Por experiencia vivida, es fácil colegir que en el ambiente los tiempos políticos nunca han sido medidos y aprovechados estratégicamente. Eso deriva quizás de seguir sintiendo lo que se creía en la era autoritaria: que el poder lo controlaba todo, el calendario incluido.
Escrito por Editorial.27 de Julio. Tomado de La Prensa Gráfica.
A raíz de la alternancia en el ejercicio del poder político que se concretó en 2009, se ha venido haciendo evidente que el manejo de los tiempos políticos debe ser más cuidadoso que nunca. El hecho de que la misma fuerza permanezca mucho tiempo en el poder tiende a estancar el avance del proceso, porque se entra en una especie de acomodamiento autocomplaciente muy peligroso, en el que no se potencian las virtudes, sino los vicios; pero la alternancia tampoco es por sí misma garantía de buen dinamismo, sobre todo cuando se da con las ambigüedades que la actual ha traído consigo.
Dentro de unas semanas, al final de agosto, se cumplirá la primera cuarta parte de la Administración presente. La segunda cuarta parte irá de septiembre de 2010 a noviembre de 2011. La tercera cuarta parte, de diciembre de 2011 a febrero de 2013. Y la última cuarta parte, de marzo de 2013 a mayo de 2014. En noviembre de 2011 estaremos en las meras vísperas de las cruciales elecciones legislativas y locales. En 2012 se instalará la nueva Asamblea y lo más probable es que a fines de ese año empiecen a formalizarse las candidaturas presidenciales, como pasó en 2007. 2013 será un año de intensa lucha electoral. A la Administración presente, pues, sólo le quedan unos ocho meses de su segunda cuarta parte para desarrollar con holgura sus proyectos. El tiempo es corto de veras.
Por experiencia vivida, es fácil colegir que en el ambiente los tiempos políticos nunca han sido medidos y aprovechados estratégicamente. Eso deriva quizás de seguir sintiendo lo que se creía en la era autoritaria: que el poder lo controlaba todo, el calendario incluido. Hoy es otra época, que desde luego demanda más inteligencia y creatividad.
El calendario político es de todos
Tradicionalmente, nuestro régimen de vida política ha sido y es presidencialista, con rasgos supervivientes del caudillismo decimonónico. Eso fue sostenible sin mayores obstáculos durante los tiempos autoritarios, pero lo es cada vez menos en el curso de la modernización democratizadora. El presidencialismo también tiene que evolucionar, y es lo que estamos viendo en los hechos, sobre todo cuando son cada vez más intensos los reclamos sociales por más transparencia política, más control y verificación de decisiones y resultados, más previsibilidad de proyectos y más efectividad institucional.
En cuanto al calendario político y sus distintos efectos, es cada vez más un patrimonio de todos los actores que están en el juego democrático. Es algo que atañe tanto al Gobierno como a los partidos, los que están en el Gobierno como los que están en la oposición, y ahora habría que agregar a los que están a medio camino entre el Gobierno y la oposición, que es el caso actual sin precedentes del FMLN.
Para los partidos, las vísperas preelectorales se han venido extendiendo mucho más allá de los plazos legales, y, dadas las condiciones que prevalecen, eso tiende a incrementarse. Por ejemplo, hoy todos están mucho más atentos a lo que podría resultar de los comicios de 2012 en cuanto a correlación de fuerzas en la Asamblea y en las municipalidades. Mucho más que nunca, 2012 será, electoralmente hablando, una especie de ensayo con vestuario de lo que podría venir en 2014, lo cual dispara ansiedades y expectativas.
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