LPG-El niño que no aprende (I)

 Escrito por Gilberto Aguilar Avilés.01 de Julio. Tomado de La Prensa Gráfica.

“El niño que no aprende es casi siempre un niño que puede aprender si se le somete a un tratamiento adecuado dentro de los límites de su nivel mental y grado de madurez”, ha dicho Clotilde Guillén de Rezzano al presentar el sugestivo libro del Dr. Emilio Mira y López, “El niño que no aprende”.

No hay maestro de aula que no haya vivido las muchas veces desesperante preocupación de niños de difícil aprendizaje. Este fenómeno tan ligado a la deserción, a la repitencia y, en general, a la ineficacia cuali-cuantitativa del sistema escolar, podría ser atenuado con los recursos y descubrimientos de la moderna Psicología del Aprendizaje. Lamentablemente, el común de los docentes solo está habilitado para tratar con el niño promedio. El muy inteligente y el lento –en los extremos– constituyen un verdadero dolor de cabeza para el maestro. Especialmente, el niño que fracasa constantemente.

Si bien es cierto que bastantes casos de aprendizaje dificultoso caen dentro de la competencia del psicólogo escolar, el docente de aula debe poseer una razonable información para comprender las causas del problema o para emprender algunas acciones remediativas dentro del ámbito de sus posibilidades. En todo caso, una buena comprensión de la naturaleza de las dificultades de aprendizaje puede ayudar al maestro de aula a elaborar un buen reporte analítico cuando exista la posibilidad de transferir a un alumno al psicólogo.

La Escuela Salvadoreña está ahora propuesta a lograr mejores niveles posibles de eficacia, sobre todo en los primeros grados, que es donde se suelen presentar los casos más críticos de dificultades del aprendizaje. Por tal razón, resulta muy apropiado comentar en los siguientes artículos algunas páginas de “El niño que no aprende”, del notable especialista Dr. Emilio Mira y López. Su lectura podría motivar al maestro a la búsqueda de más información sobre uno de los crónicos problemas en el aula: el niño de difícil aprendizaje.

Conversando en diversos países con distintos pedagogos, interesados extraordinariamente por su profesión, es un hecho que ha llamado mi atención el que la mayoría, aún reconociendo la importancia teórica del conjunto de problemas planteados por los niños que no aprenden, los ha subestimado desde el punto de vista práctico. Muchos me han dicho, poco más o menos: “Bien; al fin y al cabo, los médicos y los psiquiatras, influidos por sus estudios profesionales, ven al mundo con ojos de patólogo, y no cejan en sus tentativas de contactar las diversas disciplinas culturales con la Medicina, dispuestos, siempre, a introducir en ellas algo de morboso. Así, ahora están empeñados en introducir ese criterio patológico en la tarea educacional, destacando la enorme importancia de las “perversiones instintivas” de los “desvíos de conducta”, de los “retrasos del desarrollo”, etc., etc. Cuando se les oye, parece como si la mayoría de los escolares fuese compuesta por débiles, abúlicos o retrasados.

En efecto: el problema del niño que no aprende nos va a llevar a enfrentarnos con un concepto fundamental de la pedagogía moderna, y, a través de ello, nada menos, quizá, que con los principales problemas de organización social que enfrenta hoy la humanidad. ¿Por qué? Porque ese niño que no aprende, que mañana será un adulto que tampoco aprende, va a ser el enfermo, va a ser el delincuente, el desadaptado social, el desvalido que gravita parasitariamente sobre una economía ya de sí harto justa y precaria; o bien –lo que es peor– va a ser el gobernante de un país, que lo arrastre a la guerra o a una continua perturbación que impida asentar el mundo sobre bases justas o equilibradas. (Continuará)

El niño que no aprende (I)