Editorial .30 de Abril. Tomado de Raices.
Los asesinatos de tres maestros y de una ciudadana mexicana en días recientes pusieron la alerta máxima en el país. El crimen organizado se ha hecho sentir de manera preocupante frente a la incapacidad de las autoridades policiales ante la ola de violencia que deja al menos 12 muertes al día y que perfila un futuro nada agradable.
A principios de la semana pasada fueron secuestrados y luego asesinados los profesores Audelia Barillas y su hermana Marlene del Carmen Barillas, y Tomás Antonio Gómez, en San Pablo Tacachico, La Libertad. Según las primeras pesquisas, los crímenes podrían obedecer a grupos de malhechores que mantienen en zozobra a los lugareños.
Mientras, el viernes 23 fue asesinada la ciudadana mexicana Claudia de Medina y su esposo Guillermo Medina, mexicano y oficial de la INTERPOL, resultó gravemente herido cuando transitaban cerca de los Juzgados de San Salvador en un claro atentado perpetrado por dos sicarios que se conducían en una motocicleta a pleno mediodía.
También, en este caso, existen varias hipótesis, aunque cobra fuerza por su lógica que el atentado criminal haya sido en venganza por el trabajo del oficial en contra del narcotráfico y el crimen organizado en el país y en conexión con el combate contra esos males en México, Guatemala y Honduras. El hecho de sangre tiene sumamente preocupado al gobierno de Mauricio Funes.
Desde que asumió el poder en junio pasado, el presidente Funes lleva la pesada carga de la violencia interminable en El Salvador, situación que heredó de gobiernos anteriores, pero que no por eso deja de ser su principal reto dado que aún su política de combate a la delincuencia no da los frutos esperados. Por ejemplo, que el ejército se mantenga en las calles de poco ha servido.
Lo grave del asunto es que los narcos y el crimen organizado se han movido sigilosamente hacia el área centroamericana por la persecución que sufren en México y la frontera con Estados Unidos. De ahí que han permeado instancias de las sociedades centroamericanas ante la incapacidad gubernamental por contener el problema. Las pandillas también están sirviéndole a las redes de criminales.
Como hemos sostenido en anteriores editoriales, Guatemala, Honduras y El Salvador se han convertido en países de descanso de los criminales que, a fin de causar conmoción y hacerse sentir, cometen horrendos asesinatos incluidos de periodistas como está sucediendo en Honduras donde suman seis colegas muertos en los últimos meses.
A casi un año del primer aniversario del gobierno de Mauricio Funes, es urgente que las autoridades realmente tomen más en serio el problema de la violencia, para evitar el calvario de la familia salvadoreña. Eso mismo exigimos también a los demás gobiernos centroamericanos, en especial de Guatemala y Honduras, donde las muertes están a la orden del día.
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