Guillermo Mejía.23 de Febrero. Tomado de Raices.
Por el discurso que manejan en el gobierno y la empresa privada, los salvadoreños están condenados a manifestar su solidaridad con sus conciudadanos, pero sin esperar algo a cambio. Es más, ese sentimiento solamente puede ser expresado entre los misma gente pobre, porque de los que detentan el poder no hay esperanzas.
Eso se puede concluir de las respuestas que ha dado el mismo presidente Mauricio Funes y miembros de su gabinete ante los reclamos de los trabajadores estatales porque han sido excluidos de los aumentos salariales a que da lugar la ley. Lo grave es que Funes prometió desde el comienzo su compromiso con respetar el Estado de derecho.
Y, ese marco legal, tiene establecido que los salarios de los trabajadores tienen que estar acordes al alto costo de la vida, ya sea que estén o no escalafonados. Además, que todo aumento que existe por parte del Estado debe ser automáticamente aplicado a todos los trabajadores, el único margen será los topes que pongan en cuanto al salario asignado.
Para todos es conocido que, como advierte el mismo gobierno, los fondos escasean en las arcas estatales, por eso insisten en que la gente trabajadora tiene que reconocer el problema y solidarizarse con los demás, pero, por ejemplo, ese mismo reconocimiento no existe con respecto a la empresa privada que, como todos sabemos, también se vale de trucos para no pagar impuestos como se debe.
Como dice la sabiduría popular: o todos en la cama o todos en el suelo; sin embargo, ni las autoridades ni los empresarios privados dan pasos en concreto. No es necesario ser economista para saber que una forma adecuada para reactivar la economía es potenciar el consumo y eso solamente se puede a partir de los aumentos salariales. Los empresarios ni en sueño asumen el reto.
Uno de los esfuerzos del gobierno que podría tomarse como verdadero cambio sería lograr que los empresarios privados cumplan con lo que establece la ley sobre los impuestos. Todavía resuena en la sociedad salvadoreña las acusaciones que hizo un ex embajador estadounidense en años pasados sobre los “empresarios gorrones” que se roban lo que les toca pagar al Estado.
Si bien en los veinte años de gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista (Arena) la gente no vio nada claro en medio de las chucherías empresariales y el despilfarro en las arcas estatales, al grado que un ex presidente se convirtió en magnate de los medios de la noche a la mañana, será el colmo que la situación siga igual con este gobierno que se asume de izquierda y que dice estar por el cambio.
Los trabajadores no pueden conformarse con las promesas oficiales, muy al contrario, tiene que ejercer la presión adecuada para hacerse sentir y conseguir lo que les corresponde. Como bien señaló el politólogo Alvaro Artiga, de la Universidad Centroamericana (UCA), de cara al gobierno solamente tendrá respuesta el trabajador que proteste. El que no lo haga que se lo coma el león.
Por eso mismo, el partido oficial Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) debería sopesar lo que dice con respecto a las reivindicaciones sindicales, porque las recientes acusaciones que lanzó al movimiento vienen a confundir a la gente. Ese partido no puede estar en contra de la lucha de los trabajadores, al menos debería aclarar los conceptos con respecto a las formas de lucha.
En conclusión: El sentido del sacrificio también pasa porque todos los ciudadanos pongan su cuota. No sólo se debe mirar hacia las mayorías que ya sufren con la escasez y la carestía, y sobreviven dentro de un modelo de desarrollo deshumanizado que, a partir de la máxima ganancia al menor esfuerzo, ha esquilmado a la gente. Seamos realmente solidarios y eso pasa por el sacrificio de todos, no solamente de los pobres.
Guillermo Mejía, periodista y profesor universitario, miembro del equipo editor de Raíces y tiene su blog Errabundo: http://mejiaguillermo.blogspot.com/
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