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2011/02/23

LPG-Editorial-Practicar la racionalidad esla única fórmula que funciona

 El país necesita serenidad de ánimo y compostura de actitudes, especialmente entre todos aquellos que ejercen liderazgos, de cualquier tipo que éstos fueren.

Escrito por Editorial.23 de Febrero. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

A lo largo de estos ya casi 30 años que lleva recorridos el proceso democratizador en el país, desde aquel primer paso en firme que fue la elección de Asamblea Constituyente a comienzos de 1982, se ha podido ir viendo claro que es indispensable ejercer los mecanismos de la racionalidad para hallar verdaderas soluciones sostenibles a los problemas que carga tradicionalmente nuestra sociedad o que van saliendo en la ruta del devenir nacional. El más contundente ejemplo de ello fue la solución política del conflicto bélico interno, en la que prevaleció la racionalidad del entendimiento sobre la irracionalidad de las armas. Ese ejemplo marca todo lo que ha venido y que vendrá después, y no como recuerdo histórico, sino como lección de vida.

Aunque la democracia no se agota, ni mucho menos, en la competitividad política que lleva aparejado un periódico ejercicio de competencia electoral, no se puede obviar el hecho de que dichas dimensiones competitivas acaparan, aquí y en todas partes, buena parte de los escenarios cotidianos. A decir verdad, los gobiernos, en cualquier tiempo y latitud, y aunque siempre aseguren lo contrario, están mucho más interesados en obtener buenos réditos políticos que en hacer las cosas objetivamente bien; y esto es lo que más complica las cosas, sobre todo a la hora de tomar decisiones de fondo.

En nuestro caso nacional, todos los componentes de la problemática real que los salvadoreños enfrentamos se juntan para demandar tratamientos integrales e integradores. Ni la seguridad se puede garantizar si no hay desarrollo económico, ni pueden darse en debida forma la seguridad, la estabilidad y el desarrollo si la institucionalidad no se moderniza, ordena y transparenta lo suficiente para dar curso satisfactorio a los desafíos del presente y del futuro. Y todo esto requiere la conjunción virtuosa y realista de tres factores que nunca pueden faltar, pero que en las condiciones actuales son especialmente urgentes y decisivos: visión, prevención y consistencia.

Esos tres factores que acabamos de mencionar podrían englobarse en un solo término: racionalidad responsable. Cuando hablamos de que impere la racionalidad nos referimos al hecho de superar el predominio de las pasiones descontroladas, de los impulsos irreflexivos y de las agresividades a flor de boca. El país necesita serenidad de ánimo y compostura de actitudes, especialmente entre todos aquellos que ejercen liderazgos, de cualquier tipo que éstos fueren. Esa es la base para desplegar la responsabilidad que las circunstancias exigen.

Si no hay visión concordante con las demandas de la realidad, si no hay prevención aplicable a todo aquello que puede complicarse más o explotar si no se le atiende a tiempo, si no hay consistencia en las políticas, en las estrategias, en las decisiones y en los mecanismos de acción, pues simplemente permanecemos en la zona confusa de lo imprevisible, que es la posición que genera más ansiedades y rechazos. La confianza y la certeza no surgen de las exhortaciones ocasionales ni de los llamamientos casuales: ambas se construyen a partir de conductas y de hechos. Tenerlo presente es el primer paso para avanzar en la buena ruta.

Hemos insistido y seguiremos insistiendo en la necesidad de poner el componente racional en la primera línea de la actual agenda de nación, para ya no depender de lo que va saliendo, y no a la buena de Dios, sino al capricho del azar interesado.

Practicar la racionalidad esla única fórmula que funciona

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