30 de Abril. Tomado de Diario Co Latino.
Mañana, como es tradición, aquí y en cualquier parte del mundo, la clase trabajadora celebrará el Día Internacional del Trabajo, o mejor dicho, el día del y la trabajadora. Entendiendo trabajador o trabajadora, desde el obrero, la obrera, hasta el profesional que presta servicios en la última tecnología, es decir, todo aquel o aquella en condición de asalariado.
Como es sabido, el Día fue establecido durante el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París, en 1889, en honor a los Mártires de Chicago, y a la lucha reivindicativa que se mantiene hasta la fecha. Los sindicalistas fueron ejecutados en Estados Unidos por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido, tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket.
Es decir, la conmemoración tiene a la base recordar a los sindicalistas ejecutados, y defender las conquistas.
En El Salvador, como en muchos países del mundo, muchas de las conquistas logradas han sido eliminadas o disminuidas, debido a la implementación del modelo económico neoliberal.
Uno de los ataques directos del neoliberalismo contra los y las trabajadoras fue precisamente contra el derecho a la organización, reconocida no sólo por convenios internacionales, sino por la Constitución de la República y las leyes secundarias.
Con la llegada del cambio al país, es decir, con el triunfo electoral de Mauricio Funes y el FMLN, en las elecciones presidenciales, se ha despertado el interés de organizarse en sindicatos. Algunos, porque siempre aspiraron a concretar ese legítimo derecho, otros porque ven amenazados sus puestos en el sector público con el cambio, y otros, porque siguen agendas de los partidos de derecha, principalmente de ARENA.
Independientemente de cuáles hayan sido los motivos de organizarse, lo importante es expresarles que, más allá de los intereses personales o gremiales, están los intereses de la clase trabajadora, en general, y de la nación, en particular.
Actualmente, el país pasa por una crisis profunda, y que por lo tanto requiere sindicatos y sindicalistas bien organizados, pero serios, responsables.
Hemos sabido, por ejemplo, que en algunas instituciones públicas, los nuevos dirigentes son empleados y empleadas que se destacaron, durante varios años de trabajo, como los más incompetentes o haraganes. Dirigentes sindicales así no sólo denigran el sindicalismo, sino que, además, reorientan, de forma negativa el trabajo sindical.
Los sindicatos y los dirigentes sindicales deben, obviamente, luchar por una plataforma reivindicativa, que busque la mejoría del trabajador y trabajadora a corto, mediano y largo plazo, pero esto no quiere decir que los sindicalistas o dirigentes sindicales no deban cumplir sus funciones laborales.
Los y las trabajadoras deben ser muy reflexivos a la hora de elegir a sus dirigentes, de igual forma, deben hacer de la negociación de sus reivindicaciones un arte, no un camino para el ganguerismo.
La historia de la lucha sindical en El Salvador es muy rica, la cual comenzó en 1920, con el trabajo sindical de las décadas de los años 60´s y 70´s, y por supuesto, la lucha sindical de los años 80´s.
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