Rodolfo Chang Peña. 30 de Julio. Tomado de El Diario de Hoy.
La falta de evaluaciones periódicas de la oferta de servicios hospitalarios y la aplicación de los pertinentes ajustes con respecto a la población bajo responsabilidad (cobertura), han contribuido a que exista una pobre satisfacción de las demandas asistenciales de los salvadoreños, de suyo ya castigados severamente por el transporte público, las infaltables tres o cuatro epidemias anuales: la pobreza, las calamidades producidas por los huracanes y la inseguridad pública.
Justifican la revisión de las coberturas a nivel nacional: (1) Crecimiento de las comunidades y el surgimiento de gran número de nuevas urbanizaciones y colonias; (2) Cobertura original rebasada desde hace muchas décadas, en efecto los nosocomios no se planean para la eternidad y necesitan ajustarse antes de que colapsen o den dificultades; (3) Modernización de las vías de comunicación que prácticamente ha modificado los "deslindes" originales de las correspondientes zonas; (4) Pérdida de vigencia de antiguas zonificaciones sanitarias del territorio; (5) Nuevos estilos de trabajo y otros fenómenos sociales, muchos empleados por ejemplo, oriundos del occidente del país viajan todos los días para trabajar en la capital y en otras ciudades, y viceversa, mucho capitalinos se trasladan a trabajar al interior; (6) Éxodo de salvadoreños hacia el Norte que ha provocado sustantivos cambios en mucha comunidades y (7) El habitual desorden y ausencia de educación en el uso de unidades, hospitales departamentales, centros regionales y nosocomios especializados de San Salvador. De hecho, no se puede esperar otra cosa, ya que el público carece de una guía y no ha sido enseñado sobre cómo usar los servicios asistenciales disponibles.
En realidad, una red hospitalaria debe responder y ser congruente con el perfil epidemiológico prevalente en una zona geográfica determinada, con la idea que cualquier problema de salud en cualquier parte del país, sea atendido con oportunidad y eficiencia, según la gravedad del caso, en el lugar que le corresponde y no en otro. Lograr este importante modelo de funcionamiento corresponde a los técnicos en la materia, especialmente planeadores sanitarios con experiencia, no a políticos recién llegados.
Un reacomodo inteligente de la oferta de servicios podría lograr los siguientes objetivos: (a) Mejorar la calidad de los servicios; (b) Entregar los servicios con oportunidad y sin pérdida de tiempo; (c) Mejorar la utilización de los establecimientos; (d) Distribuir en forma razonable la carga de trabajo evitando los hacinamientos, colas y sobrecargas; (e) Incrementar la humanización de la intervención sanitaria en la población; (f) Disminuir la demanda insatisfecha y (g) Ajustar la oferta a la dinámica de la demanda.
La información disponible apunta a que los traumas y lesiones, enfermedades cardiovasculares y renales, cáncer y problemas relacionados con la salud mental, están asfixiando los nosocomios y consumiendo la mayoría de los recursos. En realidad los grandes centros hospitalarios de la capital solamente deberían de atender el nivel especializado de los grupos de patologías citados anteriormente, lo que constituye talvez del 10 al 15% del gran total que en la actualidad se atiende. El resto debería atenderse en los establecimientos restantes de la red.
Obviamente en la capital están los recursos humanos especializados y las instalaciones y equipos de mayor complejidad que sería irracional desplazar hacia el interior del país. En El Salvador existe ya la suficiente justificación para contar con hospitales especializados en traumas, enfermedades cardiovasculares y problemas renales. Por supuesto que no me refiero a construir grandes "elefantes blancos" porque no hay recursos, sino readecuar infraestructuras existentes. En cuanto al cáncer, una salida es consolidar un programa con visión de país, a partir del existente en el ISSS, por cierto el mejor planeado, construido, equipado y administrado.
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