Godofredo Aguillón.29 de Julio. Tomado de Diario Co Latino.
Un columnista permanente de un diario matutino (16/07, p. 44, LPG), acaba de exhortar a pensar, a “descubrir las verdades”, a debatir si la democracia y la libertad están amenazadas por el proyecto del FMLN, ya que asegura “que grupos pequeños se toman la democracia”.
En el pasado la derecha luchaba contra el comunismo, hoy contra el socialismo del siglo XXI, esto es, se vuelve a cumplir la aserción aún vigente donde la derecha ve la historia como tragedia, luego la repite como farsa. Perdido en las lecciones históricas y contextos de lucha que responden a condiciones específicas, éste llamado iracundo forma parte de los temores pueriles y parroquiales que esgrime la derecha en momentos de crisis en sus catedrales, cuyos párroco doctrinarios se quedaron sin referente y sin moral cuando se derrumban sus mitos ideológicos y doctrinales frente a la realidad.
Alegar amenazas a estas alturas de los tiempos del capital, como lo sugiere el columnista, fuera de contexto histórico y con brotes rabiosos ideológicos, es un llamado a la agonía, a la impotencia, a pérdida de razón, a la ilegitimidad en la que se encuentra el proyecto de la derecha empresarial y política frente al avance indetenible de los proyectos emancipatorios enraizados en los intereses populares.
El columnista en cuestión es el factótum que necesita la derecha orgánica para desorientar y confundir al pueblo inteligente que votó por el FMLN, conscientes que los intereses de ARENA no son los intereses de la mayoría de la población sino de los ricos, de la plutocracia que no quiere ni aspira a democratizar la economía. Defender “la democracia superficial” que tenemos conviviendo con la miseria y pobreza, o mejor dicho, con excesos de riqueza y excesos de pobreza como la denunció Rousseau, es lo que prefiere rebosante el columnista y toda la derecha ramplona y modernizante, ya que nunca pensarán aunque la catedral esté precipitándose que hay que cambiar dicha democracia, porque entonces si hay amenaza a los tiempos del capital; insubordinarse y luchar contra éste tiempo que anula al sujeto será vista siempre como una amenaza a sus intereses de clase.
Y cuando invoca la pérdida de libertad, ni siquiera se atreve a precisarla y definirla, porque sabe que caería como embaucador insolente en cuanto se anime a hablar de sus contornos y contenidos precisos. La derecha ilustrada que razona y ofrece vivos argumentos es distinta a los obtusos planteamientos de supuestos “intelectuales orgánicos” que avergonzarían a un Huntington, von Hayek, Schumpeter, Luis Pazos, Héctor Aguilar Camín, Alfonso Rochac, etc.
Los incautos, que no decidieron soberanamente serlo en condiciones capitalistas de producción, son presa fácil de estos entuertos hilvanados por las mentes menos lúcidas del espectro conservador. Por otra parte, el columnista invita a los tanques de pensamiento “de izquierda como FUNDE…”, incluso asevera que “Debieran de abanderar el debate racional las personas e instituciones de izquierda democrática”, contra el “proyecto absolutista” efemelenista. Lo que ignora el columnista es que detrás de la supuesta “izquierda democrática” se esconden los intereses más espurios a favor de los intereses del capital, son los que piensan que se acabaron las revoluciones (dixit Adalberto Torres Rivas) y es mejor asimilarse al capitalismo salvadoreño y mundial, en fin, son los que comparten las visiones de la quinta columna del sistema capitalista. Estos representantes de la inauténtica izquierda democrática son los meretrices que necesita la derecha para socavar, neutralizar o abortar cualquier proyecto democrático revoluciona-rio, por tanto, nunca serán parte de los mejores derroteros que aspira la sociedad en cuanto a sujetos libres y autónomos.
Romper el tiempo continuo es insubordinarse a los tiempos del capital y su democracia superficial, y esto no es un reto exclusivo de un partido sino de toda la clase social oprimida del pueblo que necesita crear su propia democracia como modo de vida y espacio de lucha constante y permamente. Las credenciales de politólogo del columnista por la universidad de Georgetown, no le sirven para entender estas dinámicas y contradicciones que encubre la democracia que le enseñaron que difundiera como la mejor para un pueblo que siempre se ha insubordinado a los dictados del capital salvadoreño y a las dictaduras que hablan de democracia en nombre del capital.
El columnista es parte de esa derecha que no se examina a sí misma de sus horrores del pasado para comprender el presente y tampoco examina su pensamiento anclada en los tiempos que define el capital. Si no es capaz de examinarse a sí mismo tampoco está capacitada para entender la dialéctica de la vida o la esencia de la lucha de los oprimidos y explotados por un sistema que no les garantiza bienestar y solidaridad entre iguales.
En lugar de atisbar amenazas donde no las hay, el columnista debiera de preguntarse por qué la democracia que defiende tolera y se desliga de si la mayoría come, le anula su soberanía popular en aras de la representatividad, permite un trato oprobioso a los pobres, otorga impunidad al funcionamiento del sistema económico y político, incluso al judicial, vuelve objeto y no sujeto al ciudadano, tolera las atrocidades económicas de las corporaciones mineras y el capital inmobiliario, etc., si aquí no ve problemas de gravedad, entonces sus quejas son las de un niño que no quiere dejar de jugar golf en El Encanto y dejar de ser empresario por suerte del destino o por revelación divina.
Su pasado de estudios por la UES, UCA y egresado de la Georgetown, articulado con su desempeño en la banca, INCAE, FUSADES, FUNDEMAS y Construambiente, amoldaron un pensamiento ecléctico burdo y pueril que se mueve en las superficialidades y habla de superficialidades.
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