Eduardo Badía Serra.27 de Julio. Tomado de Diario Co Latino.
Estamos en invierno, más bien, en la época lluviosa. Y somos un país del trópico, tropical por entero. Esto último lo decía muy bellamente Alfredo Espino en su poema del trópico, y lo describe a borbollones Arturo Ambrogi en su libro del mismo nombre. Consecuentemente, aquí, llueve.
Informes de SNET y del Ministerio del Medio Ambiente y Recursos Naturales nos dicen que este año lloverá más de lo normal, arriba de los 1800 milímetros, y además, por momentos, torrencialmente. Lo anterior originará problemas al país, sobre todo en las zonas frágiles y de alta pobreza; pero yo insisto en que el problema no es sólo lo recio de la lluvia sino sobre todo la precariedad del país, de nuestras ciudades, y de nuestro ambiente natural. En Centroamérica llueve así. Nicaragua ha llegado a tener máximos anuales de precipitación del orden de los 6300 milímetros; Costa Rica los ha tenido incluso mayores, superiores a los 7500 milímetros; Guatemala, de los 6000 milímetros; Panamá, de los 5500; y Belice incluso, de los 4500. En El Salvador, nuestras lluvias saben oscilar entre los 1500 y los 2300 milímetros anuales, lo cual, en un país naturalmente consistente, debería ser realmente una bendición.
Sin embargo, en estos dos últimos años, los inviernos han sido golpeantes y han generado desgracias lamentables, producto, debo insistir, de nuestra precariedad como país y no precisamente de la fuerza de la lluvia. Falta así, lo peor, agosto, septiembre y octubre. Entre estos tres meses, y agregando Julio, un tercio del año, se recibe arriba del 60 % de la precipitación. Hay que prepararse entonces para lo que llegará. Centella, Castillo y Aguilar, investigadores, han estudiado detalladamente el comportamiento de las lluvias en El Salvador, y señalan, dentro de un período de estudio que cubre de 1961 a 1990, 30 años, las llamadas anomalías en los totales de precipitación: Períodos en los que llueve mucho contra períodos subsecuentes en los que llueve poco. Estos incrementos y disminuciones alcanzan valores de hasta unos 300 milímetros.
A finales de los años ochenta se tuvieron lluvias que superaron los 2000 milímetros; unos tres años antes estas no alcanzaron los 1600. Así es este comportamiento de la lluvia. Ciertamente, estos dos últimos años ha llovido recia y concentradamente, pero sus efectos negativos han sido producto más de nuestra propia precariedad como país que de las lluvias mismas. Es necesario entender bien lo anterior para poder actuar adecuadamente. Lo urgente es efectivamente reaccionar protegiendo de alguna forma a los afectados, tanto en sus personas como en sus bienes; pero lo más importante es prevenir, y la prevención pasa por el establecimiento de sistemas que impidan esa grosera deforestación que hemos venido ejecutando desde hace décadas, así como la contaminación y el asolvamiento de nuestras fuentes de agua. ¡Demasiado concreto y asfalto sobre nuestros suelos! ¡Demasiadas urbanizaciones desordenadas! ¡Eso es lo que ahora está produciendo estos efectos negativos, y no las lluvias!
Yo pienso que es un error preocuparnos mucho sobre esa verdad no comprobada del calentamiento global y del cambio climático, con su efecto invernadero, y situar en ellos la causa. Y sobre todo, que ello esté siendo producido por la mano del hombre. Nuestra preocupación debería centrarse más en lo local, en lo micro, en nuestro ambiente natural. Ver hacia nuestros bosques, ver hacia nuestros ríos y lagos, ver hacia nuestro manto freático, y comenzar a ejecutar acciones en el orden de su prevención y recuperación. El cambio climático y el calentamiento global no han sido comprobados científicamente, hay muchas dudas sobre ello, y aunque fueran ciertos, las soluciones no están en nuestras manos. Antes que ver hacia el derretimiento de los polos y el sobrecalentamiento de los océanos, veamos hacia nuestros ríos groseramente contaminados, ya estratificados, algunos casi anaeróbicos; veamos hacia ese Valle de Zapotitán, crudamente dañado por el efecto de la inmensa contaminación que recoge; veamos hacia el Lempa, cuya cuenca cubre más de la mitad del país, casi muriendo por tanto efecto nocivo que le provocamos en su cauce.
Ese efecto invernadero tan criticado y comentado fue precisamente uno de los promotores de la vida en el planeta, y olas de calentamiento ha habido sobre la Tierra periódicamente, según afirman los científicos, y, esto sí, comprueban los datos. La Tierra está acostumbrada a los grandes cambios, a la aparición y desaparición de las especies, a largos inviernos helados y a veranos volcánicos. Los cambios climáticos han sido, en la historia de la Tierra, un fenómeno natural, y el fenómeno del Niño no es una novedad precisamente. Alexander von Humbolt lo descubrió en su famosa expedición a las Galápagos allá por 1799-1804. Claro que hay efectos introducidos por el hombre, y aquí, la culpa sabe darse en alta proporción a los Clorofluorocarbonos, CFC, (Freón, Halón, como ejemplos), sin pensar que estos vienen actuando ya desde hace ochenta años y que ahora su efecto negativo sobre la capa de ozono se ha corregido al transformarlos en Hidrógenoclorofluorocarbonos, HCFC, los cuales se autodestruyen en la tropósfera sin alcanzar los estratos más altos. Lo que pasa es que el viaje de estos compuestos hacia la capa de ozono dura unos 25 años, por lo cual, el efecto positivo de los HCFC tardará esos años en notarse.
No hay que dejar de preocuparse; pero tampoco hay que alarmarse más de la cuenta. La Tierra es una sola y nosotros no estamos exentos de lo que a ella le pase; pero la Tierra sabe comportarse y reaccionar ante el hombre, que es para ella un elemento pequeñísimo, minúsculo, y en su reacción le sabe aconsejar, en primer término, castigar en segundo, y si no reflexiona adecuadamente, pues hasta destruirlo. A los dinosaurios les pasó esto, ¿porqué no a nosotros? Mejor, hoy por hoy, olvidémonos un poco del calentamiento global, del efecto invernadero, del cambio climático y demás, y mejor dejemos de contaminar, asolvar y deforestar.
Por eso, yo digo:
Pueblo, ¡Rechaza las discusiones ligeras!
Pueblo, ¡Cuidado con los cantos de sirena!
Pueblo, ¡Levántate y anda!
Pueblo, ¡Decídete por el cambio! ¡Anida la esperanza!
¿De política? ¡Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!
¿Para qué?
De estas, y de otras cosas, seguiremos hablando, si Diario Co Latino me lo permite.
Opiniones
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Editorial
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