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2010/05/04

LPG-Remember Chile (1 de 2)

El doctor Salvador Allende ganó las elecciones presidenciales en septiembre de 1970, impulsado por la Unidad Popular, una coalición de los partidos socialista y comunista con otras agrupaciones menores de la izquierda radical.

Escrito por Geovani Galeas 04 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

Cuatro años antes, en 1966, la izquierda latinoamericana se había dividido en dos bandos. Unos, sobre todo los partidos comunistas tradicionales, creían que había que persistir en la lucha electoral; otros, entre ellos Fidel Castro y sus seguidores, sostenían que esa vía estaba cancelada y que la única alternativa era la rebelión armada.

Ya a finales de los sesenta la segunda tesis se había impuesto. Los grupos guerrilleros, formados en su mayoría por jóvenes universitarios entrenados en Cuba, surgían en casi todas las ciudades latinoamericanas. Pero justo en la cresta de esa oleada de la insurgencia armada es que se da, fuera de todo cálculo, el triunfo electoral de la izquierda chilena.

Allende había tenido que firmar un compromiso que lo obligaba a cogobernar con un comité conformado por un representante de cada una de las agrupaciones de la Unidad Popular. Pero había logrado que estas apoyaran su proyecto: efectuar por la vía pacífica el tránsito del capitalismo al socialismo.

Entre otros puntos, ese proyecto contemplaba la modificación de la Constitución de la República, la estatización de las áreas estratégicas de la economía, la nacionalización de empresas extranjeras, el aumento por decreto de los salarios y el control gubernamental de los precios.

Pero había un problema: la Unidad Popular había triunfado con solo 37% de los sufragios. El derechista Partido Nacional había obtenido 35% y la centroderechista Democracia Cristiana 28%. Para ser electo por el Congreso por mayoría relativa, Allende necesitaba los votos democratacristianos, por lo que tuvo que firmar con ellos otro compromiso: el Estatuto de Garantías Constitucionales.

Sin embargo, ese segundo compromiso estaba en contradicción con el suscrito con sus socios de izquierda: mientras uno lo obligaba a la construcción del socialismo, el otro lo constreñía al marco constitucional. Además, el poder judicial y el legislativo quedaban bajo control de la derecha, y el Estatuto impedía todo cambio sustancial en las Fuerzas Armadas.

Allende intentó avanzar negociando difícilmente a dos bandas, pero justo cuando lograba un acercamiento con la Democracia Cristiana, unos de los grupos de la izquierda radical asesinó a Edmundo Pérez Zujovic, que había sido ministro de aquel partido. Los democratacristianos no solo se alejaron de Allende sino que se aliaron con el partido de la derecha.

Recordando aquellos momentos, la socióloga marxista Marta Harnecker ha escrito: “Cuando Allende hablaba del tránsito democrático al socialismo, sectores de la izquierda pintaban en los muros: ¡Viva la dictadura del proletariado!; cuando intentaba acercar a su proyecto a sectores de la burguesía, una parte importante de la izquierda reafirmaba que nuestro enemigo era toda la burguesía; cuando luchaba por la unidad de la izquierda, los socialistas y los comunistas hacían públicas sus divergencias”.

Y añade: “Cuando quería consolidar lo avanzado mediante la nacionalización de las grandes empresas estratégicas, teniendo claro los límites del poder con que contaba, sectores de la izquierda se tomaban pequeñas empresas y pedían su nacionalización y más radicalidad”.

La izquierda radical basaba sus exigencias en nombre del “poder popular”, menospreciando que el 63% del pueblo había votado por la derecha. La tensión de conservadores, moderados y radicales creció y pasó pronto de los insultos a las batallas en las calles. La crisis de gobernabilidad comenzó a perfilarse. Y para terminar de atizar la hoguera, apareció en escena Fidel Castro en Santiago de Chile.

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