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2010/10/19

Co Latino-Opinando sin política (607) | 19 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 Eduardo Badía Serra.19 de Octubre. Tomado de Diario Co Latino.

Al margen de las novedades con que los medios nos orientan el día a día, y debiendo recordar que la memoria histórica de los salvadoreños es del orden de siete días, [recordemos los barriles llenos de dólares, el decreto de la Corte que “afecta” la libertad de expresión, el caso de los médicos encarcelados con lujo de detalle y con un exacerbado morbo propagandístico sin que se les haya comprobado delito alguno, (¡fusílenlo y después averiguan!),   el caso de los mineros chilenos, etc., etc., etc.)], por ahí subyace siempre el tema de los valores, de la ética, de la moral, del civismo, de la urbanidad, y demás.
Lo traigo a cuenta ahora, a pesar de que las novedades mediáticas lo han, aparentemente, ido relegando, al recordar una gran obra del catalán Ramón Llul, que nos ilustra magistralmente cómo los hombres acostumbramos a actuar de manera diferente de lo que sabemos decir en el discurso.
La obra se llama El Libro de las Maravillas, y una de sus partes, El libro de las bestias, muestra elocuentemente como el hombre, en su práctica concreta, desdeña los valores que dice debe predicar. Ramón Llul representa el apogeo de la filosofía catalana del Medievo. Giordano Bruno lo tenía por ingenio divino, y Menéndez y Pelayo decía que, junto a Luis Vives y Francisco Suárez constituyeron las tres grandes figuras españolas de esa época. Llul, Suárez y Vives son, efectivamente, una buena muestra de lo que la filosofía oficial sabe olvidar y relegar a un orden menor, injustamente.
Llul anticipó el concepto de gravedad en su Libro del ascenso y descenso de la inteligencia, 361 años antes que Newton; de igual manera anticipó el evolucionismo de Darwin, Wallace y Lamarck al afirmar que los animales tenían memoria e imaginación.
Yo sostengo que El libro de las maravillas, y particularmente El libro de las bestias, pueden considerarse obras de filosofía política y social comparables incluso a El Príncipe, del florentino Nicola Maquiavelo.
En El libro de las maravillas, el personaje, un hombre llamado Félix, se maravilla de que las gentes de este mundo conocieran y amaran tan poco a Dios, siendo así que el mundo nos había sido dado a fin de que por él fuese conocido y amado.
Debo decir aquí que la obra de Llul se sitúa entre los siglos XIII y XIV, en el pleno esplendor de la Alta Escolástica. Fueron sus contemporáneos, ¡imagínese usted!, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, Rogerio Bacon, para citar sólo algunos. Félix, hecha la promesa a su padre, también llamado Félix, recorre el mundo y se maravilla de todo lo que encuentra, a tal grado que en su lecho de muerte, mientras cuenta las maravillas que ha visto a los monjes que lo cuidan, uno de ellos, maravillado, suplica se le asigne el  raro oficio de maravillarse.
El caso es que las maravillas ante las cuales Llul se maravilla no son otra cosa que obra de la capacidad creadora de Dios.
La obra es una historia protagonizada por animales con actitudes y comportamientos humanos, una metáfora de la sociedad humana, de los valores positivos y de las conductas perversas e hipócritas que la caracterizan, de las relaciones de poder y dominio que se establecen entre sus miembros, de las luchas por el poder haciendo uso de todas las malas artes que en cada caso puedan requerirse.
Como bien se dice en la introducción al libro, Llul nos habla, (y reproduce, digo yo), de la sociedad actual que, a tientas, acaba de iniciar el camino del tercer milenio. Eso hace de la obra, un clásico en el sentido estricto del término.
En El libro de las bestias, los animales se reúnen en un espacio que pinta una especie de sitio ameno, con el objeto de elegir al Rey. Se distribuyen en dos sectores, los que comen carne y los que comen hierba. Al final, el León es el escogido.
Hasta aquí, todo bien. Pero ya cuando se trata de elegir el Consejo Real, se maquinan entre los descontentos, liderados por la Zorra, una serie de traiciones, lo que los lleva a constituir una embajada a la corte de los hombres, (¡Imagínese usted qué tremendo error el de los animales!).
Mientras tanto, el Rey, (el Rey León, debo aclarar), abusa de su situación de privilegio y fuerza a la Leoparda, lo que desencadena un combate tremendo que termina, al final de las intrigas, con la condena a muerte de la ya citada Zorra.
El libro señala y construye un retablo en torno a la ambición política. La figura directa es la de los animales,  el perfil a buscar, el del hombre, y el libro construye de esa forma una teoría del poder, que se concreta en una sociedad en la que los que comen carne son los fuertes, y los que comen hierba son los débiles, los postreros, los que sirven a los fuertes, (mensaje subliminal a los vegetarianos).
Cuando los animales llegan y observan la corte de los hombres, se escandalizan por la forma en que esta funciona: Lujo, corrupción, degeneración sexual, pecado, funcionarios corruptos que sólo mediante sobornos obtienen sus fines políticos, prácticas fraudulentas, compra de voluntades…….(vuelvo a aclarar: Esta obra se escribió hace ya más de seis siglos, no ahora, y menos en El Salvador).
Llul hace entonces una lamentable descripción del perfil real del monarca, y concluye que el poder no ha de cambiar, que todo ha de seguir igual,  aun diseñando él mismo lo que debería considerarse el perfil ideal de los funcionarios y de los reyes.
Es, como he venido insistiendo, el eterno, al parecer, problema entre el discurso y la práctica, entre lo que se dice y lo que se hace, entre los valores que Fromm muy bien llama oficiales, (los que se enseñan en la escuela pero no se practican en la sociedad), y los que llama no oficiales, (los que la escuela rechaza pero la sociedad practica).
Yo insisto: Antes que pretender enseñar los valores, hay que saber practicar los valores. En esto de la práctica de los valores deberían reflexionar aquellos que insisten en demandar que estos se enseñen en la escuela.
Sólo si la sociedad, y ellos entre los que más, hace una buena práctica de los valores, es atendible enseñarlos y remarcarlos en la escuela. Probablemente, sería mejor para nuestra educación, que en vez de ir a hablarle a los niños en el aula de la bondad, del amor, de la verdad, del bien común, de la solidaridad, y de tantas otras bellezas que contienen los textos, se leyera y se analizara con ellos el libro de Lllul, El libro de las maravillas, y particularmente en él, El libro de las bestias. Seguramente, nuestros educandos, y también nuestros educadores, tendrían un mejor reflejo de la realidad en que viven, y reflexionarían sanamente sobre ella.
Por eso, yo digo:
Pueblo, ¡Rechaza las discusiones ligeras!
Pueblo, ¡Cuidado con los cantos de sirena!
Pueblo, ¡Levántate y anda!
Pueblo, ¡Decídete por el cambio! ¡Anida la esperanza!
¿De política? ¡Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!
¿Para qué?
De estas, y de otras cosas, seguiremos hablando, si Diario Co Latino me lo permite.

Opinando sin política (607) | 19 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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