Rodolfo Chang Peña.25 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.
Después de cuatro días de intensa búsqueda la PNC encontró al fin el resto del cuerpo de Francisco Javier Pérez Fuentes, alumno de la ANSP, decapitado por pandilleros por el rumbo de Soyapango. Otro caso que se suma a la cadena de hallazgos de restos humanos contenidos en bolsas de plástico o maletines abandonados en parques, buses o lanzados a la orilla de la carretera.
La mutilación de cadáveres que desde hace relativamente pocos años se observa en forma creciente en Honduras, Guatemala y El Salvador, llevan el sello "Made in México" y constituye una evidencia de la expansión hacia Centroamérica de los cárteles de drogas mexicanos. En los últimos tiempos los sicarios del crimen organizado mexicano son los que más se han destacado en esta práctica macabra y son los modelos que intentan imitar algunos copiones criollos.
Y como profesionales que son en esta materia, para ellos no existen límites en el campo de la crueldad: tortura, eliminación de personas y ensañamiento con los cuerpos. Esto ultimo lo usan como una especie de lenguaje para enviar mensajes y advertencias a las autoridades, traidores, enemigos y soplones. A veces tienen el cariz de venganza o de odio extremo hacia la víctima. Y como el objetivo es causar horror y terror, sus autores pueden englobarse dentro del concepto de terroristas.
La mutilación no siempre ha sido producto de una conducta criminal, en el pasado por ejemplo, sin ir muy lejos, en Norteamérica, habían tribus que arrancaban el cuero cabelludo a sus víctimas, que luego exhibían como trofeos o manifestación de valentía. En México practicaban ritos ceremoniales con sacrificios humanos con diversos propósitos. Famosos fueron los jíbaros que decapitaban a sus adversarios para luego reducir sus cabezas y usarlas como amuletos. En los tiempos modernos atrocidades de este tipo se han dado en prácticamente todas las guerras y conflictos, sea por excesos de los combatientes, sea como producto de fanatismo, sea por indoctrinación religiosa, ideológica, etc.
Cuando la mutilación post morten (cebarse en un cuerpo inanimado) es producto de una conducta criminal como ocurre con frecuencia en nuestro país, con algunas excepciones este proceder forma parte del llamado síndrome de psicopatía antisocial o criminal. No se considera una enfermedad mental porque el asesino está consciente de sus actos y no ha perdido ni por asomo el contacto con la realidad.
Varias teorías pretenden explicar el origen de la conducta antisocial o criminal, las más aceptadas postulan que los niños candidatos a convertirse en asesinos, crecen y se desarrollan en un ambiente caracterizado por el desorden, indisciplina, caos moral, irresponsabilidad, egoísmo y de constante lucha por la existencia. Entorno que corrientemente rodea a los niños de la calle y aquellos que son abandonados a su suerte procedentes de progenitores pandilleros, servidoras del sexo, alcoholistas crónicos, madres solteras que les estorban lo hijos, etc.
Sigmund Freund considera que estos sujetos no llegan a formar el súper ego, que es la parte de la personalidad que controla la conducta humana y la adapta a las normas de la comunidad y entorno social. El súper ego comienza a formarse después del primer año de vida a través de las enseñanzas, consejos, orientación y ejemplos a imitar de progenitores, maestros, parientes y otras personas importantes en el mundo del niño. Por lo general el súper ego ya está formado en la adolescencia. Cuando esto no ocurre, el niño crece y se desarrolla enteramente bajo la influencia única de sus instintos biológicos, como un cachorro de una especie selvática.
Desde el punto de vista terapéutico, aun cuando existen opiniones variadas, los trastornos de la personalidad como la conducta antisocial o criminal tienen un pronóstico sombrío, la mayoría tiene grandes dificultades para rehabilitarse y prueba de ello es que continúan delinquiendo aun encerrados en reclusorios de máxima seguridad.
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