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2011/02/28

Contra Punto-Curiosa insistencia en los seguros para vehículos - Noticias de El Salvador - ContraPunto - Noticias de El Salvador - ContraPunto

 Luis Armando González.28  de Febrero. Tomado de Contra Punto.

SAN SALVADOR-En las últimas semanas ha arreciado la campaña para que los propietarios de vehículos adquieran seguros obligatorios.  La justificación de esta exigencia se respalda con abundante información de prensa en la cual se hacen evidentes las tragedias provocadas por conductores inescrupulosos e irresponsables para quienes la vida y seguridad de los demás poco importan.
Sin que se salven de esta acusación los conductores de vehículos particulares,  las pruebas que más se esgrimen apuntan a los conductores (y propietarios) de microbuses y autobuses del transporte colectivo.  Nadie puede poner en duda la lógica criminal que se ha impuesto en este sector –y que se ha extendido a propietarios de vehículos particulares—, lógica que se traduce en abusos de todo tipo y, en el límite, en la pérdida de vidas humanas.
Ahora bien, las tragedias y el dolor generados por la irresponsabilidad de conductores (y propietarios) de unidades de transporte colectivo no es cosa de ahora, como parecen sugerir algunas de las coberturas noticiosas de las últimas semanas.  Es irresponsable hacer creer a la sociedad que nunca como ahora se han dado tantos accidentes y muertes por irrespeto a las leyes de tránsito o por la obsolescencia de las unidades de transporte colectivo (o de vehículos particulares).
El problema viene de, por lo menos, los últimos 25 años, cuando inició la “liberalización” corrupta del sistema de transporte colectivo, dejando que cualquier persona con afán de lucrarse se hizo empresaria, adquiriendo el derecho a circular en rutas que se otorgaron sin recato.
Las tragedias que han golpeado a la sociedad –amén de los abusos cotidianos— por obra y gracia de conductores y empresarios irresponsables son la expresión y no la raíz de un problema que nace de la privatización mercantilista del transporte colectivo a finales de los años ochenta –y que se continuó en las dos décadas siguientes—.
Entonces, de lo que se trata es de ir a la raíz. Es decir, a la reconversión del sistema de transporte público de forma que el Estado sea el que lo gestione y fije las reglas del quehacer de los conductores y de los empresarios que, en caso de que se imponga el ideal de un sistema mixto, decidan ser parte de ese sistema.
Mientras tanto –o si acaso no se avanza hacia ese ideal— el Estado debe diseñar e implementar mecanismos de control y de sanción firmes para evitar los males sociales generados por el actual sistema de transporte colectivo y garantizar la seguridad ciudadana.
Aquí, dirán  alegremente algunos, se impone un seguro obligatorio de vehículos. Quizás, pero no necesariamente como lo proponen los auspiciadores de la medida: como la única y prioritaria medida, y como una medida que debe favorecer a las compañías de seguros.
Así, es el momento para que el Estado cree su propia institución aseguradora, en lo cual si tendría sentido la obligatoriedad de ese seguro. En el marco actual, una imposición de ese tipo convertiría a los propietarios de vehículos en clientes forzados de las aseguradoras, lo cual les dejaría a ésta pingües ganancias.
Como complemento de ello, en segundo lugar, se impone un plan de reordenamiento del transporte colectivo y de reordenamiento territorial, que se funde en un diagnóstico de necesidades y que distribuya las rutas y la cantidad de unidades según esas necesidades a lo largo y ancho del país.
En tercer lugar, una reducción de la cantidad de vehículos que circulan: el “hoy no se circula” debe impulsarse cuanto antes, al tiempo que se tiene que pensar en poner límites al número de vehículos por familia.
En cuarto lugar, penalización severa a quienes violan las leyes de tránsito, violaciones que deben ser consideradas delitos mayores y como tales sujetos a las sanciones más duras que la ley permita. Hay quienes son una amenaza pública cuando manejan: el Estado tiene la obligación de impedir que lo sean.
Como se ve, hay varias cosas que hacer, y no sólo obligar a la adquisición de un seguro obligatorio. Es inevitable no sospechar de las intensiones de quienes insisten una y otra vez en lo urgente de esa medida. Es curioso cómo se esfuerzan por hacer creer a la opinión pública de que nunca como ahora se habían dado tantos accidentes (y tragedias) de tránsito. 

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1 comentario:

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