Así se previene la violencia en otras sociedades. Todos, no solo las instituciones del sistema de justicia penal, hacen su parte. No hay contemplaciones ni excusas para nadie.
Escrito por Joaquín Samayoa.28 de Abril. Tomado de La Prensa Gráfica.
Los salvadoreños nos quejamos de la violencia y hablamos bastante sobre la importancia de los programas de prevención, pero pocos estamos dispuestos a hacer las cosas más elementales para construir una cultura de rechazo a los comportamientos violentos. Permítanme relatar una historia muy reciente para que entendamos por qué otras sociedades logran fácilmente lo que nosotros hemos convertido en un sueño inalcanzable.
Hace unas pocas semanas, una joven universitaria de 20 años de edad acusó de violación a uno de los jugadores más destacados de la liga de fútbol americano en los Estados Unidos. Para comprender la moraleja de esta historia, es importante visualizar la asimetría social entre la joven y el deportista. Ella, una perfecta desconocida; él, un semi-dios, “mariscal de campo” (quarterback) de los Acereros de Pittsburgh, ganador de dos campeonatos (super bowls) en una liga en la que eso es poco probable y se considera una verdadera hazaña. Para quienes no están familiarizados con ese deporte, el “mariscal de campo” es la pieza más importante en el engranaje ofensivo de su equipo, y su rol le exige ser un verdadero líder dentro y fuera del campo, además de tener condiciones mentales y atléticas excepcionales.
Como suele suceder en los crímenes de abuso sexual, la única testigo presencial es la propia víctima, por lo que, cuando no hay evidencias de uso de fuerza, es posible alegar que hubo consentimiento para el acto sexual. En esta ocasión, los guardaespaldas del deportista impidieron que las amigas de la muchacha entraran al baño del bar donde se consumaba la violación. Consiguientemente, no hubo más testigos y, como la demanda se hizo semanas después, tampoco hubo examen médico ni evidencias físicas que respaldaran el alegato de violación. La fiscalía consideró que no tenía un caso suficientemente sólido para iniciar un proceso judicial.
Ese era el cuadro: un hombre a quien millones de personas conocen y admiran, acusado de violación por una mujer desconocida en un pueblo que talvez ni aparece en el mapa del estado de Georgia. A falta de evidencias, se aborta el proceso judicial. Es en ese momento cuando ocurre algo muy interesante, la razón por la que estoy relatando esta historia. El deportista, Ben Roethlisberger, no tuvo que defenderse ante un jurado, pero tampoco salió en caballo blanco; debió someterse al juicio y al castigo de la liga de fútbol americano, la cual impone un exigente código de conducta dentro y fuera de la cancha a todos sus empleados, a los deportistas, a los entrenadores y a los dueños de los equipos.
Luego de realizar su propia investigación y tomando en consideración algunos antecedentes comprometedores, Roger Goodell, máxima autoridad de la National Football League (NFL) emitió una sentencia inapelable. Roethlisberger no podrá jugar en los seis primeros juegos de la próxima temporada, lo cual equivale a una tercera parte de la temporada regular, más de un millón de dólares en salario no devengado y pérdida de jugosos contratos publicitarios. A pesar de que semejante sanción al deportista perjudica enormemente también a su equipo, ha sido respaldada por los dueños, los entrenadores y los demás jugadores. Todos han cerrado filas para rechazar una conducta inapropiada, imponiendo sanción económica, moral y social donde no fue posible una condena judicial.
Igual que en otros ámbitos de la vida cotidiana, las principales ligas deportivas en los Estados Unidos (NFL, NBA y MLB) tienen autoridades a las que no les tiembla el pulso para sancionar las faltas de los que están asociados, en una u otra capacidad, a la práctica del deporte organizado; desde el consumo de drogas ilegales hasta los incidentes de violencia intrafamiliar, pasando por provocaciones verbales y agresiones físicas en el transcurso de un evento deportivo. Antes de Roethlisberger, Michael Vick, otro famoso “quarterback”, fue a la cárcel y tuvo dos años de suspensión por organizar peleas de perros y maltratar a los animales.
Así se previene la violencia en otras sociedades. Todos, no solo las instituciones del sistema de justicia penal, hacen su parte. No hay contemplaciones ni excusas para nadie. No se vale la violencia. Punto.
Nuestro país, en cambio, es el reino de la alcahuetería y la impunidad a toda hora y en todo lugar. En demasiadas familias y escuelas brillan por su ausencia la autoridad y la exigencia de integridad; demasiados jueces, policías y fiscales negligentes, corruptos o cobardes. Siempre andamos haciendo leyes y elaborando teorías para excusar lo inexcusable. ¿Y todavía nos extrañamos de que haya tanta criminalidad?
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