EDH-La temporalidad de los cargos públicos

 Luis Mario Rodríguez R.28 de Julio. Tomado de El Diario de Hoy.

Norman Quijano está trabajando para que le recuerden como un funcionario valiente, creativo y audaz. Haberse quedado lamentando la falta de apoyo del Gobierno y la Asamblea Legislativa en su proyecto estrella relacionado con el transporte público, el Metrobús, habría sido simplemente imperdonable, pues las necesidades de la capital no se reducen a ese ámbito, sino que trascienden a otros como el ordenamiento de la ciudad, aspecto al que ahora le ha "tirado al blanco" el alcalde capitalino.

Cuando existe la reelección, los políticos intentan cumplir las expectativas de los votantes, teniendo en cuenta que en las próximas elecciones su cargo puede estar en riesgo si los ciudadanos no le refrendan la confianza para un nuevo periodo. En el caso de los alcaldes, la necesidad de responder a los votantes se evidencia con mayor claridad que en la de los diputados. Éstos últimos, si bien tienen el derecho a buscar la reelección, no tienen un vínculo directo con la circunscripción territorial que los propuso, ni los ciudadanos contamos con la posibilidad real de votar directamente por aquellos que han desempeñado un buen trabajo, aprobando leyes y presentando iniciativas orientadas al bien común.

La expectativa que ha generado una posible interpretación por parte de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, nos motiva a creer que finalmente, después de tantos años, contaremos con un sistema de votación basado en listas abiertas, en las que los electores podamos decidir el orden en el que los candidatos a diputados serán incluidos por parte de los partidos, privilegiando en las primeras posiciones a todos aquellos que han demostrado responsabilidad en su labor pública. Ya no será suficiente la amistad con la cúpula del partido o el pago de favores políticos para que incluyan a un candidato como número uno por alguno de los departamentos. Si la Corte Suprema resuelve en el sentido señalado, los diputados que aspiren a la reelección, deberán demostrar que han hecho mérito para ello y los que por primera vez opten por este cargo de elección popular, tendrán que presentar una plataforma legislativa que resuma las necesidades no sólo nacionales sino también de la jurisdicción por la que participen en la contienda.

No obstante la reelección, siempre llega un plazo en el que la función pública concluye. Si ese sentimiento aflorara cada mañana, los hombres y mujeres que desempeñan una labor en el Estado, trabajarían con mayor empeño contra la burocracia gubernamental, intentando ejecutar eficazmente el presupuesto asignado a su despacho y beneficiando a miles de ciudadanos con una firma, un decreto bien elaborado, una orden claramente establecida y la toma de decisiones que muchas veces se retrasan porque llegan otros asuntos al escritorio de los titulares.

Ejercer un cargo público no es fácil y menos en un país como el nuestro. Las acusaciones de presunta corrupción, las puñaladas por la espalda, las ambiciones políticas y las envidias principalmente de los hombres de partido, hacen que los funcionarios trabajen pensando en el cumplimiento de su cometido y al mismo tiempo, en la protección de su prestigio. Y sin embargo es necesario esforzarse. Aquellos que están dentro de la carrera administrativa --por cierto con enormes déficit en nuestro sistema, pocos incentivos y una falta de evaluación de méritos y conocimientos-- probablemente tengan una menor presión que otros cuyo cargo es de exposición pública y de "corta duración", porque su nombramiento depende del Presidente de la República y por tanto, con suerte pueden llegar a concluir el quinquenio, si no le piden su renuncia por razones políticas o en su caso, por falta de diligencia. A estos últimos les toca identificar prioridades de tal suerte que al final de su gestión, hagan un balance sobre sus resultados y evalúen si estuvieron al servicio del país o de sus propios intereses.

El desempeño de un cargo público debería representar un mérito y un privilegio. Para aquellos que hemos tenido la oportunidad de formarnos académicamente, servir a nuestro país en un momento determinado de nuestra vida, tendría que ser una obligación. No podemos aspirar a una mejor sociedad si quienes tienen a su cargo la responsabilidad de la función pública, son aquellos a quienes les "llegó su oportunidad", pero en base a su afiliación partidaria o a su cercanía con el mandatario de turno. Servir al Estado es servirle a la familia, a nuestros hijos, a las próximas generaciones y principalmente, es cumplir con la vocación que Dios ha querido inspirar para todos los que de una u otra forma, hemos sido bendecidos con dones cuya gracia no podemos dejar pasar en esta vida, y de cuyo uso tendremos que dar cuenta en nuestra última hora. Por eso servir para obtener privilegios, o lo que es peor, servir para fomentar la corrupción y el despilfarro de los bienes públicos, no sólo significa violar la ley, por cuya transgresión se debería pagar una pena, sino y principalmente, es ofender a Dios y dar la espalda a uno de los mandamientos que todo cristiano debería cumplir con respeto y gratitud.

Por esta razón, los que ahora tienen la responsabilidad de guiar los destinos de la patria, deben recordar todos los días que su cargo es temporal, que dentro de cuatro años podrán ser recordados como los que contribuyeron a fortalecer el sistema democrático o por el contrario, como aquellos que pasaron por las oficinas públicas sin dejar huella ni haber transformado vidas a través del poder que les otorga el cargo para el cual fueron nombrados.

elsalvador.com :.: La temporalidad de los cargos públicos