejercen funciones de conducción pública. Se necesitan dirigentes en plena posesión de su equilibrio emocional básico y ajenos a ese perturbador mesianismo que ha dado en asumir idearios diz que revolucionarios. Esto no justifica, por supuesto, desbordes quebrantadores de la institucionalidad, como el que se dio en Ecuador; pero tampoco se justifican las constantes incitaciones a las conductas alegadamente reivindicativas de derechos que en realidad constituyen expresiones de autoritarismo egocéntrico.

En los organismos políticos multilaterales debería generarse una dinámica reflexiva sobre todas estas situaciones, que permita ir generando mecanismos preventivos suficientemente efectivos y respetuosos tanto de la autodeterminación como de la interacción que deben imperar entre nuestros países; porque de poco sirve estar teniendo que reaccionar ante hechos consumados, que pueden ser de gravedad imprevisible. Afortunadamente el populismo histriónico parece ir mostrando, con variadas evidencias, su inoperancia fundamental; y, a la vez, cualquier intento de resolver por la fuerza problemas políticos está cada vez más condenado al fracaso.

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