La salud es parte de las necesidades vitales de primer orden para nuestro desarrollo, de tal modo que no escatimamos esfuerzos o recursos para curarnos de una enfermedad o de buscar los medios de prevención adecuados.
Escrito por Fernando Fuentes Cabrera.26 de Febrero.Tomado de La Prensa Gráfica.
Esta necesidad de mantenernos sanos o de luchar contra las enfermedades que ya nos aquejan son la atracción perfecta en el desarrollo de los “negocios” redondos de la medicina y de los medicamentos en nuestro país.
Ante la enfermedad de un niño sus padres dejarán todo su salario en el pago de las consultas médicas, exámenes clínicos y por supuesto en la compra de las medicinas. Menciono el caso de los niños, porque en el caso de los adultos muchas veces entramos a la farmacia y lo único que logramos es salir con una cara de congoja y desilusión al enterarnos de los precios de las medicinas que nos han recetado.
El susto persiste aun y cuando a la receta ya se le ha aplicado el descuento del 25%, por ser pago en efectivo, y el vale de descuento que muy sonriente nos proporcionó el médico que nos atendió, y por lo que recibe la respectiva comisión, ¿o no es así?
Salimos más enfermos y en nuestra cabeza deambulan interrogantes: ¿pago la casa?, ¿pago la colegiatura de los niños?, o compro las medicinas? Y ¿si compro solo la mitad? Pero el médico dijo que el tratamiento debe ser completo, nos aseveramos. Y... disculpe ¿y qué tal es el genérico de esta medicina? —Es bueno pero no se lo recomiendo –es la respuesta del que atiende nuestra receta, la verdad no nos da elección.
Nos encontramos en una encrucijada, en un momento en el cual valoramos si seguir con el dolor, o nos endeudamos más de lo que ya estamos al hacer uso de la tarjeta de crédito, que valga la pena decirlo, este tipo de pago no goza de descuento, pero sí es acreedor a los intereses que esta compra le generará.
Tener acceso a la compra de medicinas de calidad en nuestro país se ha convertido en un lujo que no está al alcance de todos, y el enfermarse una condición que nadie desea, por naturaleza, pero más que todo por los gastos que esto genera.
Tenemos tiempos de estar oyendo, a los funcionarios públicos, de los pasados gobiernos y del actual, a los diputados de los periodos anteriores y a los que están ahora luchando valientemente por nuestros derechos en la Asamblea Legislativa, que los precios de los medicamentos son excesivamente caros y que las ganancias que algunos de estos productos generan al comercializador, los laboratorios y farmacias, rondan en un promedio el 300%. Creímos, sin entrar en cuestiones políticas, que esta era una de las tareas primordiales del Cambio, pero nada ha cambiado: las cosas siguen igual.
Si verdaderamente la lucha es por nosotros, ¡¡luchen ya!!, no hay pretextos para no hacerlo, tienen el poder. ¿Qué esperan? ¿A qué le temen? ¿Qué los detiene? ¿Qué compromisos existen?
Tienen en sus manos los mecanismos para hacer los ajustes que haya que hacer y los cambios que sean necesarios impulsar. No pueden seguir jugando con nuestra salud, con nuestras dolencias, con nuestras enfermedades.
Que no sean los altos precios de las medicinas los que terminen de enfermarnos... de matarnos.
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