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2010/04/29

Salvadoreños en el Mundo-El peligro de no detener la violencia en El Salvador

 Escrito por por Manuel García.30 de Abril. Tomado de Salvadoreños en el Mundo.

Existen dos mandatos sagrados que todo Gobierno debe cumplir: proteger la vida de las personas y proteger la propiedad privada. Si el Gobierno fracasa en cumplir estos dos mandatos, el ciudadano, quien votó democráticamente por ese Gobierno, se ve obligado a vivir bajo los caprichos de la ley del más fuerte. Es cómo vivir en la selva, a merced del más violento, el más cruel, el más salvaje. En tales circunstancias, el ciudadano teme por su vida, y le es imposible ver un futuro dónde pueda vivir en paz y progresar con su familia.
Durante los años más duros de la guerra civil en El Salvador, los salvadoreños nos preguntábamos si la violencia se iba a terminar. En aquel entonces, el fin de la guerra no se podía ver. Aquellos que tuvimos la mala suerte de sufrir la guerra, temíamos por nuestras vidas. Cuando finalmente llegó la paz, pudimos respirar todos. Había un gran optimismo. Yo recuerdo ese día como el más feliz de mi vida. Los salvadoreños íbamos a vivir en paz. Podíamos reconstruir nuestro país y progresar con nuestras familias.

Hoy, los salvadoreños nos preguntamos cuando podremos vivir en paz. Vivimos en un país dónde los violentos están ganando la guerra. Si, “guerra” porque eso es lo que estamos viviendo los salvadoreños. No se le puede llamar otra cosa. Ciertamente, es una guerra sin cuartel. El enemigo son grupos armados, pandilleros y narcotraficantes, y otros violentos, que tienen a toda la población en vilo. Todos los salvadoreños somos victimas de ese enemigo común. Nadie se escapa.
Hace poco, un joven de 14 años, fue secuestrado en San Miguel por pandilleros. Era un joven trabajador y estudioso. Cuando no estaba en la escuela, le ayudada a su abuelo en el campo. Les daba de beber a las vacas. No se metía con nadie. De la escuela a casa. Era un joven con un gran futuro. Pero un día, unos pandilleros lo secuestraron y se lo llevaron lejos de su casa. El mismo día, los pandilleros estaban pidiendo $30,000 para dejarlo libre. ¿Cómo podía la madre conseguir ese dinero? Mientras la familia trataba de colectar el dinero, los pandilleros asesinaron al joven. Le cortaron el cuello, le hicieron otras salvajadas; la policía no pudo hacer nada para rescatarlo. Ni tampoco ha hecho nada para capturar y castigar a los culpables. Este es un caso más de los miles de asesinatos que en El Salvador no se resuelven. Los verdugos siguen libres.
La paciencia de la ciudadanía está llegando a un límite. La sociedad está cansada de escuchar a funcionarios mediocres e ineficientes que más parecen espectadores que los responsables de solucionar los problemas de seguridad de los salvadoreños. No se puede continuar así. No podemos resolver el problema de la violencia con campañas publicitarias. No podemos tampoco resolver el problema de la violencia con funcionarios corruptos, jueces que parece que trabajan a favor de los pandilleros.
Las pandillas controlan y aterrorizan a comunidades enteras. Ni el ejército ha logrado hacer mella en la delincuencia. El número de muertes sigue en aumento. La gente, desesperada, se empieza a organizar, y lo hace a través de las redes sociales para pedir el fin de la violencia. El Gobierno debe hacer lo suyo y no perder más tiempo en discursos estériles.
Primero, los pandilleros violentos son terroristas. Habrá que tratarlos como tales. La ley no puede proteger a alguien que priva de la vida a una persona. La ley está hecha para proteger a la gente honrada. Aquellos que han traicionado a sus padres, aquellos que han renunciado al derecho de convivir con los demás, también han renunciado a los derechos que conlleva el ser ciudadano de un país.
El Gobierno necesita mejorar la inteligencia policíaca. Los encargados de la seguridad pública han fracasado en obtener información de inteligencia que permita identificar y arrestar a los violentos extorsionistas. Se está librando una guerra sin ningún plan de guerra. En cualquier guerra, es necesario infiltrar al enemigo, desarticular, y anticipar sus movimientos. El Gobierno es incapaz de hacer mella en la delincuencia. Inclusive, tiene un plan, pero es un plan que está en chino: nadie no lo entiende, nadie lo sigue. Voy a decir algo que puede sorprender a un trasnochado izquierdista en El Salvador: Primero se tiene que garantizar la paz. Tenemos que garantizarle a la gente honrada la oportunidad de progresar en paz en su propio país.
Es importante que la sociedad se una en este esfuerzo de garantizar la paz con la ley en la mano. Pero en el fondo, la sociedad tampoco confía en las autoridades de seguridad. Hablando con mis familiares en San Miguel, me dicen que en El Salvador es mejor no decir nada. Es mejor callar. La gente teme que los mismos agentes de seguridad puedan estar en la nómina de las pandillas. Aquí está el gran problema: el ciudadano pierde confianza en las instituciones, y consecuentemente, la única solución será tomarse la justicia por sus propias manos. Que nadie se sorprenda si en El Salvador pronto aparecen grupos milicianos, civiles, como en Colombia, los cuales, al tratar de hacer justicia, se vuelven asesinos. Entonces, viviremos en una verdadera selva como animales. ¡Que Dios nos encuentre confesados!

Salvadoreños en el Mundo: El peligro de no detener la violencia en El Salvador

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