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2010/07/29

LPG-Una buena señal para desactivar tensiones

 El diálogo, entendido como intercambio inteligente y sincero de visiones y posiciones sobre puntos específicos contenidos en una agenda abierta, tiene muchos beneficios potenciales, y el primero de ellos es poner a las partes frente a frente, de manera directa.

Escrito por Editorial. 30 de Julio. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

Como primer resultado positivo de la perturbación política que se ha vivido en el país durante las semanas más recientes, altos dirigentes de los partidos FMLN y ARENA han acordado, en una reunión del más alto nivel, entrar en una fase de acercamientos que le vayan dando más solidez a la gobernabilidad, amenazada por la atmósfera conflictiva. Este es un primer paso en la línea adecuada, que es la del diálogo y el entendimiento, para que, en un ambiente suficientemente sereno y proclive al análisis objetivo de los problemas, sea posible pasar de manera progresiva a la zona de las soluciones, que es lo que se necesita.

Se ha recordado, en el marco de la reunión aludida, que en nuestro país se dio un proceso de paz que culminó con unos acuerdos sin precedentes, que hicieron posible dejar atrás la violencia política para entrar en el escenario pacíficamente competitivo de la democracia. Si esto se logró para concluir una guerra, sin vencedores ni vencidos, ¿cómo no va a ser factible y cómo no va a ser exigible que hoy las fuerzas políticas reconozcan sus respectivas responsabilidades y las pongan al servicio de una verdadera racionalidad histórica, que nos permita a todos construir la paz social y asegurar el desarrollo equitativo y acelerado?

Es de saludar con beneplácito la iniciativa de los dos partidos más fuertes, y esperar de manera vigilante y acompañadora que lo que por ahora son palabras que encienden una luz de confianza se vayan convirtiendo sistemáticamente en hechos beneficiosos para la nación. La problemática que cargamos es enorme, los tiempos políticos no permiten dejar las cosas para después y las demandas ciudadanas son cada vez más apremiantes. Nada de esto puede atenderse sin una política que ponga los bueyes delante de la carreta, como debe ser.

Función terapéutica del diálogo

El diálogo, entendido como intercambio inteligente y sincero de visiones y posiciones sobre puntos específicos contenidos en una agenda abierta, tiene muchos beneficios potenciales, y el primero de ellos es poner a las partes frente a frente, de manera directa. Cuando hay diferencias, y en la democracia eso es lo normal, no hay nada más saludable que verse las caras y decirse las cosas viéndose a los ojos. La contraposición de monólogos lo que hace es profundizar las discrepancias y promover los enfrentamientos estériles.

Y cuando la lucha de monólogos se vuelve forcejeo público, como se estila tanto en la política mal llevada, se llega con gran facilidad al choque desestabilizador. Estos son riesgos que hay que evitar a toda costa, pues ya tenemos bastante con los problemas generados por el aprendizaje de la alternancia, que les toca hacer en primer término a las fuerzas políticas más representativas. Estas fuerzas son las que ahora anuncian estar dispuestas a manejarse dentro de la sana lógica del diálogo. Les tomamos la palabra, y estaremos atentos a que la cumplan.

Hay que superar en los hechos el juego de apariencias en el que han venido cayendo tanto los llamamientos al diálogo como las presuntas búsquedas de unidad nacional. Aparentar que las cosas se hacen lo que hace es complicar más las cosas. Los partidos, que por su propia naturaleza tienen vocación de permanencia, no pueden darse el lujo de enredarse en la simulación o de quedarse en la superficialidad. Si de veras pasan a la dinámica de los entendimientos de fondo sobre puntos vitales estarán cumpliendo con la tarea que les corresponde.

Una buena señal para desactivar tensiones

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