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2010/10/10

EDH-2011: ¿año de las grandes reformas...?

 Tema del momento Las grandes reformas son aquellas que perduran gobierno tras gobierno, sin que nadie se atreva a dar marcha atrás

Luis Mario Rodríguez R.10 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.

 

"México tiene de pronto, una oportunidad quizás única en muchos años, oportunidad que debe permitirnos, va a permitirnos, orientar definitivamente la vida política del país por rumbos de una verdadera vida institucional, procurando pasar de una vez por todas de la condición histórica del país de un hombre a la de nación de instituciones y de leyes". (Presidente Plutarco Elías Calles: México, 1928). Como Calles, otros presidentes mexicanos se impusieron el desafío de reformar el sistema educativo, la seguridad social, la industria petrolera y el sistema político. Las grandes avenidas y algunos monumentos recuerdan la época del reformismo mexicano.

Aunque con dificultades, los mexicanos han implementado importantes cambios en campos como el electoral y principalmente lograron romper con la hegemonía de un partido que durante años impidió la transición política. El debate sobre la reforma energética para explotar los cimientos de gas natural, que según el historiador Enrique Krauze duerme en el subsuelo "para que la Divina Providencia lo explote", y la necesaria renovación del Instituto Mexicano de Seguridad Social, son algunas de las nuevas tareas de reforma que la clase política debe concretar.

Algunos de los altos funcionarios del presente gobierno han expresado que el Presidente Funes aspira a que el 2011 sea el año de las grandes reformas en El Salvador. Nadie que se considere demócrata podría estar en contra de semejante reto. El anhelo siempre utópico de conseguir la unidad nacional para consolidar los grandes cambios, puede llegar a ser una realidad en la medida que se identifiquen aquellos factores que como bien lo expresa el ex Presidente del gobierno español, Felipe González, son los "que nos dan de comer y en consecuencia constituyen los elementos mínimos en los que todos deberíamos estar de acuerdo".

Toda reforma implica un cambio y en general, todo cambio afecta a unos y beneficia a otros. Lo verdaderamente importante cuando se decide reformar estructuralmente la economía, la política, la salud o la educación, es que los beneficios sean para la mayoría y los perjudicados obtengan del Estado el reparo de aquellos inconvenientes que resulten de las transformaciones que el poder público empuje. Es la sociedad y no el Estado el que debe identificar a esa mayoría que resulte favorecida con los cambios que se impulsen. Eso significa que los consensos deben constituir el pilar fundamental de toda agenda reformista y que la misma debe ser parte a su vez de un gran plan de nación.

Varios han sostenido que estamos "sobrediagnosticados". Las agendas de ENADE, las estrategias quinquenales de FUSADES, los planteamientos de la Comisión Nacional de Desarrollo, los aportes en materia tributaria de FUNDE y los de reforma política de FUNDAUNGO, el MIRE y FUSADES, éste último en asocio con la Universidad de Salamanca, son sólo algunos de los documentos con los que el gobierno cuenta para el impulso de esas grandes reformas. Obviarlos y empezar de nuevo sería un enorme error; cambiar de modelos y retroceder en los avances que el país ha logrado, sería una equivocación aún mayor.

Por esta razón, aunque es gratificante escuchar a las autoridades hablando de grandes reformas, las reservas y las dudas siempre están presentes. Y es así porque en diferentes aspectos, las reformas que se han impulsado no han sido las más inteligentes. En educación por ejemplo, eliminar EDUCO, invertir en uniformes descuidando la infraestructura escolar, disolver la Comisión 20-21 que había logrado integrar a diversas personalidades con probada visión de país, ha dividido la opinión de los actores respecto de una política pública que desde hace décadas debió constituirse en la primera gran política de Estado.

En seguridad pública, la timidez con la que se apoya presupuestariamente a la Fiscalía General de la República y el pobre desempeño de la inteligencia policial, no porque exista incapacidad, sino por falta de herramientas como el centro de escuchas, es otra gran ausencia de reformas de primer orden. En lo económico, no está clara la estrategia exportadora, la de incentivos a sectores claves como el energético, las concesiones y las inversiones público-privadas; se echa en falta una reforma laboral que no sólo fortalezca los derechos de los trabajadores, sino flexibilice el mercado para la generación de empleo, y finalmente no hemos logrado retomar el rumbo para la atracción de inversión extranjera.

Las grandes reformas son aquellas que perduran gobierno tras gobierno, sin que nadie se atreva a dar marcha atrás. Deberían ser fruto del consenso y constituir grandes acuerdos. La reforma política, la que empuje una mayor transparencia en la gestión pública, aquella que genere empleos y dinamice la economía, la que concientice al empresariado que es necesario aumentar la carga tributaria pero bajo la condición de un uso racional de los recursos y la que profundice el desarrollo social, son sólo algunos de los grandes cambios que contarían con el apoyo de la gran mayoría de sectores.

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