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2011/02/26

LPG-Los años terminados en 1: 1971

 Las piezas del rompecabezas bélico se estaban juntando en el ambiente, y el olor a pólvora era perceptible con sólo un poco de intuición sensibilizada. El Salvador ya estaba en guerra.

Escrito por David Escobar Galindo.26 de Febrero.Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

Hay hechos simbólicos que pasan inadvertidos en su momento. Hay señales que chocan contra lo que se quisiera que fuera, y que con el paso del tiempo desvelan el rescoldo esquizofrénico que se va acumulando sobre todo en las sociedades que viven distorsiones históricas prolongadas. Uno de esos fenómenos se dio a comienzos de 1971. La construcción del conflicto bélico interno, que venía desde mucho tiempo atrás, estaba ya en fase de definir los sujetos de la guerra en el terreno. El jueves 11 de febrero de 1971, una célula armada que luego se conoció como El Grupo, secuestró a Ernesto Regalado Dueñas, perteneciente a una de las familias económicamente más poderosas del país. Algo inusual estaba pasando. El jueves 18 apareció el cadáver del secuestrado, en San Antonio Abad. El ciclo de la violencia revolucionario se había abierto, frente a la violencia institucional de larga data.

El mismo 18 de febrero participaba yo como moderador de un foro para definir políticas culturales en el Ministerio de Educación, del que era ministro Wálter Béneke. Dicho foro tenía lugar en el Hogar del Maestro Jubilado, en la ruta de Huizúcar. En un intermedio del trabajo, se me acercó Carlos de Sola, director del Museo Nacional David J. Guzmán, y me dijo: “Acaban de encontrar el cadáver de Neto Regalado”. Yo apenas conocía al difunto, pero el suceso me conmovió. Hacía sólo un poco más de un mes que me desempeñaba como Director de la Biblioteca Nacional. Todos éramos muy jóvenes, y la cada vez más enrarecida atmósfera nacional chocaba a cada paso con nuestra vitalidad intacta. El día 8 de febrero, Toño Salazar había dado una conferencia en la Biblioteca, y ahí me dijo: “David, los tiempos que corren son peligrosos, ¿pero qué tiempos no lo son?”

Tiempos peligrosos, sí, eran aquéllos, más por las señales tormentosas que por los rayos quemantes. En julio, la asociación magisterial ANDES 21 de junio lanzó su segunda gran huelga, después de la de 1968. Esta vez duró 54 días, y concluyó con un entendimiento más formal que real el 31 de agosto. Los maestros estaban, pues, en pie de lucha, y su dirigente principal, la profesora Mélida Anaya Montes, era ya una de las figuras más representativas, aunque en sigilo, de la primera organización revolucionaria armada, las FPL, que se había formado el 1 de abril de 1970, como un desprendimiento histórico del PCS. Las piezas del rompecabezas bélico se estaban juntando en el ambiente, y el olor a pólvora era perceptible con sólo un poco de intuición sensibilizada. El Salvador ya estaba en guerra.

En sideral contraste, los astronautas David R. Scott y James B. Irvin, tripulantes del Apolo 15, se convirtieron el 31 de julio en los primeros humanos en conducir un vehículo explorador en la superficie de la Luna. Scott envió desde allá un mensaje: “Al encontrarme aquí, entre las maravillas de lo desconocido, comprendo que en la naturaleza hay una verdad fundamental”. Es así, y ha sido siempre así. Si no hubiéramos dejado de lado esa verdad, no estaríamos ahora en las tremendas complicaciones climáticas en que estamos. Por aquellos años, se hablaba de la “conquista del espacio”, y la Luna era el primer destino. Después, el entusiasmo amainó, hasta volverse casi una caricatura de sí mismo. Hoy ya no se trata de “conquistar el espacio”, sino de convivir en él. No somos los arrogantes “reyes de la Creación”, sino simples habitantes de un Reino común.

En cuanto a la vida cultural del país mostraba, pese a todo, brotes extraordinarios. En 1971 se conmemoraban los 150 años de la Independencia Centroamericana; y una de las celebraciones me tocó muy de cerca. El 14 de septiembre se inauguró en la planta baja del Edificio de la Biblioteca Nacional, en la por aquellos días aún era yo Director, la exposición de grabados, afiches, aguafuertes, litografías, fotografías y libros del artista ruso-francés universal Marc Chagall. Era la primera de ese tipo que presentaba el artista, entonces de 84 años, en Latinoamérica. Su representante, Gerard Bosio, se hizo presente. Fue un acontecimiento singular. Hoy, cada vez que veo una obra de Chagall me remonto a las altas paredes lucientes y ya inexistentes de la Biblioteca que estaba enfrente del Mercado Cuartel. El arte es un follaje que nunca se marchita.

En ninguna época de mi vida me he sentido hombre de ideología, y por eso nunca tuve la tentación de ser hombre de partido. De ideas, sí; y también de fidelidades espirituales e intelectuales. Pero la historia marca, y hay que dejarse marcar por ella. En 1971 escribí y publiqué el Duelo Ceremonial por la Violencia” y “Una Grieta en el Agua”, testimonios muy personales de mi sensación de que la guerra venía. “Una Grieta…” ganó, en noviembre de aquel año, el II Lugar del Certamen Rafael Osejo, de Costa Rica. 40 años después, sigue editándose.

Los años terminados en 1: 1971

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