EDH-La Unión Aduanera: El horizonte de Centroamérica

 Ricardo Esmahan.27 de Julio. Tomado de El Diario de Hoy.

La semana anterior se celebró la reunión de presidentes centroamericanos, foro máximo del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), en un contexto regional de complejas relaciones comerciales, políticas y diplomáticas, entre algunos de sus países miembros; así como profundos problemas sociales y económicos generalizados en la región, como delincuencia, narcotráfico, crisis económica y déficit fiscales.

Al darle seguimiento a este proceso en su contexto complicado, viene a la mente la definición de la palabra horizonte: "línea aparente que separa el cielo y la tierra, a la cual, entre más uno se acerca, más ésta se aleja".

En 1960 entró en vigor el Tratado General de Integración Económica Centroamericana, inspirado por el liderazgo que ostentó el entonces Presidente de Nicaragua, Luis Anastasio Somoza Debayle.

El Tratado General y sus alcances fueron ejemplo de integración comercial en el mundo. Fue notificado ante el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT) por Nicaragua, parte contratante firmante del Acuerdo Multilateral. Nació con compromisos específicos y programados en cuanto al libre comercio de mercancías; sin embargo, en cuanto a la Unión Aduanera sólo trazó votos, votos que a más de 50 años se siguen renovando sin realización.

El Tratado General en su primer artículo consignó el compromiso de los estados de "establecer entre ellos un mercado común que deberá quedar perfeccionado en un plazo máximo de cinco años". Sin embargo, sólo se comprometieron "a constituir una Unión Aduanera entre sus territorios", sin ponerle un plazo y un programa como el de eliminación de aranceles entre las partes.

Estos propósitos se especificaron en el segundo artículo del Tratado General al decir: "perfeccionar una zona centroamericana de libre comercio en un plazo de cinco años y adoptar un arancel centroamericano uniforme". A la fecha no se tiene libre comercio pleno ni arancel uniforme.

En 1993 el Protocolo de Tegucigalpa y el de Guatemala renovaron los propósitos de la integración, actualizaron su institucionalidad y reimpulsaron la Unión Aduanera. Desde entonces varias cumbres del SICA han renovado votos que no culminan en el anhelo.

En la cumbre de la semana pasada, la autoridad máxima del SICA volvió a renovar estos votos, en el marco de una agenda cargada de pendientes: problemas comerciales bilaterales, falta de normativas comerciales únicas, un libre comercio con excepciones y un arancel común sin equiparación (aranceles consolidados ante OMC; varios aranceles aplicados diferentes, así aprobados por el Consejo de Ministros de Economía y otros fijados por cada país, y una erosión del arancel común en Tratados de libre Comercio con otros países).

Además, se aplican medidas sanitarias y verificaciones del origen de las mercancías, desatendiendo derechos procesales elementales, con el afán proteccionista de bloquear el comercio y atender intereses de grupos empresariales nacionales.

Es de reiterar que Centroamérica destacó en sus inicios entre los procesos de integración del mundo, por ser el tercero del Siglo XX. La Unión Aduanera de África Austral fue el primero (1910). Luego tomó vigor la Comunidad Económica Europea (1951), perfeccionada con los Tratados de Roma (1957). Todos los demás procesos son posteriores al tercero, el centroamericano. Actualmente están en vigor 14 esquemas de integración comercial en todo el mundo.

Europa escaló su integración con el Tratado de Maastricht (1992), conformando la Unión Europea: moneda única, integración del comercio de mercancías y servicios, arancel común y tránsito libre de personas. Centroamérica quedó rezagada, pero entusiasmada por la negociación de comercio con Europa.

Ojalá que esta cumbre del SICA sea distinta, y que las circunstancias comerciales, políticas y diplomáticas no mantengan la Unión Aduanera caminando hacia el horizonte, inalcanzable.

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