El chofer responsable del accidente tenía tres años de manejar sin licencia de conducir y 21 esquelas o multas de tránsito sin pagar. ¡¿Cómo es posible?
26 de Febrero.Tomado de Contra Punto.
SAN SALVADOR - El Salvador está horrorizado por los últimos acontecimientos ocurridos en el transporte público y los accidentes que han provocado casi una veintena de muertos y casi 200 heridos, en apenas tres días. Las cifras son sólo comparables a una guerra.
El Salvador no sólo es uno de los países más violentos del mundo por la cantidad de homicidios, robos, extorsiones y violaciones sexuales, sino también uno de los más martirizados de la tierra por los accidentes de tránsito.
Pero, ¿de quién o de quiénes sería la responsabilidad? Leamos un reciente reporte brindado por la inspectora Lorena Sosa, de la división de Tránsito de la Policía Nacional Civil (PNC).
Sosa indicó que en el último accidente (miércoles en horas de la noche, en Colón), ocurrió cuando dos autobuses "peleaban vía". Las unidades del transporte tenían desperfectos mecánicos (llantas lisas); pero además, el chofer responsable del accidente tenía tres años de manejar sin licencia de conducir y 21 esquelas o multas de tránsito sin pagar. ¡O sea...!
Aquí, solamente aquí, hay responsabilidades compartidas que debieran ser saldadas: del conductor que es un violador recurrente de las leyes; de la policía y del Viceministerio del Transporte, por no hacer cumplir las leyes y de los dueños de la unidad de transporte, por mantener bajo su servicio a un delinuente.
Ese es el círculo vicioso en el que vivimos. Recién el gobierno le incrementó el subsidio a los empresarios del Transporte sin haber puesto tan siquiera condiciones mínimas ni un reglamento a esa "declaración" de que se mejorará el servicio.
Mientras, la población pobre que hace uso del transporte colectivo sigue muriendo o en el mejor de los casos, quedando herida y con traumas, después de semejantes accidentes.
En puño, los responsables de estos crímenes no son muy diferentes a los "mareros" y sus jefes intelectuales. ¿Quién le pone paro?
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