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2010/10/12

EDH- No olvidemos vivir agradecidos

 Juan A. Valiente.13 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.

Todos queremos ser felices. Nadie en su sano juicio vive con la intención de ser infeliz. Hasta en los casos extremos de donación personal, donde hay quienes dan su vida o se sacrifican por los demás, uno encuentra en el fondo la búsqueda de la verdadera felicidad.

Hay cualidades que si se cultivan adecuadamente nos permiten desarrollar más felicidad. Una de ellas es nuestra capacidad de esperar. Aquellos de nosotros que no podemos diferir nuestra propia satisfacción personal para el momento oportuno, acabamos consumiendo rápidamente lo poco de lo que ahora disponemos y no esperamos para poder disfrutar más en el futuro. Y así de importante como es aprender a esperar también es aprender a dar gracias.

Este fin de semana en la reflexión dominical del evangelio, la iglesia nos hizo reflexionar sobre la gratitud. En la historia bíblica Jesús curó a diez leprosos, enviándolos a presentarse ante el sacerdote. El riesgo de contagio obligaba a que los que se sanaban de esta terrible enfermedad se presentaran ante el sacerdote para que certificara la sanación. Jesús no los sanó inmediatamente, sino que les dijo que fueran a presentarse ante los sacerdotes.

Todos obedecieron al Señor y comenzaron a caminar. En la desesperación de la enfermedad o de la crisis solemos ser bien obedientes. Y precisamente en el acto de obediencia encontraron la sanación. Pero sólo uno de los diez regresó a dar gracias. Y el que regresó ni siquiera era uno del pueblo elegido, era un samaritano. El mismo Jesús reflexionó en voz alta, preguntando si los otros nueve no habían sido sanados. No porque los estuviera esperando, sino por lo que revelaba de la naturaleza del corazón de ellos. Seguramente más de alguno pensó que tenía derecho a sanarse, que era su privilegio, que era su destino. Hasta talvez pensó que era natural por ser del pueblo elegido. Tanta certeza tuvieron que hasta se les olvidó que estaban obedeciendo y que fue a través de esa acción humilde que el Señor los sanó.

Normalmente nuestro propio egoísmo o autosuficiencia nos hace creer que lo que somos y tenemos es gracias únicamente a nosotros mismos. Debemos aprender a cultivar una actitud de agradecimiento con Dios o por lo menos con la vida misma. Es difícil pretender creer que nuestros padres no hayan tenido que ver en quiénes somos. Es difícil pretender creer que su sacrificio y su trabajo no hayan tenido fruto en nuestras posibilidades como personas. Y debemos ir más allá de lo material y buscar las raíces espirituales en nuestro Padre celestial.

La actitud de dar gracias al Padre es precisamente la génesis de aprender a vivir dando de sí lo más posible y haciendo uso sabio y generoso de los dones que hemos recibido y que hemos cultivado. No es posible mirar con optimismo el futuro si no logramos vivir agradecidos. No es posible cultivar la esperanza sin fe.

Debemos también estar agradecidos con aquellas personas que hacen nuestras vidas más cómodas. No podemos pensar que con los salarios que pagamos (aunque cumplamos la ley), compensemos una vida de sacrificios. Oremos y demos gracias por ellos. Tratemos de inculcar en nuestras familias la práctica de pedir por todos los que nos hacen la vida más fácil y más cómoda, por los que nos sirven, para que el Señor nos permita tratarlos siempre con respeto, con cariño y con verdadera gratitud. Pero no vale sólo orar. También debemos con gestos y acciones en la cotidianidad hacerles saber y sentir que estamos agradecidos.

Aprendamos de los pobres. La mayoría de ellos tiene mucho que enseñarnos para aprender a vivir con actitud de agradecimiento. No se imaginan los cambios que sentirán en su corazón cuando ya las gracias con las que vivimos sean reconocidas como provenientes de lo alto. En esta actitud encontraremos un poco de esa felicidad que se nos escapa.

elsalvador.com :.: No olvidemos vivir agradecidos

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