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2010/10/11

LPG-Editorial-Crisis recurrentes en las izquierdas que gobiernan

Estamos seguros de que la onda que cabalga sobre ese caballo de cartón que se ha dado en llamar “socialismo del siglo XXI” tiene los días contados.

Escrito por Editorial.12 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

Como se puede constatar en el decurso de la contemporaneidad, la izquierda política ha tenido la habilidad de hacer sentir que cuando llega al poder es para quedarse ahí indefinidamente; pero la experiencia enseña, en contraste, que esa es sólo una ilusión, porque aun la Unión Soviética, que por decenios hizo creer a tantos a lo ancho del mundo que era un poder que sobreviviría históricamente a todos los demás, se derrumbó de pronto por su propia inviabilidad, luego de un acelerado dominó que había acabado con el llamado “campo socialista” en Europa. Los países comunistas que quedaron lo hicieron como museos, que es el caso de Cuba, o como salvaguardas totalitarias de la implantación de un capitalismo urgente, como es el caso de China.

En América Latina, luego de que concluyeran las guerras revolucionarias en los años noventa, emergió la democratización como ruta modernizadora de los sistemas políticos, que seguían lastrados por muchos pesos muertos del pasado; pero esas mismas deficiencias estructurales le abrieron paso a una nueva estrategia radicalizante, esta vez ataviada de populismo. El caso de Venezuela es emblemático al respecto, porque el régimen populista surgió del colapso de los partidos políticos tradicionales, que se habían ido pervirtiendo con el tiempo, y contó desde el comienzo con un caudal económico excepcional, resultado de la bonanza petrolera.

El llamado “socialismo del siglo XXI” quiso emerger como una fuerza avasalladora, pero lo más que ha logrado regionalmente es acompañarse por algunos regímenes de diferentes pintas, productos también de crisis estructurales en sus respectivos países. A estas alturas, resulta cada vez más claro que este movimiento no tiene posibilidades reales de futuro, según lo demuestran hechos recientes, como los resultados de las elecciones venezolanas y la insubordinación en Ecuador, a más de los problemas existentes en Bolivia y en Nicaragua. Lo que va quedando al desnudo con creciente elocuencia es que el motor real de todos estos experimentos fallidos es el ansia de perpetuación de los que están a la cabeza de los mismos.

En realidad, lo que se está necesitando políticamente en América Latina es acelerar la evolución democratizadora, para que las debilidades de la práctica democrática no permitan que se use dicha práctica para implantar regímenes cuyo propósito verdadero es revivir caudillismos y abanderar ideologías desfasadas. La democratización debe acelerarse de la mano de una participación ciudadana cada vez más consciente de su rol conductor.

En nuestro país, dicho esfuerzo pasa por la modernización efectiva de todas las fuerzas políticas. En el caso de la izquierda, cuya organización partidaria ganó las presidenciales más recientes, la tarea reconstructiva debe partir desde los conceptos ideológicos sustentadores. El FMLN celebra los treinta años de haberse constituido como frente guerrillero; pero el reto hoy es ser partido político de veras, no reflejo nostálgico de una antigua ilusión revolucionaria.

Estamos seguros de que la onda que cabalga sobre ese caballo de cartón que se ha dado en llamar “socialismo del siglo XXI” tiene los días contados. La experiencia tendría que servir para levantar partidos de izquierda y de derecha auténticamente competitivos con características modernas, que asuman su función con plena responsabilidad y garanticen en esa forma la estabilidad democrática permanente en todos los países de la región.

Crisis recurrentes en las izquierdas que gobiernan

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