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2010/10/18

Co Latino-La Chón Montoya Y La Chón Cevallos | 18 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 Dagoberto Gutierrez.18 de Octubre. Tomado de Diario Co Latino.

Eran vecinas, y la calle que separaba sus  casas era estrecha y polvorienta, montuda  y  llena de un verde que se mantenía invicto aun en los veranos mas perseverantes, las mujeres jóvenes se saludaban todas las mañanas cuando ambas, en sus respectivos poyetones, cocinaban los frijoles y las cacerolas chirriaban cuando la blanquecina manteca de tunco caía, para deshacerse en  el sartén ardiente, casi parecían que las dos mujeres sabían lo que comía cada una.
Las dos eran jóvenes campesinas dueñas de una parvada de gallinas, pollos y gallos y de un pequeño terreno donde sembraban y cosechaban verduras, frutas, maíz y frijol, la Chón Montoya era delgada y alta de frente despejada y cara larga, de nariz grande y con cierto respingo en la punta, de pequeños labios que hacían que su boca no produjera sonrisa fácil, de mentón prominente y de cabello corto y quebradizo, sus brazos largos terminaban en unas manos grandes y habilidosas que siempre, pero siempre, estaban ocupadas.
La Chón Cevallos, de menor estatura y de un color de piel mas clara, era masáplaticadora que la Chón Montoya y sobre todo era comerciante y viajaba tres veces por semana a la ciudad de Santa Ana desde Guarnecia donde estaban situadas las viviendas de ambas.
Desde la noche anterior se preparaba la carga para las dos burras en las que la Chón Cevallos llevaba  su mercancía al mercado Santaneco, se trataba de huevos, gallinas, pipianes, ejotes, tomates y chompipes en el mes de diciembre. Al final del día, regresaba montada en su caballo de pequeña alzada que ella llamaba corazón mientras dos burras la seguían dócilmente.
Casi siempre pasaba a platicar algo con la otra Chón y aprovechaba para contarle las últimas cosas de Santa Ana y tomar unas tazas de café, mientras la Chón Montoya empezaba a palmear las primeras tortillas para la cena, a esas alturas ya eran siete los hijos para los que cocinaba la Chón más su marido Carlos Linares.
De pequeña estatura y bastante moreno, fuerte y de manos gruesas como corresponde a los que trabajan en las tierras, casi siempre vestía de camisa manga larga y aunque era de pocas palabras y quizá de pocas miradas, Carlos linares casi nunca intervenía en las pláticas de las dos amigas pero ocurría que él también viajaba a Santa Ana y también vendía las mismas mercancías que la chón Cevallos aunque lo hacían en días diferentes.
Mientras el hombre comía rodeado de su numerosa familia las dos mujeres hablaban y hablaban, reían y reía hasta que finalmente la Chón Cevallos se  retiraba a su casa de enfrente y la vida seguía como las agujas de un reloj.
En un momento aciago, dispusieron vender sus mercancías el mismo día en el mercado Santaneco y así, Carlos Linares ayudaba a la Chon Cevallos a preparar su carga hasta que juntos emprendían su viaje en horas de la madrugada, cuando las carretas que iban para Metapán o venían para Santa Ana hacían chirriar sus roldanas al saltar las ruedas sobre las piedras del camino. Las cuatro burras de Carlos y de la Chón cargadas de mercancías soñaban, mientras tanto,  con abundante agua y abundante zacate al acercarse a la ciudad.
De mas está  decir que se hicieron bien amigos, que tuvieron tiempo para platicar de todo, que pudieron mirarse a los ojos una y otra vez, que salieron de la oscurana de la madrugada a la claridad del día y que en mas de una vez cuando Carlos Linares aseguraba la carga de la Chón, socando y atortolando las redes, sus manos rozaron las de la mujer y así, una tarde de invierno cuando las nubes negras cargadas de agua parecían remolinadas sobre el río San Jacinto y ambos descendían la cuesta del mismo nombre, el hombre y la mujer, comerciantes de vocación, venían tomados de las manos y nada mas y nada menos.
El rito del encuentro con la Chón Montoya seguía repitiéndose y las dos mujeres platicaban mientras se preparaba la comida y los abundantes hijos de la Chón miraban expectantes el fuego donde se cocían los frijoles y el comal donde echaban las tortillas. Carlos Linares quitaba las albardas de sus bestias, ordenaba las redes, preparaba la comida para sus burras y caballos.
Una tarde, una de esas tardes en que la noche apresuraba al día, mientras la Chón Cevallos platicaba con su mujer le quito a la bestia de la Chón el aparejo en que esta viajaba para Santa Ana, cepilló un poco al caballo corazón y le preparó el agua y la comida a las dos burras. La Chón Montoya miraba toda esa atención con ojos de curiosidad, de sospecha y de celos; en su corazón femenino supo que entre su marido y la Cevallos había nacido algo diferente al interés comercial, no dijo nada, su conducta no cambió y Carlos Linares no supo que su mujer creía saber lo necesario para saber que la Chón Cevallos había dejado de ser su amiga.
Desde ese día la chón Cevallos también supo que la Chón Montoya algo sabia pero los viajes a Santa Ana no se interrumpieron y la relación entre Carlos y la Chón no se enfrió aunque si se enfriaba diariamente su relación con la otra Chón. El hombre estaba atrapado entre las dos mujeres  aunque el siempre supo que era la Montoya la madre de sus hijos y al mismo tiempo la Montoya pensaba que para criar a sus hijos no necesitaba en realidad de Carlos Linares.
A estas alturas de esta historia, entre la Chón y la Chón no había ninguna comunicación aunque no podían evitar mirarse porque eran vecinas, pero no se saludaban ni se reclamaban, ni discutían, era un rompimiento de hecho mientras la Montoya preparaba las decisiones que iba a tomar. 
En silencio, sin pleito alguno la Montoya se fue de la casa con todos sus hijos, cuando Carlos regresó de Santa Ana en una noche de agosto, supo que se había quedado solo, la Chón jamás lo perdonó y él jamás pidió perdón, vivió solo el resto de su vida. Esta historia la conozco bien porque Carlos era mi abuelo y la Montoya mi abuela y viven los dos juntos en un pequeño hornito de mi corazón.

La Chón Montoya Y La Chón Cevallos | 18 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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