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2010/05/16

LPG-Para mí, Funes pasa

 Escrito por Carlos A. Rosales.16 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica

Cada primero de junio, hacemos el ritual de evaluar la gestión del presidente de turno. No es un ejercicio fácil. Requiere un análisis exhaustivo de lo que ha hecho, o no, el mandatario; o de lo que ha hecho bien, o mal, el gobierno bajo su rectoría y liderazgo. Este año, sin embargo, mi valoración no ha sido tan complicada.

Lo más saliente en el panorama político nacional desde la toma de posesión del presidente Mauricio Funes ha sido el tema político. Específicamente, el enfrentamiento que ha protagonizado el mandatario con el partido político que lo llevó al sillón presidencial.

Desde la campaña presidencial que culminó con el evento electoral del 15 de marzo pasado, varios analistas hicimos hincapié en la difícil relación que supondría un presidente con claras tendencias de izquierda moderada y un partido dominado por la visión extremista y ortodoxa de la actual dirigencia del FMLN.

Muchos nos equivocamos al vaticinar una situación en la que el mandatario, a pesar de su personalidad fuerte y carácter independiente, sería presa fácil de la presión del partido que representó en la contienda. Esto, aunque su discurso de campaña haya integrado cuidadosamente la moderación y el pragmatismo político.

Para sorpresa de muchos, a un año del génesis de su gobierno, Funes ha sido fiel a su mensaje proselitista. Efectivamente, el presidente ha demostrado con hechos que sus referentes ideológicos y políticos son Lula Da Silva de Brasil y Barack Obama de EUA, y ha mostrado verdadera antipatía al proyecto expansionista de Hugo Chávez y su “Socialismo del Siglo XXI”.

Tanto en la agenda doméstica como en la política exterior, Funes ha actuado con prudencia y pragmatismo. Hasta ahora, ha evitado que el FMLN nos lleve al despeñadero de un régimen afín al hombre fuerte venezolano.

Las encuestas han premiado el talante del presidente. Un estudio reciente lo evalúa incluso como el presidente con mayores índices de aprobación en Latinoamérica. El envidiable apoyo popular con que Funes cuenta actualmente tiene al menos tres explicaciones.

Primero, Funes fue quien sacó del poder a ARENA, después de veinte años. Para 1.4 millones de salvadoreños, ese hecho es fuente de sosiego y jolgorio. Segundo, la gente lo aplaude cuando exhibe su temple al corregir, contradecir o poner en su lugar a los voceros farabundistas que, inspirados de fervor ideológico, salen a decir o hacer disparates. Eso incluye al mismísimo vicepresidente de la república.

Tercero, sucede lo mismo cuando Funes critica o contradice a empresarios que solo buscan prebendas y regalos. Esto cobra más importancia en un contexto de crisis económica y de amplios abusos en el mercado (el Estado aún no logra proteger al ciudadano de la voracidad de amplios sectores del empresariado, como el transporte público, tarjetas de crédito, bancos, telefonía, etc.).

Es sintomático de la crisis que sufre el principal partido de oposición, que varios voceros areneros argumenten que “Funes y el FMLN son lo mismo”, cuando claramente no lo son. Eso pone en relieve la miopía, el dogmatismo y la ausencia de análisis que inmoviliza al partido tricolor.

Sobre la base de lo anterior, para mí, Funes pasa. Hay cosas que no están funcionando, existen muchas dudas en lo económico, pero la inseguridad ciudadana es el tema más obvio. Los mayores déficits que exhibe esta administración están focalizados casi exclusivamente en aquellas carteras de Estado que están en poder del FMLN. Es evidente que allí no existe la “meritocracia” que Funes pregonó hace un año.

Para mí, Funes pasa

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