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2010/10/21

Contra Punto-La violencia es también alimentada por los medios - Noticias de El Salvador - ContraPunto

 Armando Salazar.21 de Octubre. Tomado de Contra Punto.

SAN SALVADOR-La violencia es algo que vivimos los salvadoreños todos los días de nuestra existencia. Si no hay muertos, los medios de comunicación interesados, se ocupan por hacer estadísticas y polemizar sobre ellas, para “mantenernos” y “entretenernos” entre sus audiencias y lecturas.
Somos “ejemplo” en América Latina ocupando los primeros puestos en los índices de asesinatos. Igual somos ejemplo de retraso en los abismales índices de desigualdad, en la “exportación de población” hacia el norte, en los índices de desarrollo humano o en los puestos de clasificación de la selección de fútbol. Y la violencia e incertidumbre de las familias trabajadoras, sigue siendo un negocio redondo para otros.
Pudiéramos citar aquí índices o estadísticas de lo publicado cada mes, uno arriba o uno abajo, provenientes de fuentes oficiales u oficiosas. No es “normal” que las aceptemos, como dice la canción, que sucedan “lejos del refrigerador”.
Y en ese mismo plano, queremos referirnos a un tema central, puntual y que no se pretende agotarlo con estas pocas letras: la violencia que cotidianamente es difundida por las empresas mediáticas llamadas medios de comunicación.
Haciendo una separación muy gruesa y primaria, hay varias partes o segmentos de lo difundido diariamente por muchos medios, entre ellas, las secciones periodísticas y los programas de “entretenimiento”. 
Muchos medios tienen, normalmente, en lo periodístico, a reporteros haciendo sondeos y rastreos diarios de qué incidentes violentos o delincuenciales hay para colocarlos en los reportes de sus informaciones. Se maquila inmediatamente “la última hora”, con transmisiones directas o el complemento de la “dosis” de información que la audiencia debe tener para el día. Con anticipación, se pre-ocupan por los “hechos ocurridos” en esta vorágine social. Es normal. ¿Es “normal”? Sin duda es lo que sucede.
Son muy escasos los periodistas o los mismos directores o editores que se ocupan honesta y sensatamente por difundir los resortes que promueven esta vorágine en la que convivimos. Y si al caso, varios no se mueven más allá de las explicaciones oficiales, pero muy poco es propósito actual buscar sus raíces económicas y socio-culturales, los orígenes del problema, porque, en parte, ya sería escupir para arriba. Siempre es peligroso para los periodistas ir a la raíz, pero siempre allí estará esperando la verdad, a la cual nos comprometimos.
En otra vertiente, estos medios compran “enlatados”, en series, temáticas o secciones, novelas y películas, donde la sociedad se ve expuesta deliberadamente a una alta frecuencia de escenas, ritmos o informaciones violentas o de violencia, y llega a tal grado que los lectores o las audiencias se “acostumbran” a ellas, aceptando con “normalidad” la re-producción de acciones y comportamientos agresivos para solucionar conflictos, que “satisfacen” las necesidades (¿y derechos?) de información o estimulación de sus consumidores.
Estos medios trabajan también por brindar espectáculos violentos y abiertamente difunden sus “métodos”… listos para reproducirse, para practicarlos, para probarlos, para obtener una experiencia que proporcione alguna “satisfacción”. 
Para no ir muy lejos de nuestra paradójica realidad, hay diputadas de derecha que han aceptado públicamente su gozo al entretenerse con telenovelas referidas a las tramas y vida de los narcotraficantes, que son difundidas por canales de televisión abierta en este país.
Salvando algunos programas o esfuerzos, también estos medios se han convertido en amplificadores de esta “estimulante” nocividad en la sociedad. No hay una clara regulación que proteja a la juventud y a la infancia (no solo la intimidad o la propia imagen), provocando desarticulaciones en los procesos de formación ciudadana o educacional en millares de jóvenes del país, contribuyendo a la reproducción de una subcultura de violencia y delincuencia, estimulando patrones de conducta “aceptados” como “normales” por la sociedad, abandonando la racionalidad y referencias éticas elementales.
La dirección de espectáculos públicos del gobierno deja aún amplias rendijas por donde irrumpe este borbollón de violencia, permitida por la libertad de expresión, de información, pero principalmente por la libertad “empresarial”.
Para estos medios, la exposición de violencia es un negocio. La oferta visual o auditiva va creando una “adaptación” al consumo de estas formas de relacionarse, de sentir, de ver. Estos medios dan su bendición cuando estos “modelos” violentos son protagonizados por “cheles” gringos (que ya para estos medios es una “legitimación” por las “libertades democráticas y occidentales”. Pruebas, hay.
Estos medios buscan ganancias. En algunos actos excepcionales, promueven soluciones sociales o de solidaridad, confirmando la regla. Poco se hace por el goce sano o de difusión de conocimiento y experiencias, donde la ciudadanía pueda participar, integrarse a espacios públicos de re-conocimiento, a esa libertad de expresión, y sentirse parte de la racionalidad, la sensatez y tolerancia que pueda ofrecer o necesitar esta sociedad.

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