Ricardo Chacón.27 de Febrero.Tomado de El Diario de Hoy.
Las agencias noticiosas internacionales recogieron la información de que las empresas del multi millonario mexicano, Carlos Slim (las del Grupo Carso) retiraron su publicidad de las dos mayores cadenas de televisión en México, Televisa y TV Azteca.
Las razones son varias: el Grupo Carso aduce que con Televisa el problema es que no hubo acuerdo por el aumento de las tarifas; en relación a TV Azteca no se pusieron de acuerdo con la compra de publicidad y la baja del uso de interconexión telefónica.
No soy especialista para dilucidar la compleja red de negocios entre Carso y las televisoras Televisa y Azteca, y tampoco estamos en el mundillo mexicano que dé cuenta de esta cuestión, sin embargo he querido recoger estas diferencias propias de empresas que están en el mercado libre, donde los empresarios privados operan con consecuencias públicas porque afectan los precios y las condiciones tanto de la telefonía como de la Internet o la misma televisión. Las partes se enfrentan para ganar mejores posiciones.
En pocas palabras es una relación entre "empresas privadas" en un mercado no sólo regulado sino también determinado por las prácticas nacionales e internacionales.
Esta dinámica, queramos o no, afecta a otras televisoras, incluso a las llamadas públicas, oficiales o estatales que no sólo deben "navegar" en canales semejantes sino que necesitan "conquistar" la mente del público, de la audiencia.
La televisión pública, el Canal 10, por ejemplo, también como cualquier otra instancia estatal, son temporalmente dirigidas por funcionarios que responden a un gobierno. Sí bien es cierto los administradores de turno le imponen su sello (incluso su ideología o visión del mundo) su gestión no se agota en este punto, entre otras cosas porque son instancias que responden a toda la población, a la nación de manera permanente; son públicas, no oficiales.
Sí queremos hacer del Canal 10 una institución seria, permanente y de gran ayuda para el desarrollo de la cultura nacional, al menos debemos tener claridad en tres temas: Uno, debe ser entendida como una empresa eficiente, con visión de mediano y largo plazo que resuelva el financiamiento que, en principio debe ser suplido por las arcas del Estado, pero que debe estar abierto a otras fuentes de ingreso, incluso las privadas y comerciales.
Dos, una empresa pública que visualice ser un instrumento para fortalecer la cultura nacional lo cual va más allá de lo folclórico y culturalista. Y tres, debe tener una visión política de Estado, que supere las concepciones partidistas y se convierta en una instancia de diálogo, de encuentro, de fusión entre todos los sectores de la vida nacional.
Ya en otras ocasiones he hablado de lo terrible que es y ha sido la televisión oficial, primero porque ha sido y es un instrumento del partido y del gobierno de turno; segundo, porque ha sido ahogada con el presupuesto porque no se le da la importancia a mediano y largo plazo, y tercero, porque se trata de una empresa donde se han enquistado hombres y mujeres que no han podido echar a andar su imaginación y convertirse en motores de proyectos creativos y de trascendencia.
La televisión pública no debe de contraponerse simplemente a la privada o comercial, es más, tiene que aprender mucho de ella; dos ejemplos bastante exitosos como lo Televisión Española o la BBC de Londres, no tienen nada qué desearle a los formatos privados en noticias, entretenimiento, diversión y otros aspectos.
Crear una televisión pública, no oficialista ni gubernamental, de éxito requiere de libertad, creatividad y sobre todo, dejar de lado las visiones apocalípticas de los iluminados que hora se sienten fuertes porque están en el poder, sin ponerse a pensar en que son sólo transitorios.
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