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2010/10/12

EDH-Editorial-Se puede romper la regla pero no su espíritu

 En la armonía y tolerancia reside, en gran medida, la fuerza del judaísmo contemporáneo, capaz de adaptarse a la evolución histórica pero manteniendo unida a la nación judía

13 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.

En Israel, informa el New York Times, se acaba de publicar un libro de recetas para cocinar carne de cerdo. Pero lo que es normal en Alemania o Francia, no digamos en China y Centro-América, choca allá tanto con reglas de la ortodoxia judía, que la prohiben, como la del mahometano.

La prohibición forma parte de los preceptos que deben cumplir los miembros de la comunidad israelita, cuyos orígenes se pierden en las brumas del tiempo. Lo significativo es que en el Estado de Israel conviven grupos que se ciñen al pie de la letra de la ortodoxia, incluyendo su vestimenta, como otros mucho más liberales y los que no las reconocen. En esa armonía y tolerancia reside, en gran medida, la fuerza del judaísmo contemporáneo, capaz de adaptarse a la evolución histórica pero manteniendo unida a la nación judía, dispersa por el mundo.

El cerdo se consideraba un animal inmundo en el Medio Oriente (también el Islam prohibe comerlo) pero se introdujo en la dieta mediterránea cuando César tuvo que dar cerdo y carne de vacuno a sus legiones en La Galia, acostumbradas a los derivados de la harina como la polenta de hoy.

Pero así como más y más judíos están descartando parte de ortodoxia religiosa, por no encajar en sus modos de vida, aunque la cumplan en sus solemnes festividades, existen sectas, como la marxista y los fundamentalistas islámicos, están implosionando, cayendo en el agujero negro del más ciego fanatismo. Y como los agujeros negros en el espacio sideral, en que y como lo enunció Einstein, ni la luz escapa, es casi imposible hacer entrar en razón al ciego de la cabeza, al radical.

El pensador francés Ernesto Renán dijo que lo único que le hacía vislumbrar el infinito es la tontería humana.

Tinieblas es el fanatismo sin freno, la intolerancia

Reglas, liturgias, ayunos, ceremonias y prácticas no son necesariamente para tomarse al pie de la letra, sino que constituyen los ejercicios que mantienen al hombre cerca de la espiritualidad, de la moral, de la superior esfera del alma y los sentimientos.

Como dijo Goethe de la libertad y de la vida, el sentimiento religioso, la fe, la convicción moral se tienen que conquistar cada día. Con la salida del Sol debemos dar nuevo vigor a la espiritualidad, ganarnos el cielo con buenas acciones, descubrir lo que de elevado y maravilloso atesoramos en nuestras almas, merecer la dignidad inherente al ser humano. Ser personas de bien, criaturas creadas a semejanza de Dios, es el reto y la tarea cotidiana, lo que tenemos que renovar de manera constante.

Como Mister Hyde, en la novela de Stevenson, dentro de nosotros se agita el cavernícola, la bestia que busca imponerse por la fuerza, pero por igual llevamos dentro al ser racional, al que guía su conducta ciñéndose a principios, al que valora pero comienza valorándose a sí mismo. Los preceptos religiosos nos llevan de la mano, nos auxilian en los momentos de flaqueza, nos ayudan para salir de las tinieblas.

Tinieblas son la regla sin el espíritu, el fanatismo sin freno, la intolerancia hacia lo que otros piensan, el rechazo a la razón y la moral. Es estar aprisionado en las tinieblas, no reconocer la marcha del tiempo, negar lo que la investigación expone, rechazar la lógica, creerse los dueños únicos de la verdad.

elsalvador.com :.: Se puede romper la regla pero no su espíritu

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