Escrito por Óscar Picardo Joao.28 de Abril. Tomado de La Prensa Gráfica.
Antes de comentar el estudio “La oferta, la demanda y el salario docente. Modelo para armar” de Alejandro Morduchowicz (noviembre 2009), publicado por PREAL como Documento nº 45, quisiera tomar nota de los actuales salarios de los docentes salvadoreños según el escalafón actual: Nivel I categoría 6 –piso– US$472.57, Nivel I categoría 1 “A” –techo– US$775.52; Nivel II categoría 6 –piso– US$429.66, Nivel II categoría 1 “A” –techo– US$775.52. Sobre esta base nos preguntamos: ¿es justo lo que gana un docente?, ¿está dignificada o reconocida la profesión con estas remuneraciones?
La profesión docente es seguramente la más estudiada; investigaciones sobre sus perfiles, eficiencia, calidad, tiempos, pedagogía, didáctica, relaciones, etc. suman un largo inventario de compilaciones que aportan diversas radiografías sobre este noble oficio. Hoy contamos con un nuevo estudio que parte de interesantes premisas: 1.- Muchos saben “qué hacer”, pero pocos dan pautas de “cómo hacer” las cosas en materia de políticas públicas educativas sobre salarios docentes. 2.-El mercado trabajo docente –oferta y demanda– es poco competitivo, en relación con otros sectores. 3.- Es sumamente complejo medir la productividad y eficiencia por el tipo de trabajo que se realiza y por la alta cuota de intervención que tiene el Estado en el sector. 4.- Los desafíos de contratación y retención de buenos docentes escapan de los esquemas del saber económico convencional. 5.- El mercado laboral docente es inelástico (la oferta se encuentra dada). 6.- El cambio tecnológico hace más productivo al empleado e incrementa el salario o la competitividad, salvo en el mundo educativo... (el cuarteto de Mozart siempre requerirá cuatro músicos). 7.- Parte de los desequilibrios y desajustes salariales de los docentes surgen a partir de los escalafones tradicionales que solo armonizan ad intra, y no ad extra con otras profesiones. 8.- Las variaciones salariales pueden medirse por cantidad de estudio y por la calidad o exigencia de los perfiles de ingreso y egreso de la carrera docente. 9.- La escala salarial de los docentes ya está dada y predestinada. 10.- Existe un cúmulo de responsabilidades definidas en la labor docente, pero hay otra considerable cantidad de tareas ocultas no compensadas en materia de administración, supervisión, preparar materiales, corregir tareas, atender padres y madres, etc. (Sclafani y Tucker (2006) “Teacher and Principal Compensation: an International Review”).
Más allá de la complejidad de los sistemas educativos, de la asimetría de la información entre la oferta central y la demanda local y, de la burocracia estatal, es importante reconocer la indelegable tarea –a nivel de políticas públicas– de ofrecer mejores salarios y mejores controles de calidad sobre los resultados; según el estudio de Barber y Mourshed (2008) “Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño en el mundo para alcanzar sus objetivos”, buenos salarios atraen y retienen a buenos docentes, y esto es medido con las pruebas estandarizadas nacionales e internacionales.
Muchos docentes, según su nivel escalafonario y categorías ocupan 2 o 3 plazas –considerando los turnos matutinos, vespertinos y nocturnos– para lograr un salario acorde a las necesidades económicas; no obstante, a mayor carga docente, menor calidad educativa, y se debe romper este círculo vicioso.
Volviendo al principio, muchos saben qué hacer pero pocos cómo hacerlo; una sugerencia para romper el modelo que nos tiene estáticos –tanto en calidad como en salarios– (véase el promedio de la PAES desde 1997 a la fecha) es crear un modelo interdisciplinario y objetivo de evaluación que permita medir el desempeño, la eficiencia y calidad de la enseñanza en términos de productividad; que integre todas las variables posibles y necesarias para poder reconocer dignamente a quienes enseñan y generan aprendizajes de calidad y contribuyen a formar buenos ciudadanos.
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