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2010/07/31

LPG-Los tres motores de la autorrealización

 Autorrealizarse es la tarea de llegar a ser lo que a cada quien le corresponde, según su vocación y su capacidad. Y esa tarea tiene una condición anímica básica: la voluntad de asumirla.

Escrito por David Escobar Galindo.31 de Julio. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

Las condiciones actuales del acontecer real, en el país y en el mundo, están poniendo al ser humano en una novedosa posición de protagonismo, quizás como nunca antes. A la luz de la globalización que rige cada vez con mayor influencia expansiva los fenómenos de la actualidad, los poderes tradicionales han ido entrando en una especie de atmósfera abstracta, que es de seguro la antesala de un nuevo modelo: el de la multipolaridad. Esto podría querer decir que de aquí en adelante nadie tendrá las riendas, sino que habrá un liderazgo no sólo múltiple, sino multiplicado y multiplicador. En esas condiciones, el ser humano individual es mucho más visible que nunca, y su suerte podría estar siendo revalorizada por las mismas circunstancias que antes le fueran tan adversas.

Hace unas semanas, la dirección de uno de los más prestigiosos colegios del país me invitó para decir el mensaje a los jóvenes en la clausura de labores del año lectivo. Titi, mi esposa, me dice siempre que se me da mejor la expresión espontánea cuando se trata de alocuciones más emotivas que reflexivas. La ocasión de aquel día era una mezcla de ambas, y me aventuré a dejar que fluyera la fuente. Y resumo aquí lo que me nació durante aquellos quince minutos, de cara a los jóvenes con todo el futuro por delante, entre sus familias orgullosas y conmovidas y frente a sus maestros lucientes como si los graduados fueran ellos mismos. La mañana de invierno resplandecía, y sus irradiaciones nos envolvían a todos con la gracia de nuestro aire y la pasión de nuestra luz.

Tuve de pronto la imagen animada de estas vidas jóvenes, que están apenas emergiendo. Les falta la fase formativa superior, pero ya es posible advertir la vitalidad de cada quien, al menos como promesa identificable. Y entonces me embargó el impulso de hablar sobre una energía que es la que mueve todo el mecanismo humano, en cualquier etapa de la vida, pero sobre todo en la etapa de construcción básica: y esa energía es el poder de autorrealización. La vida es un desafío intransferible: nadie puede vivirla por otro. Y por eso la sobreprotección en la niñez o en la adolescencia es tan castradora. Autorrealizarse es la tarea de llegar a ser lo que a cada quien le corresponde, según su vocación y su capacidad. Y esa tarea tiene una condición anímica básica: la voluntad de asumirla.

Autorrealizarse requiere la convergencia de una serie de factores, objetivos y subjetivos; es decir, externos e internos. La sociedad, como escenario donde se desenvuelven tanto el libreto individual como el libreto colectivo, debe asegurar los elementos y mecanismos idóneos que posibiliten la autorrealización tanto de sus individuos como del ente social. Y esto es aún más indispensable cuando se trata de sociedades como la nuestra, lastradas por tradicionales desequilibrios psicosociales y socioeconómicos. Por ello insistimos en la necesidad de estructurar y viabilizar en el país un verdadero régimen de oportunidades especialmente para los más desprotegidos, que no se quede en la mediocridad benefactorista sino que garantice la plenitud autorrealizadora.

Desde luego, la autorrealización no se mueve por sí sola: su logro es una suma de piezas que cada quien debe integrar por su cuenta. Eso significa que toda autorrealización es funcionalmente una interacción. Con frecuencia se llega a creer que autorrealizarse es una especie de conjunción de dinamismos regidos por la suerte más que por el compromiso; pero la experiencia constantemente reiterada enseña que autorrealizarse es una apuesta, no una dádiva. Y, puestos a identificar los componentes fundamentales de dicha apuesta, tres de ellos resaltan como los que nunca podrían faltar: la inspiración, la disciplina y la creatividad. En otras palabras, el motor espiritual, el motor orgánico y el motor intelectual. Si alguno de ellos falta o falla, el empeño no prospera.

INSPIRACIÓN. Si desde la profundidad del ser no se alza el impulso de revelar lo que hay dentro de cada quien, la vida se queda en un oficio sin perspectiva. Y esto no depende de la naturaleza de las facultades o habilidades personales ni de las posibilidades materiales de las que por condición propia se disponga. Recuerdo que don Rubén H. Dimas, el gran maestro, nos decía cada vez que era oportuno, y lo era con gran frecuencia: “Si vas a ser barrendero del pueblo, tienes que ser el mejor barrendero del pueblo”. Lo importante es que el quehacer se vuelva palanca virtuosa del ser. O sea: que la inspiración dirija las energías conscientes y subconscientes hacia el fin supremo de la vida, que es hacer florecer los combustibles anímicos esenciales.

DISCIPLINA. No vacilo al afirmar que sin disciplina todo lo demás queda literalmente en el aire. Disciplina es orden y es, para ello, disposición anímica al orden. Esto implica que disciplinarse es un aprendizaje, y, por ende, un proceso educativo, que debe comenzar desde el comienzo de la vida. En esta línea, hay dos clases de padres, es decir, de maestros naturales: los educadores y los consentidores. Hay que apuntar de inmediato que la mejor expresión del amor es la educación firme y amorosa. Ama a tu prójimo como a ti mismo; es decir, edúcalo como te educas a ti mismo. Y, para que la disciplina cumpla su rol y desarrolle sus potencias, debe ser asumida como algo perfectamente natural. Lo antinatural es la indisciplina, y reconocerlo es hoy más necesario que nunca.

CREATIVIDAD. Para adaptarnos a la realidad que nos toca, independientemente de cuál sea, debemos desarrollar la capacidad de recrearla conforme a nuestras necesidades y aspiraciones. Creatividad se confunde casi siempre con originalidad explícita, como la que se manifiesta en el arte o en la ciencia. Pero, en verdad, aquí nos referimos a la creatividad como fuerza de manejo visionario de los hechos. Una fuerza que debe ser ejercida con autoconsciencia conductora y con fluidez funcional. La creatividad, así concebida, es la mejor plataforma para las formas superiores del poder creador. Y en estos tiempos de competitividad cada vez más demandante, ser creativo en todos los sentidos se ha vuelto requisito inexcusable del buen desempeño existencial y social.

El desarrollo de una sociedad se mide por los niveles de autorrealización humana que promueve y estimula. Tengámoslo presente.

Los tres motores de la autorrealización

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