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2010/10/01

Co Latino-¿Un estado sin fronteras? | 01 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 Orlando De Sola W.01 de Octubre. Tomado de Co Latino.

El estado es una valiosa ficción que venimos utilizando, desde hace siglos, para tratar de vivir en paz, sin menoscabo para los demás. Sospecho que seguirá con nosotros durante mucho tiempo, pero su forma y sistema tendrán que cambiar, como lo han hecho en épocas anteriores.
Desde la polis griega, o ciudad-estado, y desde antes, el estado nos ha servido para vivir en comunidad, con resultados positivos y adversos, dependiendo de nuestros principios, medios y fines, pero especialmente de los medios que utilizamos para alcanzar esos fines y objetivos.
El estado originó en la familia, que fue la primera organización social. Las familias evolucionaron en clanes, tribus y otras organizaciones de mayor complejidad, hasta que llegamos al estado nacional de hoy, que es una forma de organización social ligada al concepto de pueblo, o nación.  Por ello decimos que el estado nacional tiene tres partes, que son el pueblo, su gobierno y territorio.
Durante milenios nuestra conducta ha sido determinada, en parte, por esos conglomerados, o formas de organización social, incluido el estado. Pero nuestra convivencia pacífica también ha dependido de otros factores, entre los que están las leyes, o normas abstractas de conducta justa, y nuestra conciencia, que a veces choca con las leyes del estado, especialmente cuando son arbitrarias e injustas.
El origen etimológico del estado es “status”, que en latín significa rango, posición, o jerarquía. Ello explica nuestra tendencia a confundir el estado con los estamentos, o clases sociales.
Cuando la monarquía francesa fue amenazada por la revolución, a finales del siglo XVIII, convocaron a la reunión general de estados, una especie de asamblea representativa compuesta por miembros, debidamente uniformados, del clero, la nobleza y el pueblo llano, o tercer estado, como se le llamó por confusión semántica al pueblo.
La reunión general de estados, o estamentos, no funcionó porque no había suficiente convicción, ni voluntad para reformar el absolutismo. Pero, la nación francesa, una enorme mezcla de clanes, tribus, culturas y civilizaciones, había cobrado conciencia de sí misma y se sentía amenazada por el sistema absolutista, por lo que un buen número de nacionales apoyaron la revolución y su secuela, el imperio napoleónico, uno de cuyos efectos fue la invasión a España, en 1808, y la independencia de las colonias españolas en América.
El imperio napoleónico, como el imperio español y otros más antiguos, atravesó fronteras nacionales, culturales y raciales, pues esa era su naturaleza, o fuerza, que significa “imperium” en latín. Por eso, cuando nos referimos al imperio de la ley en realidad nos referimos a su fuerza, o contundencia, no a sus resultados, a veces contrarios a la vida, libertad y propiedad de las personas.
De  esa fuerza, o contundencia, viene nuestra natural desconfianza en las leyes, los estados y los imperios que irrespetan nuestros derechos inapelables, o irrenunciables, que por naturaleza son anteriores y superiores al derecho positivo de los estados nacionales, sus federaciones y asociaciones.
Las fronteras son intentos por limitar esa fuerza territorial del estado, cuyos súbditos, ciudadanos, o miembros tratamos de resistir cuando esta amenaza nuestra tendencia natural al trueque, o intercambio.
Esa tendencia natural al intercambio de bienes y servicios es lo que estudia la economía. Por ello la importancia de “Laissez faire, laissez passer”, que significa “Dejad hacer, dejad pasar”, y no implica un insolente grito anarquista, sino una humilde suplica al monarca de entonces, en este caso el de Francia, cuyo ministro de Hacienda trataba de impedir el comercio y el tránsito de personas entre provincias, para cobrar más impuestos y controlar a la población.
Los súbditos de la monarquía francesa, como ahora los ciudadanos salvadoreños, necesitaban viajar y comerciar entre provincias para vivir mejor. Pero las fronteras provinciales se volvieron obstáculos en su contra, como ahora sucede entre Sonora y Arizona.
Igual que los franceses de entonces, muchos salvadoreños escapan de nuestro territorio nacional para buscar mejor vida en otros lares. En esos casos, la permeabilidad de las fronteras resulta ser una ventaja, pero igual debía serlo para los que deseen ingresar a El Salvador, con buenas ideas y optimismo. Nuestro territorio es pequeño, pero los buenos sentimientos y pensamientos no ocupan mucho espacio. Por eso, las personas responsables que deseen progresar en paz, sin menoscabo para los demás, deben poder hacerlo en nuestro territorio. Y de allí la importancia de abrir fronteras al pensamiento y al sentimiento positivo, que no dependen de las leyes del estado, ni del imperio, sino de nosotros mismos, las personas, que, apartando teorías y sistemas obsoletos, seguimos siendo el principal factor de producción y la razón de ser de toda organización social, incluido el estado.
Pongámosle fin al conflicto ideológico y social. Dejemos que las buenas ideas permeen nuestras fronteras mentales y evitemos que los malos sentimientos invadan nuestro territorio emocional.

¿Un estado sin fronteras? | 01 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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