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2010/10/25

LPG-Del respeto, a la descalificación

 El 18 de enero de 1992, por gestiones de Rubén Zamora, el Comité Ejecutivo de ANEP recibió a dos personajes cubanos. No recuerdo sí entre ellos estaba el célebre Ramiro Abreu, pero sí estoy seguro que ambos eran importantes y trabajaban para el Departamento de América del régimen castrista.

Escrito por Juan Héctor Vidal.25 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

Se conversó animadamente por aproximadamente una hora sobre lo inevitable –el futuro del país y el papel de Cuba en el conflicto– pero al final los visitantes, en un acto que yo interpreté como una ligereza política, sugirieron que la verdadera intención de su visita era conocer a los dirigentes del sector empresarial cuya valentía y protagonismo habían dado al traste con la estrategia orquestada en La Habana de romperle la columna vertebral al país: su economía. Les sorprendió que no eran unos personajes rechonchos que fumaban puros cubanos –cuando menos Cohiba o Partagás– sentados en unos mullidos sillones de cuero, mientras unas guapas señoritas les servían su bebida favorita, flanqueados por un montón de guaruras.

Al poco tiempo se tuvo una primera visita de Schafik acompañado de ex comandantes del Frente. Este sería el inicio de un acercamiento, si se puede llamar de esa manera, entre una fuerza política emergente y la representación de un sector que se mantuvo erguido durante el conflicto. Pero sería iluso pensar que detrás de ello estaba el propósito de lograr la conversión del FMLN o la redención de la empresa privada. Se trataba de reflexionar sobre los grandes temas nacionales y la mejor manera de abordarlos para minimizar el riesgo de invalidar los presupuestos básicos de los Acuerdos de Paz.

Como fruto de ese acercamiento se dieron hechos impensables. El más emblemático ocurrió cuando el FMLN, junto con el resto de la oposición, hizo causa común con el sector empresarial en torno a las medidas que se proponía llevar a cabo en 1995 el segundo gobierno de ARENA, incluyendo el primer intento, fallido por lo demás, de dolarizar la economía. Esto lo reconoce el doctor Calderón Sol en sus memorias, sin ocultar un sentimiento de frustración hacia la ANEP por haberse “aliado” con el adversario más visible de su partido.

No viene al caso entrar en detalles de lo mucho que se conversó en esos encuentros, aunque como podrá suponerse, invariablemente trataban del futuro del país. Cómo construir ese futuro, obviamente siempre fue motivo de controversia, pues en el enfoque de cada parte, fundamentalmente en los temas económicos y políticos, podía haber ciertas coincidencias, pero difícilmente una comunión de intereses. Fue en una de esas reuniones, en mi oficina, en la cual participaron solo unos pocos miembros del Comité Ejecutivo, que Schafik manifestó que, aunque no estaban de acuerdo sobre la forma en que se reprivatizó la banca, no harían del tema un asunto de honor.

Infortunadamente todo indica que a casi 18 años de los Acuerdos de Paz, esas relaciones –que por cierto no fue fácil construir– no solo se han deteriorado, sino que se han vuelto tirantes. Los orígenes de este distanciamiento son varios, pero mi percepción es que las primeras manifestaciones se dieron a partir del fallecimiento del dirigente histórico del FMLN y la cercanía cada vez mayor de su línea ortodoxa al régimen de Chávez. Y por qué no decirlo, con los cambios de liderazgo en las gremiales empresariales, que, aunque rutinarios, invariablemente han implicado enfoques diferentes, particularmente en las relaciones con el poder político.

Más allá de cualquier ideología, hay que decir que no conviene a los intereses del país el atrincheramiento de actores tan importantes en la vida nacional. El respeto mutuo y el compromiso son esenciales para edificar un futuro más promisorio; en cambio, la descalificación malsana y la obsolescencia ideológica solo anticipan mayores problemas para El Salvador. Es cuestión de visión.

Del respeto, a la descalificación

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